Por la noche todos los gatos son pardos:
luces que se fantasean lunas
y sombras prendidas del asfalto.
Ojos de semáforo ponen los acentos.
yo, tú, eso.
En el sinfín de las revoluciones se divierte un gato agorero
es su ronroneo, la melodía que acompasa los silencios.
“Por primera vez, nuestras conversaciones son civilizadas”
“Había olvidado lo bien que se siente hablar contigo”
“Al fin escuchas como cuando eramos niños”
Rayano, el discurso se confunde con el viento,
aparición motiva a través de cada ventanilla,
y ya no parece que hablemos
unos a los otros,
ya no se puede decir que nos escuchemos;
como los vasos, comunicamos el contenido de personales vacíos.
“Deberíamos, más a menudo…”
“El otro día tuve un presentimiento…”
“-como si fuese la mismísima Virgen…”
La ciudad es una arquitectura del encuentro,
sucesión horizontal de pasaportes al cielo.
Aquí y allá, ofreciendo su piel de asfalto a nuestro neumático devaneó.
Y la radio…
la amiga del buen rollo, desplegando rumbo del horizonte hertziano:
…………………………………………(música de viento)
“Avanzamos sólo en el tiempo.”
“He comprado un futuro.”
“Ya tengo sueño.”
¡shhh!
¡vayamos de regreso! (pianissimo piano)