Sin saber cómo ha sido, ni cómo he llegado ni para qué estoy aquí, me encuentro en la isla de Mohéli, acompañado de un intérprete cuyo nombre no conozco ni él conoce mi nombre porque no hemos tenido el detalle de preguntarnos el uno al otro cómo nos llamamos ni qué hacemos los dos juntos en esta aventura. Sólo sé que nos hemos sentado en la playa y que hemos abierto un par de latas de sardinas, por eso de mantener siempre en forma nuestras memorias, cuando… ¡de repente!… ha surgido, de detrás de una palmera, un nativo que se acerca hasta nosotros dando alaridos espantosos.