Después de transitar durante un cuarto de hora por las calles de la gran ciudad y todavía por la zona norte de la misma, Arthur se sintió profundamente agotado.
– Paúl… estoy agotado… necesito tomarme un café caliente porque me estoy durmiendo.
– Sabes que no tengo tiempo que perder. Necesito llegar cuanto antes al Salón Tesauro.
– Te prometo que será sólo un momento. De verdad que me estoy durmiendo. Un café caliente despertará todos mis sentidos. Además, a ti también te vendrá bien.
– De acuerdo. Sólo un cuarto de hora.
– !Hecho compañero! -y Arthur estrechó la mano derecha de Paúl -Gracias. Me haces un gran favor porque de verdad que lo estaba necesitando.
– ¿Sabes de alguna cafetería que se encuentre por aquí cerca?.
– Por esta zona sólo conozco “The Owl” y “The Witch”… ¿a cuál de ellas prefieres que vayamos?.
– Me gusta más el nombre de “The Witch”.
– Te advierto que es un lupanar.
– Entonces vayamos a “The Owl”.
– !Peor, Paúl!. Eso es un tugurio de homosexuales.
– !No!. !Vayamos entonces a “The Wiych” pero con una condición!.
– ¿Qué condición?.
– Nada de rollos malos, Arthur… ¿de acuerdo?.
– De acuerdo. Te prometo que haré que nadie nos moleste. Entramos en el local, pedimos dos cafés calientes y estamos un cuarto de hora hablando de nuestros asunto.
A los pocos minutos Arthur aparcó el automóvil en la misma entrada de “The Witch” donde un grupo de mujeres buscaban clientela. Un par de ellas se acercaron al coche.
– !No!. !Nada de nada!. !Mi amigo y yo sólo venimos a tomar café! -Y Arthur Andersen les mostró a las dos mujeres su placa de Inspector de la Interpol.
Las mujeres se apartaron rápidamente de allí.
– ¿Es que también eres de la Interpol?.
– Sí, Paúl. Es otro de mis empleos con los que me gano la vida.
– Venga. Entremos y no perdamos más tiempo.
Salieron del automóvil y entraron al lupanar sin hacer caso ni a los clientes ni a las chicas. Arthur y Paúl se sentaron ante una mesa en el fondo del local. Una camarera vino hacia ellos. Arthur saco un billete de 20 pavos.
– Escucha, guapa… solo necesitamos que nos sirvas dos cafés muy calientes. No queremos que nadie nos venga a molestar para nada. Avísaselo a la Madama y díle a las chicas que no venga ninguna hacia nosotros. Al poco rato la orden ya era dada por la Madama a todas sus chicas. La camarera les sirvió los dos cafés calientes y se alejó, mientras un grupo de aquellas mujeres observaban curiosamente pero sin poder escuchar nada de lo que hablaban ellos.
– Vamos a ver, Paúl. Estamos empezando el día 12 del mes 12… ¿te dice algo eso?.
– Empiezo a tener el presentimiento de que es una cifra clave en todo este asunto. Desde que estuve en la Bilioteca Memphis he encontrado un gran número de pistas sobre el número 12… pero pienso que ninguna de ellas es la clave de todo este asunto. Tiene que ser algo diferente. Y necesito descubrirlo para resolver el problema.
– Yo también le vengo dando miles de vueltas a esa cifra. !No encuentro la solución!.
– Por eso es necesario que vaya al Salón Tesauro esta misma noche. !Estoy totalmente seguro de que la respuesta está dentro de allí!.
– Por eso es necesario que yo entre contigo.
– Te equivocas, Arthur. Entraré yo sólo. Hay asuntos que es necesario que los resuelva una sola persona. Los dos juntos complicaríamos demasiado el tema.
– Si insistes tanto dejaré que entres tú solo… pero cuídate mucho… y no olvides que puedes llamarme en cuanto tengas algún problema.
– Lo siento. No llevo móvil alguno.
– Toma éste -y Arthur le entregó uno de color azul metálico- Con este móvil sólo tienes que teclear el punto verde y te pones en contacto conmigo. No tienes ni que apuntar el número 1212 1212. Sale instantáneamente.
– Verás Arthur. Muchas gracias por acompañarme hasta el Tesauro. Hasta mi mejor amigo me abandonó en esta aventura.
– ¿Tu mejor amigo?. ¿Cómo puede ser que tu mejor amigo te deje solo ante el peligro?.
– No le juzgues demasiado mal. Tiene sus razones.
– Cuando la amistad es verdadera no hay razones válidas para dejarte solo.
– Sigo insistiendo en que tiene sus razones. Yo también opino como tú. Un verdadero amigo nunca deja solo a otro amigo verdadero… pero… en este caso hay razones muy poderosas que sirven de excepción a la regla. Recuerdo ahora una frase anónima que dice: “Cuando la amistad es falsa en los problemas se vuelve ciega”.
– Tú lo has dicho, Paúl. Sólo una amistad falta o interesada deja a un amigo en la vereda del camino.
Paúl sonrió levemente.
– No, Arthur. Sé que no resultó ser un amigo verdadero. Pero no me ha dejado en la vereda del camino. Es él quien se ha quedado varado.
– Algo así como “La sirena varada”… ¿conoces esa obra?.
Paúl volvió a sonreír ligeramente.
– Si te refieres a la obra de teatro de Alejandro Casona es cierto que la conozco; pero no nos desviemos del asunto que nos tiene esta noche conociéndonos mutuamente. Tengo algo importarte que decirte.
– ¿Qué cosa es?.
– El medallón qúe tenía entre sus manos el taxista asesinado…
– Envenenado, Paúl, envenenado con café con cianuro.
– Da lo mismo. Envenenado o asesinado me da lo mismo. A mí me interesa decirte que el medallón tenía grabados los símbolos de la Biblioteca Memphis: los cuatro puntos cardinales con sus consecuentes estatuas. Sólo que esta vez tenía el número 12 en su centro.
– !Nueva complicación, Paúl!. !Ahora sí que estoy despistado!. Yo pensaba que el 12 estaba relacionado con los signos del Zodíaco.
– No, Arthur. Nada que ver con los signos del Zodíaco. He desechado esa teoría como he desechado las múltiples teorías que he estado pensando en esta trama. Tiene que ser algo distinto. Y ese algo distinto estoy seguro que se esconde en el Salón Tesauro.
– ¿Es que tiene relación con alguna o algunas personas?.
– Yo diría que sí… pero todavía no lo comprendo… y la única manera de hacerlo es entrar allí.
Terminaron de beber sus cafés y, subiéndose las solapas de sus chaquetas de cuero negro ante el frío reinante en la gran ciudad, volvieron a subir al automóvil.