Uno viste de oro y el otro viste de plata. El que de oro viste es pura apariencia majestuosa y arrastra a las masas que vociferan su nombre en medio de la caliente tarde sevillana de la Maestranza; donde tantas tardes de gloria dieron los mejores de todos los tiempos: Curro Cúchares, Pepe-Hillo, Espartero, “Gallito”, Pepín, Juan Belmonte, Antonio Ordóñez, “Chicuelito”, Pepe Luis Vázquez, “Cagancho”, Curro Romero, Arruza, César Girón, “Manolete”, José Tomás, “El Gallo”, Morante de la Puebla…
El Torero de Oro sonríe triunfal mientras el público le ovaciona ante aquel mano a mano definitivo. El otro, el que viste de plata, sale en silencio a la arena. Nadie conoce su verdadera historia torera. Nadie confía en él. Nadie apuesta ni un euro por este jovenzuelo que se ha atrevido a aceptar el desafío del gran torero dorado. La multitud aplaude al grande, al inmenso arrasador de masas, especialmente mujeres que, ya entradas en años, le aclaman como a un héroe de la Antigua Grecia. Es como Aquiles hecho persona. El otro, el torerillo que viste de plata, sólo guarda silencio mientras dan el paseíllo hasta el centro del redondel. Nadie le conoce pero todos opinan. Sí. Todos opinan que no podrá con los miuras. Y, mientras tanto, las más jovencitas y hermosas chavalas sevillanas, se muestran totalmente imparciales porque creen que si aquel joven torero vestido de plata ha aceptado el reto debe ser por algo; pero ninguna de ellas proclama nada ni se decantan por ninguno de los dos. La masa apasionada ha pagado el caro precio de la corrida del mano a mano para ver, triunfar de nuevo, al torero vestido de oro. Alguien, en el mercadillo cercano a la plaza, está haciendo su agosto revendiendo entradas al doble o al triple precio de taquilla.
Ya el sol aprieta, agobiante, cuando llega al palco la famosa cacica aristócrata Doña Esmeralda, acompañada por el Excelentísimo Señor Alcalde y los ediles. También está con ella el Gobernador provincial. Ella bebe los vientos por el torero dorado, el gran dios de la tauromaquia en los ruedos nacionales y extranjeros. Sin embargo, a hurtadillas y sin que nadie lo note, sin que nadie la pueda descubrir, Doña Esmeralda se ha fijado también en aquel joven torerillo que, vestido de plata, guarda silencio antes de que el primer miura salga a la arena. Algo hace que ella le mire con excesiva e imprudente curiosidad. Los sevillanos y las sevillanas son muy listos a la hora de descubrir ciertas cosas secretas.
– ¿Es posible que ese jovenzuelo se haya atrevido a aceptar el mano a mano con mi gran héroe internacional? -le pregunta al Excelentísimo Señor Alcalde Don Julián.
– De locos está el mundo lleno, Doña Esmeralda.
Pero ella se vuelve a fijar en él. No. La mirada extrañamente iluminada de aquel muchachito vestido con traje de plata no es la de un loco. Ella lo sabe muy bien. Conoce perfectamente a los hombres. Sólo que aquel joven Torero de Plata tiene algo misterioso en el interior de su personalidad que ella no acierta a descubrir por más que lo intenta y eso hace que si rostro enrojezca de rabia. Su corazón está con el héroe dorado y le aplaude continuamente mientras éste le lanza sonrisas y besos al aire… pero !aquél muchacho!… !qué tiene aquel muchacho que tanto le llama la atención!.
– !No le perdones!. !Dále una demostración que no la olvide jamás en su vida! -exclama Doña Esmeralda dirigiéndose a su héroe vestido de oro -!Quiero que hoy realices la mejor faena de tu vida!. !Que nadie la olvide jamás!.
Pero, de vez en cuando, no puede resistirse a mirar a aquel silencioso torero vestido de plata… ¿qué sucede con él?.
– ¿De dónde ha venido, Excelentísimo Señor Alcalde?.
– ¿Quién, Doña Esemeralda?.
– Ese torerillo vestido de plata.
– Yo no lo sé exactamente. Dicen que en las Américas lo conocen como un verdadero triunfador… pero aquí en España, por lo menos en nuestras querida Sevilla, nadie sabie nada de él.
– Pero, aunque viene de las Américas, es español… ¿no es cierto?.
– Español por los cuatro costados… y se dice de muy buena tinta que aprendió el Arte en Vista Alegre y que fueron sus maestros unos pocos hombres pero, sobre todo muchas mujeres bellas y hermosas.
– ¿Es que en Madrid hay muchas mujeres bellas y hermosas que sepan de toros?.
– !No sabe usted bien la cantidad de bellas y hermosas mujeres madrileñas que saben tanto de los toros como para poder ser verdaderas maestras.
– !Pues si ese Torero de Plata aprendió en Bellavista mi Torero de Oro aprendió en Las Ventas, la Monumnetal, la plaza más ansiada por todos los grandes.
– Verá usted, Doña Esmeralda… no es lo mismo aprender en los las bellavistas altas que es las ventas bajas… y usted me está comprendiendo bien lo que quiero decir… ¿verdad?.
– !Cállese impertinente!. ¿Alguna vez le han llamado a usted majadero?. !Pues lo es!.
– Las verdades siempre duelen, Señora…
Doña Esmeralda prefirió olvidar la provocación del Alcalde y centrarse de nuevo en el tema…
– ¿Pero es que en todo Sevilla nadie sabe nada de él?.
– Bueno… existen ciertos rumores sobre su vida pública. Sólo chismes nada más. Algunos pueden ser mentira pero otros pueden ser verdad… como que es un gran conocedor de las mujeres.. y ha conquistado a muchas de ellas sin apenas proponérselo. De su vida privada sí que no se sabe nada.
– No me creo yo eso. Es demasiado joven…
– No se lo crea… pero cuando el agua sueña es porque piedras trae o, en otras palabras, cuando tanta gente lo dice algo de verdad debe haber sobre ello.
– ¿Usted cree que mi amado héroe lo conoce?.
– Debe de conocerle cuando le propuso este mano a mano con seis miuras nada más y nada menos… eso al menos parece lo lógico…
– Pues yo estoy casi segura de que mi Torero de Oro no conoce apenas a ese Torero de Plata salvo alguna que otra cosa superficial. No sé. Es mi intuición femenina la que me lo dice. Ese Torero de Plata es demasiado misterioso para el Torero de Oro y esop es lo que más me molesta…
– Doña Esmeralda. Cuidado. Que los sevillanos y las sevillanas somos gente que observa mucho y muy listos y listas a la hora de adivinar cosas secretas.
– ¿De qué me está usted hablando, mentecato?.
– De que tenga mucho cuidado con lo que dice y, sobre todo, con lo que siente…
Aquella insinuación enojó aún mucho más a Doña Esmeralda…
– !Dale una lección de arte taurino que no lo olvide jamás! -explota de nuevo, nerviosa, Doña Esmeralda dirigiéndose al héroe que viste un traje de oro tan brillante que parece como si el Sol hubiese bajado a la arena de la plaza de toros de Sevilla. -!Que toda Sevilla y toda España sepa quién es quién! -le sigue arengando Doña Esmeralda mientras… sin embargo… no puede dejar de mirar, de vez en cuando, a aquel torero vestido de plata que sólo guarda silencio… y las más jóvenes y bonitas sevillanas sólo ríen y sonríen mientras saludan con las manos a la cámara de la televisión. !Hace calor!. !Hace mucho calor en Sevilla!. Pero ya el reloj no puede echar marcha atrás. El primer miura ya está preparado. La masa vocifera y vitorea al Torero de Oro que se encuentra detrás de un burladero, hábilmente escondido… mientras el Torero de Plata está recostado sobre las tablas del tendido número 8, fumando un cigarrillo.
– Yo confío en ti -oye a un señor de bastante edad que está justo detrás de él -aunque sea el único que confíe en ti.
El Torero de Plata mira hacia atrás y sonríe.
– Es guapo… -le dice una linda jovencita a otra morena explosiva de lo hermosa que es.
– Sí. Es muy atractivo. !Yo voy a ver si me firma un autógrafo!.
– Jovencita… si quiere yo le ayudo… deme su cuaderno y su bolígrafo y verá cómo se lo firma.
– Muchas gracias cabalero… pero prefiero hacerlo yo sola por mi cuenta -y baja rápidamente las gradas hasta llegar al callejón. Salta. Se sitúa detrás del Torero de Plata y le llama la atención.
– Por favor, guapo, no te importaría darme un autógrafo… y si puede ser… un besito en la cara… -es atrevida la jovencita veinteañera.
El Torero de Plata da media vuelta. La ve. La mira con su mirar pacífico, sereno y bohemio. Le toma el cuaderno y el bolígrafo. Le firma el autógrafo…
– ¿Y el besito?.
– El Torero de Plata sólo sonríe levemente… así que la atrevida veinteañera le da ella a él un beso en la cara y sube, rápidamente las gradas, hasta situarse junto a su amiga.
– !Mira, Julita!. !Su autó9grafo! -dice entusiasmada aquella sexy veinteañera.
– !Qué suerte tienes, Mercedes!.
Aquella escena ha sido vista por el Torero de Oro, el de la mirada dura de conquistador invencible. El de la mirada de acero que tanto entusiasma a las mujeres ya entraditas en años. Se siente molesto y cuando se molesta siempre se le hinchan las venas del cuello. Es como si los celos y la envidia estuviesen entrando en su corazón. Pero apenas dice nada. Sólo que se siente molesto y está dispuesto a conquistar a aquella chiquilla veinteañera; a aquel bombón de mujer a la cual le lanza su furiosa mirada sin que ella apenas se de cuenta de ello. Entonces decide que se vengará de otra mejor manera. Dejando en ridículo al Torero de Plata, que sigue fumando tranquilamente junto al tendido número 8 de la Maestranza de Sevilla. El Torero de Oro, en el burladero del tendido 7, está rumiando venganza para sus adentros. Quiere demostrar que el único número uno del escalafón, de los top ten, de las estadísticas y de los ránkings del mundo entero es él y nadie más que él.
La puerta de los corrales se abre y se abre la puerta del toril. El duelo ya ha comenzado incluso antes de que salga el primer miura a la plaza, con aquello del beso de la bellísima veinteañera. No hay marcha atrás. La puerta del toril ya está abierta…