Le conoció allá por el año mil novecientos noventa y cinco, un mes de noviembre.
A ella le pareció el hombre idóneo para acompañarla en esos momentos de su vida, y confió en él.
Las miradas directas de ese hombre, que le doblaba la edad, le hacian sentir diferente, especial, casi única, Sí.
Le hacían sentir exactamente una princesa.
Quedaron en verse a la semana siguiente, y luego a la siguiente también. Dos veces a la semana, los Lunes y jueves.
El lugar elegido era un piso en el centro de la ciudad, una cuarta planta, un 4 º D.
“D” de Dios y D, de deseperación.
El la esperaba con una puntualidad británica.
Ella vivía con miles de mariposas revoloteando en su barriga. Se miraban y tan solo dejaban escapar un “buenos días” muy bajito.
Luego él la invitaba a tumbarse en aquel sillón tan largo, y cerraba la puerta.
Eran los únicos diez minutos en que podían mirarse frente a frente.
Nunca supo si ese diván era cómodo o no, tampoco lograba ver la cara de “su hombre” sentado estratégicamente
detrás de una inmensa mesa. Una mesa que a ella le parecía cruelmente grande.
Como cruel era que esa habitación le devolviera su propia voz, sus propios llantos, y sus propias miserias….
El silencio de él, era un infierno. A lo máximo que podía aspirar nuestra “princesa de pajaritos en la cabeza” era a lograr verlo de soslayo,
ver sus manos escribiendo sin parar en folios color sepia.
Una vez, tuvo la osadía de preguntar por lo que escribía en aquellos folios, mientras ella, asociaba ideas absurdas con otras más sensatas.
El sonrió, y le dijo: algún día dejaré que lo leas.
A veces, tenía suerte y en una de sus llanteras, él le acercaba un pañuelo de papel para que se limpiara los mocos.
Ese gesto tan solidario para con ella, le hacía sentirse menos sola.
Cuanto hubiera dado por escuchar su voz……cuanto necesitaba oirle!
Y como hubiera roto la foto de ese tal : Sigmud Freud que le miraba sin parar…..
La paciencia es una gran virtud y ella la tuvo con ese ser humano que no hablaba.
Poco a poco las palabras empezaron a tener sentido, se sucedían con hechos pasados y muy dolorosos, hasta lograba una asociación bastante más inteligente de lo que ella esperaba. Sentido, todo tenía sentido, lógica.
Los por ques de las cosas se sucedían, las cosas injustas, ya no lo eran tanto…
El perdón, perdonarse a ella misma, aceptación, se sentía VIVA de nuevo.
Fué colocando en su interior todas las piezas de un puzle que saltó por los aires siendo niña.
Y…….
Las risas fueron inundando las sesiones, a él también se le escapaban carcajadas que no podía disimular, hubiera dado brincos de alegría, le hubiera abarazado, hubiera gritado en la calle que era digna de ser amada……
Después de cuatro años, un día le dijo: ” Eres la mujer más femenina que se ha tumbado sobre ese diván. Una neurótica preciosa.
Procura ser feliz, porque solo tú decides serlo.”
No hubo abrazos. Sí, ganas.
Ella se alejó retocando su pelo, y decidida a ser feliz, a no buscar nada que no estuviera dentro de ella, a llorar solo cuando fuera preciso, y a tomarse casi todo
con el mayor sentido del humor que sea capaz.
Siempre daré las gracias de haber tenido la oportunidad de conocer aquello de…..” los renglones torcidos de Dios” en primera persona.
En las paredes de mi habitación cuelgan dos fotos: Sigmund Freud y Einstein, dos locos geniales.
Mi más sincera gratitud a todos los psicoanalistas.
Buen texto, Marian. Buen relato y bien dirigida la narración. En cuanto al final yo no hubiera puesto ni la foto de Freud (del cual no comparto casi nada) ni la foto de Einstenin (del cual comparto casi todo) sino algo así como la fotografía de un equipo de fútbol campeón de Liga y Copa en 1956. Jejeje. No es broma. Es sinceridad. Es el mejor psicoanálisis que he conocido y no es necesario tumbarse en ningún sofá salvo para escribir, y en eso acierta plenamente tu relato, algo así como todo un viaje de placer por Galicia a través de sus ríos. En fin. La ficción supera a la realidad pero resulta que la realidad fue igual que la ficción. Tu relato me trajo buenas vibraciones y aquí estoy yo vibrando de nuevo ante una final copera del Athletic Club de Bilbao contra quien sea. Efectivamente, sentado en un sofá, se puede hacer toda una aventura “caminera” incluso superior al Viaje a La Alcarria de Camilo José Cela. Por lo menos eso es lo que yo viví. Ya ves cómo un relato interesante hasta puede ser un relato divertido. Te felicito de verdad.
Original en verdad, con un manejo de la ironía impecable, me ha encantado, cariños.
Gracias amigo, gracias.
Me regaló la foto que tanto odiaba( al dichoso Freud)
La forma de psicoanalizar ha cambiado gracias a Dios!!
Aquello fué una tortura china jajjajja
Abrazos
Muchas gracias cielo
jejeje… es cierto, Marian… para mí los psicoanálisis freudianos también me parecen una tortura china, o tortura coreana, o tortura vietnamita, o tortura camboyana o vayamos a saber qué tortura es lo de Freud y sus múltiples complejos y complejidades. Si a un niño le dejas un lápiz pinta cualquier cosa menos un escarabajo pelotero… pero ya ves… algunos psicoanalizan tanto a los que somos como niños que se creen que vemos escarabajos peloteros donde solamente existe un manchón nada más. Yo creo que los complejos edípicos dejaron trastornado tanto a Freud porque no salió nunca de “mi mamá me mima y yo mimo mucho a mi mamá”. Lo he visto en algunos ex compañeros de “banquillo” que eran como mosquitas muertas a la hora de psicoanalizar a los hombres sin saber todavía que los hombres verdaderos solamente son hombres nada más. En fin. Que sobre los psicoanálisis lo mejor es jugar…
Ajajaj….. Dios mio!!
Sobre todo, creo que los partidarios de semejante crueldad humanista, deberían haber explicado antes a la víctima eso de la “Transferencia”
(que no es bancaría precisamente) con el – the doctor- jajaaja….
Ayyyy Señor!!