Hugo Lorenzo había regalado un ramo de narcisos, de color amarillo sol, a Sofía Loreto quien, con gran esmero, había preparado aquellos siete suculentos buñuelos de viento azucarados.
– Seis son para ti, Hugo.
– ¿Y te vas a conformar con comer solamente uno, Sofía?
– Para mí es mucho más agradable ver cómo te comes tú los seis y yo te acompaño con uno que para mí valen más que cien.
En la casa de Sofía Loreto, en plena calle madrileña de Serrano, nunca faltaba de nada.
– Siempre he dicho que las mujeres millonarias tenéis unas formas de actuar bien extrañas.