El niño que no sabía jugar (cuento infantil)

Pedrín creció en un mundo infame donde todos se burlaban de su incapacidad física. Sí. Pedrín era un niño inválido, Él deseaba sólo una oportunidad; una sola oportunidad para poder jugar. Absolutamente nadie de los feroces niños de su barrio sentía ninguna clase de compasión por él.

– ¡¡¡Fuera de aquí, inútil!!! – coreaban todos, al unísono, bajo las consignas que les daba el despótico Emiliano.

Pedrín sólo quería jugar una vez, una sola vez, a aquello llamado futbolín. Él sabía que su invalidez le impedía jugar al fútbol como los demás.

Sólo pedía una oportunidad, una sola oportunidad para poder jugar al futbolín en aquel hediondo bar donde los hombres adultos se emborrachaban y, al salir de la barra, dando trompicones, daban patadas a la silla de ruedas de Pedrín. Todo aquello, mientras la silla iba de un lado a otro totalmente descontrolada, producía heridas en el corazón de Pedrín.

– ¡¡¡Pedrín es un llorón!!!. ¡¡¡Pedrín es un llorón!!!. – repetían una y mil veces todos los niños del barrio siempre siguiendo las consignas de Emiliano “El Guapo” (llamado así por su fama de Conquistador de chicas). Bueno. Conquistador de todas menos de una que resultaba ser la más bella de todas. Y es “Mayka” no le hacía ni el más mínimo caso a aquel “guaperas”. Era por eso por lo que Emiliano elegía al pobre Pedrín para desahogar su impotencia. Y es que Pedrín era realmente pobre, muy pobre.

Pedrín vivía en una humilde chabola con su abuelita Doña Teresa (sus padres habían muerto en el mismo accidente automovilístico que a él le había convertido en un lisiado) la cual zurcía una y mil veces el pobre pantalón descolorido de Pedrín mientras Emiliano “El Guapo” se jactaba de vestir los “blue jeans” de las mejores marcas: comprados, por supuesto, en el mercadilllo de los mercaderes que acudían al barrio de Bellavista todos los veranos…

El caso era no dejar vivir en paz ni al pobre Pedrín ni a su abuelita Doña Teresa, a la que siempre menospreciaban aquella pandilla de verduleros y arrabaleros dirigidos siempre por “El Guapo” Emilinao que se jactaba de ligar a las mejores chavalas del barrio excepto, por supuesto, a la más bella de todas.

Efectivamente, a pesar de los múltiples esfuerzos que hacía por conquistarla, “Maika2 pasaba olímpicamente de aquel o cualquier otro “donjuan” e iba, todas las tardes, a casa de Pedrín a jugar, largamente con él, al juego de la spreguntas y respuestas…

– ¿Qué es el cielo? – le decía Pedrín(que además de inválido era ciego).
– El cielo es el liuga rpor donde vuelan los pájaros más bellos que puedas imaginarte.
– Yo no puedo imaginar la belleza…
– – ¿Por qué? ¿Qué sabes tú de la belleza?.
– Yo sólo sé que además de llorón me dicen El Feo de Bellavista.

Y es que en el barrio de Bellavista, el “guaperas” Emiliano era tan despótico que jugaba con las palabras para mofarse incluso de la ceguera de Pedrín.

Y así pasaban los dias de aquel tiempo en que las golondrinas hacían sus nidos en las tejas de la csa de la abuelita de Pedrín.

– ¿Cómo son las golondrinas? – le preguntaba Pedrín a la bellísima “Mayka”.
– Las golonndrinas son pájaros libres.
– Yo no sé lo que es la libertad…
– ¿Qué sabes tú de la libertad?.
– Cómo puedo ser libre si siempre tengo que estar sentado en esta silla de ruedas…
– ¿Qué es lo que más deseas en este mundo, Pedrín?.
– Jugar una partida de futbolín.

Al dá siguiente la bellísima “Mayka” despues de haber dicho otra vez que no a las insinuaciones del “guaperas” Emiliano, se presentó en casa de la abuelita con una enorme caja en sus manos.

– ¡Pedrín!. ¡Toca esto!. ¡Te lo he traído para ti!.
– ¿Qué es? –dijo Pedríntocande la enorme caja de cartón.
– Un futbolín para ti.
– ¡Muchas gracias “Mayka”… pero no me va a servir porque no tengo con quien jugar.
– Tienes a tu abuelita…
– Mi abuelita sufre de artrosis en las muñecas y no puede manejar un futbolín.
– ¡Entonces juega conmigo!.

“Mayka” abrió la cja y montó el futbolín en medio de la humilde sala.

– ¡Ya está!!Vamos a jugar, Pedrín!.
– Yo soy ciego.
– No importa. Mueve las barras como quieras y verás cómo sí puedes jugar…

Era un día del frío invierno cuando las golondrinas ya se habían ido del tejado- Y pedrín sonrió por primera vez en su vida antes de cerrar los ojos y morir…

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