AUSENCIAS DE ESPUMA

Crece entre la confusión de tus días;
es la poesía de la taza en la mano y el humo en la nariz.
Bastan dos pasos para salir al encuentro de ese movimiento
que perpetúa la ciudad.
No ignoro la dureza de cualquier acto:
todo es gratuito en la mente de quien siente
formar parte del mañana.
Las efímeras esperanzas de unas letras sobre un texto,
configuran el pretextos de jugar,
una y mil veces,
a ese digno regresar,
los intereses de hacer de las palabras un mensaje,
paisaje de amor, verso, cuento breve…
Levedad leve de quien advierte su tibieza.
Si vienes verás. Sólo palabras como singulares
semejanzas con sonidos de lugares.
Mi propio sentido del decir, es un juego,
y al venir, nada puedo ofrecer, sino esos lados
donde la sutil geometría del hacer poesía
configuran el espacio consagrado a ti:
presencia virtual que lee, pasa, se aleja o deja
un escalón, comentario, en un renglón
de lo que, hoy es un poema para ti. Sigue Leyendo...

Croma

Cada vez que los vitrales son mirados, se piensa y no se piensa.
Hablemos ahora de un pequeño grupo compuesto por pensantes, no son todos, pero son los que son.
Para ellos los pequeños vidrios coloridos producen curvaturas fascinantes, que junto a los hermosos colores…
Hablemos ahora de curvatura y colores: ¿qué sería del mundo sin colores? pues nada, claramente, no le veríamos.
Y si no le viéramos… imaginémoslo un segundo, solo uno para no hacer de la experiencia angustiante…
Es entonces cuando emergen las curvas. Las curvas podrían salvarnos de la extinción por su comunión sagrada con nuestro tacto.
El tacto, tibio contacto… los pensamientos y sensaciones fundamentales, el amor, el cariño, el deseo, el odio…
La construcción completa de un ideario y civilización humana sostenida en la carnalidad del tacto, y en esas curvas… benditas curvas que permiten abrazarnos y hacer calzar los cuerpos como piezas de puzzle, como engranaje cósmico. Sigue Leyendo...

El asilo.

El timbre de la Embajada de Musa en la Isla de Cabú sonó repetidas veces, con tanta pertinaz insistencia que la medio adormilada Arah Ergusson no tuvo más remedio que abrir el interruptor telefónico que conectaba con la puerta principal.

-¡Aló! ¿Quién es usted?

La voz de Porfirio Diosdado Anz Ayayo era implorante y angustiosa.

– ¡¡Por Dios, señorita, ábrame la puerta!! ¡¡Pido asilo político!!
– ¿Está usted loco o me está gastando una broma pesada?

La voz de Porfirio Diosdado Anz Ayayo se volvió más implorante y más angustiosa. Sigue Leyendo...