La noche del Tesauro (24): Novela.

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miércoles 2 de diciembre de 2009
La noche del Tesauro (24): Novela.

Con el mechero encendido en la mano derecha, Paúl comenzó a ojear algunos de los títulos de los libros que se encontraban apilados.

Allí estaban, entre otros, “Drácula” de Bram Stoker, “Ella Drácula” de Javier García Sánchez y “Crónicas vampíricas” de Anne Rice. Inmediatamente recordó la definición de vamprirismo para sí mismo: “una enfermedad mental caracterizada por la excitación sexual asociada con una necesidad compulsiva de ver, sentir o ingerir la sangre existiendo o no el autoengaño creencial de ser un vampiro”.

Dejó de ojear los libros apilados sobre el butacón y se dirigió, siempre con el mechero encendido en la mano derecha, a la primera estantería que encontró en medio de la oscuridad. Había un rótulo que rezaba: “Nigromancia”. Se le despertó la curiosidad y ojeó otros tres títulos. Eran “Liber Mortis”, “Los Nueve Libros de Nagash-Tomo I” y “El Necronomicón”. No quiso seguir investigando allí. Apagó el encendedor´y rememoró la definición de nigromancia, también en silencio y para sí mismo: “Una rama de la magia, considerada generalmente negra, que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres”. Entonces supo que aquel asunto era excesivamente peligroso.

Mientras tanto, en el exterior, Arthur esperaba nerviosamente fumando un cigarrillo. Un automóvil hizo chrirriar sus ruedas sobre el asfalto todavía mojado (había dejado de llover minutos antes) y frenó bruscamente a su lado. Era Katy.

La portorriqueña salió de su automóvil y se acercó, excitada, a Arthur.

– ¿Dónde está?.
– ¿Dónde está quién?.
– Paúl… ¿Dónde está Paúl?.

En ese mismo instante sonó el móvil de Arthur quien, rápidamente, abrió la comunicación.

– ¿Arthur?.
– !Hola, Paúl!. ¿Cómo te encuentras?.
– Yo estoy bien pero tengo que hablar en voz muy baja… ¿me escuchas?.
– Te escucho con total claridad.
– Arthur… este asunto es excesivamente peligroso. Sólo puedo contarte que estoy dentro de la biblioteca del Tesauro.
– ¿Quién es? -le preguntó, cada vez más excitada y nerviosa, Katy a Arthur- ¿Es Paúl?.
– Sí. Es Paúl.
– !Déjame por favor el móvil a mí!. !Necesito hablar con él!.
– No sé que hacer. Espera que le pregunte.

Se produjo un tenso silencio.

– Paúl… ¿estás ahí?.
– Sí, Arthur, sigo aquí pero insisto en que sólo puedo hablar en voz muy baja. Este asunto puede que estalle de un momento a otro.
– ¿Necesitas mi ayuda?.
– De momento no. Tú limítate a cumplir con lo pactado.
– Eso haré. Ahora escucha bien… Katy quiere hablar contigo.
– ¿Y qué hace Katy ahí?.
– No lo sé. ¿Quieres hablar con ella?.
– Bien. Tengo muy poco tiempo pero ya sé que es bastante terca. Pásale el móvil.

Arthur pasó el móvil a Katy.

– !Paúl!. ¿Dónde estás?.
– Haz el favor de no hablar tan alto…
– ¿Dónde estás y qué haces ahí?.
– No importa. Estoy bien y eso es lo importante.
– !No!.!Díme dónde estás!.
– Te repito que no hables tan alto… ¿de acuerdo?…o corto la comunicación ahora mismo.
– Bien. Lo importante es lo que te tengo que decir -habló yan en voz baja Katy.
– ¿Qué quieres decirme?.
– !Que te amo, tonto! -volvió a levantar la voz la portorriqueña.

Se produjo otro largo y tenso silencio…

– Estás equivocada, Katy. Toalmente equivocada.
– ¿Qué quieres decir con eso?.
– Que ni soy tonto ni estás enamorada de mí. Te lo voy a decir sólo una vez. Estás pensando de mí que soy un héroe sobrehumano y yo, por supuesto, no lo soy. Tú te has enamorado sólo de un falso espejismo. Yo no soy quien crees que soy y no tengo nada más que decirte porque debo seguir con mi investigación.
– ¿Qué sabes tú de mis sentientos?.
– Lo suficiente como para saber que estás profundamente equivocada. Lo importante no es lo que yo sé sobre tus sentimientos sino los que tú sabes de ellos.
– No te entiendo…
– Te estoy diciendo que debes empezar por saber quién eres tú. Cuando hayas aprendido eso te darás cuenta de todo.
– !Pero yo te amo de verdad! -volvió a levantar la voz Katy.
– Vuelvo a insistirte que bajes la voz, por favor.
– Bueno. ¿Has oído bien lo que te he dicho?.
– Lo he oído perfectamente. Insisto en que tú te has enamorado de un héroe y yo no soy nada de eso. No tengo más que decirte. Adiós…

Paúl cortó la comunicación.

– !No insitas, Katy! -le dijo Arthur completamente nerviso- !Está totalmente enamorado de otra chica!.
– ¿De quién?. ¿Cómo se llama ella?.
– No tengo ni la más mínima idea. Él nunca me lo ha dicho y yo, por supuesto, no voy a insistir sobre ese tema. Respeto profundamente la palabra dada a un amigo.
– !!Le odio!!.
– Ni le amas ni le odias. Eso sólo son reacciones primitivas de tu forma de ser. Razona por un momento. ¿No entiendes que hay otra mujer que ocupa por entero todo su corazón?. Sólo por ella está metido en este jaleo.
– ¿Qué jaleo?.
– Algo que tú no debes saber… y te recomiendo que subas a tu automóvil y te vayas a dormir a tu lujoso domicilio.
– !Cuando le veas le dices que le odio!.
– ¡Otra vez, Katy?. !Cómo vas a odiar a alguien que no conoces!. Yo respeto la intimidad de Paúl y no pienso contarte nada sobre su personalidad.

Katy no tuvo más remedio que, furiosa consigo misma, abrir su coche, entrar en él, soltar un puñetazo sobre el volante, poner el auto en marcha y salir a toda velocidad perdiéndose en la niebla…

En aquel preciso instante Paúl, que ya tenía el encendedor apagado, tropezó bruscamente con una de las atiborradas estanterías de aquella lúgubre biblioteca y varios pesados volúmenes cayeron al suelo armando un ruido estrepitoso. Quedó completamente inmóvil y en silencio. Por el pasillo alguien venía corriendo en dirección a la puerta de la biblioteca. A Paúl sólo le dio tiempo a esconderse entre dos de aquellas estanteráis.

La puerta de la bibiliteca se abrió, derribada con una feroz patada, y se produjo un enorme estruendo…

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