Ojalá los ocres
esquivaran los celestes
y los verdes
a los blancos y los grises.
Ojalá las aguas
volvieran a sus cauces
y la sensible arena
dejara de temblar.
Hay una vereda triste
que conduce al infinito,
hay tierras dulces
anegadas de dolor.
Secos llantos rasgados
envueltos en soledad,
esperando el renacer
de una nueva primavera.
Hay un mudo ruiseñor
en la desangelada rama
de un abatido cerezo
incapaz de florecer.
Un murmullo de voces
acallando sentimientos
de seres involucrados
simplemente en subsistir.
Hay escapes radiactivos
que emanan silenciosos,
buscando nuevos mundos
donde pulcramente dormitar.
Mas siempre saldrá a la luz
un sencillo brote de vida,
intentando sobrevivir
al fin de la esperanza.