Aquel hombre se pasaba la vida mirando al mar. Siempre mirando al mar. Esperaba que las aguas se derritieran en tenues luces amarillas y después, cuando al fin se levantó, tenía ya cien años de edad y sobre la superficie del mar habían trazado mil rayas las gaviotas. ¿Has visto una mariposa de mar? preguntó el hombre de los cien años de edad al marinero. La vi. Tenía rostro de niña, era una mariposa azul, perseguida por el fantasma de una crisálida extinguida. Y el hombre de los cien años de edad se volvió a sentar, ahora mirando hacia la tierra, por ver si la mariposa se había convertido en mujer y estaba acariciando las flores del naranjo.