Perdona mis cambios.
Me da tanto miedo
acogerte entre mis brazos,
como he querido hacer
con el bebé que vive dentro
del corazón de mi padre
que, a veces,
me asusto…
mucho.
– Escuche bien, señor juez… ¡es urgente y necesario que esa indeseable señorita abandone para siempre Laredo!
– ¿A qué señorita indeseable se está usted refiriendo, señora Morgan?
– ¡No disimule como disimulan todos los demás! ¡¡Usted el el juez de Laredo y tiene que ser siempre un ejemplo para todos los demás!! ¡¡¡Sabe muy bien que me estoy refiriendo a Mercedes Bank!!!
– No se irrite tanto, señora Morgan, porque veo que está usted al borde de un síncope cadíaco…
La señora Morgan sacó un frasco aromático y lo olió profundamente.