Antes de relacionar, por ejemplo, las escrituras de Herman Marcuse de finales de los años 70, detengámonos un momento para analizar uno de los 182 tipos de rock que ellos dicen que existen (confusionismo tras confusionismo) en el mundo de la música en general.
¿Qué es el rock gótico?. Dentro del maremagnum en que introdujeron a las jóvenes generaciones de Occidente a través del rock, el gótico es un conjunto de estilos marginados que tienen en común la locura del oscurantismo en su aspecto más dramático/trágico. Da pena verlos últimamente totalmente desorientados… porque (y es real) dichas generaciones estuvieron totalmente enloquecidas por el llamado post-punk de los años 70. Dejemos el asunto aquí porque como diría Sancho Panza “la jerigonza que tienen los susodichos seres, mi señor Quijote, es para liarse la manta a la cabeza y decir aquello de !”sálvese quien pueda que viene el chaparón”!.
Pasemos, entonces, al punto clave de la literatura post-punk. Es el dichoso Herman Marcuse quien delineó, junto a otros varios escritores, las coordenadas fundamentales de una litera totalmente oscura y difícil de comprender para niños, adolescentes, jóvenes y hasta hombres mujeres en plena madurez. Literatura abismal y abisal al mismo tiempo. Literatura desconcertada y desconcertante a la vez. ¿Cómo poder definir la literatura de Marcuse con una sola palabra?. Muy fácil. Definirla como “pesimista”. Sí, una literatura del pesimismo posmodernista que resulta que nos lleva a caminos sin salida alguna.
La literatura de aquellas dos décadas llenó las estanterías de los jóvenes y jovencitas de un pesimismo exitencial tan elevado que rompieron los lazos familiares y destruyeron miles de hogares sin darse apenas cuenta de lo que hacían. Marcuse se había equivocado y con él todos sus seguidores ateos y materialistas que se encontraron llenos de insatisfacción total.
El tema es tan duro de “digerir” que cierro este capítulo de mi reportaje porque no quiero “indigestar” la mente de mis lectores y lectoras analizando obras tan freudianas como irresponsables (al igual que el caso del famosísimo Nietzsche, del cual hablaremos mañana).