La puerta del toril se abre. !Sale el primer miura a la arena que parece gritar de espanto ante su presencia!. El público guarda silencio; un silencio que rasga el bochorno de la tarde. Es alto de agujas, “agalgado” o levantado del suelo, largo, de gran caja, huesudo, manos y patas altas, fino de piel y algo lavado de cara, con un peso exacto, según la balanza de la Plaza de la Maestranza de Sevilla, de 500 kilos. Su nombre es “Molinos”. Lleva, sobre el lomo, la divisa de los colores verde y grana con la A mayúscula y dos semicírculos en ambos lados de la A. Viene desde la legendaria finca de Zahariche, en la población sevillana de Lora del Río. Su señal es un henchido y muesca en la oreja izquierda y despuntado con golpe en la derecha. “Molinos” es de color cárdeno sangre. Los ojos negros de “Molinos” tienen “la mirada de la muerte”. La gente guarda silencio sepulcral… y le toca, por puro sorteo al azar, que lo toree El Torero de Plata que ha tirado el cigarrillo al suelo dispuesto a iniciar su faena.
!Pero el Torero de Oro no olvida la escena del autógrafo que el Torero de Plata le ha regalado a la gupísima chavala Mercedes y no está dispuesto a que le dispute la admiración de ni una sola de las mujeres allí presentes!. !De repente, sin que nadie pueda evitarlo, sale del burladero dispuesto a maravillar al mundo entero!. El público comienza a ovacionarle. Algunas de sus seguidoras, ya entraditas en años, le piropean y ya se siente el triunfador de la tarde, el vencedor de aquel duelo final. Las chavalas jóvenes y bonitas sólo se están riendo de las bromas que algunos jovencitos les cuentan al oído. El Torero de Oro está dispuesto a que ninguno de ellos le quite la atención de ellas y, menos aún, que el Torero de Plata cuaje una faena inolvidable a este “Molinos” de Zahariche.
En los tendidos del Sol se encuentra, observando detenidamente, el genial Curro Romero y la sombra fantasmal de los bustos de Curro Cúchares, Pep-Hillo y El Espartero, se mete en lo profundo del cerebro de “Nandito El Merenguito”, incapaz ahora de pronunicar palabra alguna mientra la Señorita Mora sonríe. ¿A quién sonríe la Señorita Mora? se está preguntando, mordiéndose las uñas, “Nandito El Merenguito”. No. La Señorita Mora no está sonriendo al Torero de Oro, “Nandito El Merenguito”, siempre tan cotilla por saber qué piensa “La Mora”, comienza a darse cuenta… !está sonriendo al sereno y tranquilo Torero de Plata!. Y se muerde con más fuerzas aún las uñas de sus manos ante la impotencia de poder hacer que ella deje de sonreír.
El Torero de Oro se lanza, en tromba, hacia “Molinos”. Tiene los celos a flor de piel. Cree que el Torero de Plata está pensando en Doña Escarlata. Se equivoca en dos cosas fundamentales para un torero como él. La primera es que El Torero de Plata no está pensando para nada en Doña Escarlata. El pensamiento del Torero de Plata está centrado en un lugar situado a 538 kilómetros de la Plaza de la Maestranza de Sevilla. La segunda es mucho más grave todavía… y es que, en su furor, rabia e ira, ha olvidado lo fundamental de la tauromaquia: templar los nervios y saber cómo se recibe a un toro, sobre todo si es uno de la ganadería de los Miura. Se ha lanzado como hacia un vacío donde no tiene dónde asirse y las ovaciones y los olés del público lo han envanecido tanto que se equivoca del todo. Desarmado, sin ajustarse a los cánones del buen torear, perdida cualquier medida de la distancia que hay que tener para recibir a un toro, descompuesto, con la cara lívida porque cree que el Torero de Plata le quiere, en aquel reto, quitarle los amores de Doña Escarlata, está totalmente enfebrecido con el triunfo y la gloria… !Y “Molinos” lo empitona por el muslo derecho y lo lanza hacia lo alto!. Cae en mala postura y está totalmente indefenso ante el miura. Su cuadrilla no hace nada por él… !pero entonces es el Torero de Plata, quien, ante la cara de espanto que tienen todos los espectadores y espectadoras y ante la cara de pánico que tiene Doña Escarlata… se va directo hacia “Molinos”, la saca diestramente de encima del Torero de Oro y comienza a llevárselo hacia el centro del redondel mientras, ahora sí, cuando el peligro ya ha pasado, toda la cuadrilla del Torero de Oro se acercan a él, lo recogen y se lo llevan rápidamente hacia la enfermería!.
– !Lo ha matado!. !Lo ha matado! -grita Doña Esmeralda al Señor Julián el alcalde -Ese maldito toro acaba de matar a mi Torero de Oro!.
– Esmeralda… por favor… no seas tan impulsiva que se van a enterar todos los presentes… todavía no se sabe si está muerto, si está herido de gravedad, si está herido leve o si no tiene herida alguna. ¿Por qué no te serenas y te callas de una vez y te dedicas a ver qué hace el Torero de Plata con este enorme miura?.
– Le odio. Le odio profundamente al Torero de Plata porque él ha sido el culpable.
– Pero ¿qué está usted hablando señora? -le contesta una bonita sevillana de esas que no paran de reír. ¿Cómo va a ser el culpable si lo único que ha hecho, en todo caso, ha sido salvarle la vida?.
– !Tú que sabes de toros y toreros mocosa!.
– Posiblemente más que usted -interviene en defensa de la chavala su novio que está sentado a su lado y abrazándola amorosamente.
– Por favor -interviene un señor muy anciano- ¿tendrían ustedes la amabilidad de dejar de discurtir y deleitarse, por un momento, con lo que está haciendo El Torero de Plata?. !Observen!. !Observen en silencio y no discutan más por favor, se lo ruego a todos ustedes!.
Las palabras de aquel señor tan anciano, llamado Don Florencio, fueron como un bálsamo de paz… porque todos dejaron de discutir y se centraron en la genial demostración de toreo fino, espectacular, algo sensacional pero sobre todo artístico, que estaba llevando a cabo El Torero de Plata. Curro Romero sólo guardaba silencio y observaba mientras en su cerebro se imaginaba a él mismo en la mejor de sus magistrales actuaciones, cuando era capaz de poner la “plaza boca abajo” ante todo público, más allá de la edad o el género, y luego mataba de una sola estocada siendo tan grande su obra que le sacaban a hombros no sólo en Las Ventas de Madrid sino también allí, en La Maestranza de Sevilla, donde era un verdadero ídolo popular.
Viendo torear al Torero de Plata, Curro Romero, con los ojos entornados por los rayos de Sol que le alumbraban como si fuera el mismísimo dios Júpiter, añora las palabras que un día escribió de él el mejor escritor de arte taurino que ha existido, el también grande en arte Ignacio Cossio. Curro Romero calla ante la extraordianria actuación que está ralizando, en completo silencio, aquel Torero de Plata que había brindado el toro a la linda chavala Mercedes pero cuyo pensamiento estaba sólo centrado en “Molinos” y en un punto tan distante como 538 kilómetros desde Sevilla: “Es el último torero de leyenda, de personalidad arrolladora, mitificado hasta la misma linde de la mitología taurina. Su toreo tan lleno de garbo, señorío y empaque ha sido imposible de explicarse del todo, resulta difícil catalogarlo, encasillarlo por su forma de interpretarse, no es sevillano, no es agitanado sino más bien rondeño pero no totalmente, era personalísimo, inconfundible, irrepetible como la esencia de Romero, Curro Romero sin más. Llegó al toreo por el camino de la necesidad, que no es otro que el que alimenta el espíritu de los valientes. Nace en el seno de una familia humilde y obrera que pastorea ganado tras la guerra civil en el Cortijo de Gambogaz, propiedad del General Gonzalo Queipo de Llano, y allí mismo guardando vacas, ovejas y cochinos escucha los primeros olés de su vida, arrastrados por el viento, que desde la Maestranza le llegaban con el río”. Curro Romero rememora. ¿El Torero de Plata era él mismo quizás?. No era él mismo… pero era la viva estampa de él mismo… él mismo pero con otro rostro, otro cuerpo, otro físico pero quizás con la misma “alma torera”. Pensó que las palabras de Ignacio Cossío muy bien podrían haber sido escritas para El Torero de Plata. Y sigue rememorando.
“A los catorce años de edad, cuando siente la necesidad de escapar de ese mundo que le rodea, se adentra en el planeta de los toros, un territorio que no le era menos familiar por otra parte pues su padre era un buen aficionado e incluso tenía un tío paterno que llegó a torear de becerrista en la plaza de toros de Sevilla. Con el apoyo de los suyos y el paso de unos años comienzan los tentaderos que le permitirán debutar de luces con éxito en La Pañoleta el 25 de Julio de 1954; y dos meses más tarde hacer lo propio con caballos, concretamente el 8 de septiembre en la localidad sevillana de Utrera, actuando con Juan Gálvez, Paco Corpas y Ruperto de los Reyes, recogiendo un sonoro triunfo. Su carrera se toma un descanso a la vuelta de su actuación en Barcelona el 1 de enero del siguiente año para incorporarse al servicio militar en la Maestranza de Artillería de Sevilla, sito a escasos cien metros del Coso de Baratillo. Una vez licenciado y con la recomendación de su apoderado Antonio Chaves, nieto de ‘Camero’ –el que fuera picador con Joselito, y con la intermediación de Diodoro Canorea-, logra debutar en Sevilla el 26 de mayo de 1957, sustituyendo al herido Juan García ‘Mondeño’. La tarde de su presentación en Sevilla y especialmente la faena realizada al sexto novillo de la tarde, de nombre ‘Radiador’, de Benítez Cubero, causó un impacto mayúsculo entre los aficionados que pronto comienzan a comparar su personalísimo empaque y majestad con el mismísimo Reverte o Antonio Fuentes. En su primera etapa surge el Romero más puro, el más clásico, el más belmontino, fiel a la mejor tradición de los toreros de los años treinta. Si Paula fue el sueño del Pasmo, Curro es su sonrisa, la alegría, el disfrute del arte. Toreo cien por cien natural, aunque, sin el dramatismo ni el barroquismo gitano, se convirtió de repente en la sombra del toreo flamenco en pro de esa cruzada que se dió en llamar por y para el arte. Recordemos los versos del poeta valenciano Rafael Duyos:
¿No hay guitarra que te cante?
¿No hay soleá que te nombre?
¿No hay son de palmas que diga
lo lento de tu capote…?
En aquellas fechas puede decirse que nació a la vez el movimiento más leal que ha existido alrededor de la figura de un torero, cuasi una religión, más conocido como el ‘currismo’. De Sevilla se extendió a todo el país formando legiones enteras de aficionados que le siguieron, lo esperaron y se deleitaron con su buen toreo desde entonces hasta hace casi nueve años en donde decidió retirarse definitivamente tras un festival toreado en La Algaba, contando con 66 años de edad; y 42 años de profesión a sus espaldas”.
Curro sigue recordando, mientras el anciano profesor Don Florencio Lucas Rojo, también completamente silencioso, recuerda el poema el Rafel Duyos, y observando al Torero de Plata. ¿Por qué el anciano profesor de escuela Don Florencio Lucas Rojo, observa tan intensa y silenciosamente al Torero del Plata mientras escribe en una hoja, con su pluma estilográfica recuerdo de otros tiempos pasados, sus propios versos?.
!Hay escrito, plata fina, un pasodoble
que cantan las chicas de España
dónde se celebra tu hazaña
de torero, al redoble
de las campanas de la maña
Virgen del Pilar. Y al doble
compás de tu arte, se apaña
Dios para hacerte noble!.
!Que corre por tu sangre que no engaña
sangre de reyes. Y el roble
se rinde ante la caña
de un gitano pasodoble
que cantan las chicas de España
por tu Arte puro y noble!.
Don Florencio termina su sencillos poema y se lo guarda en el bolsillo de su camisa, junto al corazón. ¿Por qué aquel maestro de una sencilla escuela madrileña ha venido, a pesar de lo anciano que es ya, hasta la Maestranza de Sevilla por ver el duelo entre el Torero de Oro y el Torero de Plata y por qué ha sido a éste último al que le ha escrito el breve pero emocionado poema?. Misterios en la tarde sevillana de la Feria de Abril. Misterios en La Maestranza. Misterios en aquella forma tan imaginaria de torear que se está empezando a convertir ya en verdadera y real leyenda. ¿Es solamente un sueño de él?. ¿Es un sueño de Don Florencio?. ¿Es un sueño de Curro Romero?. ¿Es un sueño del propio Torero de Plata?. ¿O quizás sólo sea un sueño de Dios?.
Lo que, en realidad, está sucediendo esta tarde calurosa de la Feria de Abril sevillana,en medio del silencio general, en la Plaza taurina de La Maestranza es, sencillamente, que se está realizando el milgaro de la Fantasia en que un niño se ha convertido en torero y, viceversa, un torero se ha convertido en niño.