Ellas

Era tan tarde que la noche parecía mezclarse con el infierno. En su habitación rugían los fantasmas. Nada más despertarse cayó en la cuenta de que debía llevar mucho tiempo tiritando. No era porque tuviera frío, en realidad estaba sudando.

Era tan posible que “lo de siempre” volviera, para devorarla, que permanecía sobre ella un escudo muy pesado que le tapaba los ojos. Se levantó de un golpe y se puso a dar vueltas por la casa. Estaba acostumbrada a la ansiedad, pero esa noche notaba que había algo más y estaba asustada. “No tienes nada que hacer”, escuchaba. Sigue Leyendo...