Vengo de estar contigo en esa hora olvidada en que tú dijiste un “te quiero” que era la falsa moneda que el viento dejó en mi mano tendida… y yo la miré tu cruz y me fui despacio, muy despacio, con las manos en los bolsillos del aire… sin más memoria que el olvidarte con un par de minutos sinceros. Después nació otra vez el alba, pulsé los latidos de mi corazón y supe que estaba vivo. Tu figura se fue diluyendo en ese cristal de la escarcha y al tumbarme sobre las rosas había olvidado ya hasta mi nombre y tu ojos. Más allá resonaba el espacio de la soledad pero más acá mi corazón latía en una nueva aventura pasajera… sólo para vivir del aire sin la moneda perdida en no se qué rincón del desván de mis apuntes. Apunté tu nombre en un poema silente y el silencio me volvió, de repente, aeronatura de los mares. Y hasta allí me fui… hasta las costas opuestas donde brillaba la luz con más calor en mis labios. Y trazé un poema en el viento:
Olvido lo que he vivido
por no molestarte más
y además
a otra he conocido
a la que no olvido jamás.
Los gorriones de la ribera me trajeron un nuevo enigma pero ya estaba yo vivo… y en mi vivencia diaria ya estaba yo encendido con una nueva pasión. Detrá sólo quedaba un poema silente… silente como un verso inocente lleno de palabras blancas. Y trazé otro poema en el viento.
Tiño mis sueños rojos
de amanecer encendido
que yo ya he aprendido
a mirar a otros ojos.
Las gaviotas fueron llegando… una tras otra… una tras otra… hasta cubrir el cielo con sus alas blancas y ese fulgor azul del cielo en dónde yo imaginaba escenas de amor. Escenas en este teatro de la vida. Pero ya estaba yo vivo. Y volví, una vez más, a trazar un poema en el viento.
Mañana será la aurora
la que me haga despertar
que ya tengo otro mirar
en el minuto y la hora.
Y quedé esperando… esperando el silencio que se rompió bajo el sol… y una voz me dio la bienvenida de esos amores pasados… tan pasados que ya eran solo un olvido cerrado en mis libros de historia. Pero ya estaba yo vivo. Y entonces escribí un último poema sobre la arena.
En esta playa vital
he encontrado el misterio
de un verso ya acabado
que paso ya de tu beso
y busco el enamorado
que me da una gaviota
bajo el cielo estrellado.
Y me marché. Y a mi barco lo llamé, como había oido cantar, Libertad… pero ya estaba yo vivo.