Hay una frágil línea que separa el orgullo de la dignidad. Tan frágil es esa línea, que a veces pueden confundirse actitudes que provengan de uno o de otra. Mi opinión es que en realidad hay diferencias fundamentales, que a nadie con un mínimo de sensibilidad y sentido común pueden escapárseles.
El orgullo siempre proviene del ego, de esa parte tan nuestra que, a menos que estemos dispuestos a mantenerlo a raya, a incluso intentar (no es nada fácil) destruirlo, puede acabar amargándonos muchos ratos que deberían ser buenos, puede romper amistades entrañables.
La dignidad, sin embargo, proviene de un punto de partida diferente, no se basa en el ego sino en la concepción que de nosotros mismos como seres íntegros tengamos. La dignidad es la que nos hace rechazar el mejor regalo, el mejor premio, si antes de recibirlo hemos notado algún signo de duda o de intento de soborno de nuestra voluntad por parte del dador.
Una de las frases célebres de Mahatma Ghandi sobre la dignidad reza así: “”En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle.”
Nadie puede despojarnos de nuestra dignidad sin nuestro permiso, ésa es precisamente la premisa que debe fortalecernos en preservar ese aspecto de nuestra intimidad.
Cuanta razón tienes Carlota. El orgullo ha llevado a muchas personas que lo poseen a dejarme de lado por no conseguir domar mi dignidad. Prefiero ser humilde en mis actos que ser pretenciosa. Amistades a las que creí, con el tiempo me demostraron que alimentarles el ego era lo que más valoraban. Por suerte se fueron de mi lado, hubiera sido desastroso para mi tenerlas conmigo..
Me gustan tus reflexiones y pensamientos , das en la diana con ellos.
Un beso
Estoy completamente deacuerdo contigo amiga Carlota, no se pueden medir el orgullo y la dignidad, el primero es perfido y negativo, mientras la dignidad es una virtud del hombre que tenemos que preservar,un besote