La jovencita y bellísima Alison Lilian Teenager se encontraba en su despacho del diario Daily News de Bangkok repasando los últimos datos recogidos para su reportaje periodístico sobre la vida de los elefantes blancos de Tailandia. Alguien tocó en la puerta.
– Adelante.
Era Diana, la hermosa secretaria privada de Boniface Morris.
– Alison, el jefe quiere verte.
– Dile que espere solamente diez minutos.
– Ha dicho que es muy urgente.
– Si quiere verme que espere diez minutos.
– Pero se va a enfadar…
– Si se enfada peor para él. Repito, por última vez, que si quiere verme que espere diez minutos. Por diez minutos más no se va a acabar el mundo y tengo todavía algo que hacer.
– Está bien. Espero que lo comprenda.
– Si no lo comprende es sólo asunto suyo.
La hermosa secretaria Diana salió del despacho de Alison y cerró la puerta. Alison Lilian respiró profundamente y comenzó a recordar su infancia. Hija única de la guapa modelo ecuatoriana Leslie Carla Álvarez Otero y el senador norteamericano John Fitzgerald Osborne, había nacido y se había criado en Madrid, una localidad del condado de Saint Lawrence, en el Estado de Nueva York, de 1.828 habitantes, cuyo su nombre fue tomado de la ciudad de Madrid, capital de España. La localidad se encontraba al norte de la ciudad de Canton.
Criada con toda clase de lujos, por su extraordinaria belleza todos la apodaban Teenager y era conocida como Alison Lilian Teenager, apodo que había adoptado ella misma cuando cursaba los estudios de periodismo en la ciudad de Nueva York. Desde niña había desarrollado un extraordinario físico escultural gracias a que su abuelo Ezequiel Osborne, puertorriqueño afincado en Madrid, la había llevado siempre a practicar tenis al The Racquet and Tennis Club, un club deportivo privado situado en el 370 de Park Avenue de la principal ciudad norteamericana. Allí, en el citado club privado, había recibido enseñanza física y tenística dirigida por su pariente Jim Osborne, el grande y famoso tenista hawaiano e, igualmente, había aprendido a actuar en teatro y cine dirigida por los sucesores del también lejano pariente suyo, londinense, John James Osborne. Como tenista todos los que la veían jugar de niña le pronosticaron que llegaría muy lejos si se dedicara al tenis profesional y quienes la vieron actuar en teatro y cine decían de ella que sería una inolvidable actriz, en ambas facetas, si decidía tomar esa profesión… pero ella había preferido ser, ante todo y en primer lugar, una excelente periodista y soñaba con ganar el Premio Pulitzer algún año. Ahora recordaba aquella niñez y primera juventud en que todos los chavales de Madrid intentaban ser amigos de ella. De manera especial recordaba al simpático Joe De Julián, un descendiente de españoles que no hacía otra cosa más que cortejarla en todo momento y espantar a sus más directos rivales. Recordaba…
– Escucha Joe… te he dicho mil veces que no quiero que pelees con los demás por mi culpa.
– Tú no tienes la culpa. Los culpables son ellos.
– Pero… ¿se puede saber que te han hecho a ti?
– A mí nada. Y que no se atrevan ni a intentarlo. Pero mi sangre española se altera cuando veo tantos moscardones a tu alrededor.
– ¿Por qué les llamas moscardones? Eso es una falta de compañerismo.
– Nada de compañerismo ni zarandajas parecidas. Les llamo moscardones por no llamarles moscas. Mi abuela española, siempre que venía de visita a Madrid, me contaba lo de “a un panal de rica miel cien mil moscas acudieron y por golosas murieron presas de patas en él” y también lo de “no está hecha la miel para la boca de un asno”. Así que… ¡mucho cuidadito conmigo!… sobre todo el gordo Anthony Parrish… que me cae más gordo que la ballena Moby Dick en plena Fiesta de Hallowen. ¡Y mira que es feo ese Anthony!.
– Jajajajaja…
Alison Lilian Teenager, todavía con la sonrisa en sus hermosos labios, volvió a la dura realidad.
– Dios mío… Boniface debe estar verdaderamente colérico y más rabioso se va a poner cuando le diga que todavía no tengo terminado el reportaje.
Así que decidió encender un cigarrillo rubio y fumarlo tranquilamente antes de ir hacia el despacho del director de la CNN totalmente relajada. El marlboro le sentó de maravilla, lo apagó en el cenicero a medio fumar, tomó las notas escritas y se dirigió hacia el despacho de Boniface Morris. Tocó suavemente la puerta.
– Adelante… ¡pasa Alison!…
Ella entró decidida a contarle la verdad.
– Verá jefe…
– ¡No!. ¡Ahora no necesito otras cosa más que me escuches con total atención!. Siéntate cómodamente ante mí.
Entonces fue cuando ella descubrió la presencia de aquellos dos extraños.
– Y estos ¿quiénes son?…
– Primero relájate todo lo que puedas. ¿Quieres un café?
– Está bien. Pero dese prisa que tengo todavía mucho trabajo por delante.
– De eso precisamente estoy hablando con estos dos caballeros pero… espera…
Boniface Morris tocó un timbre y volvió a aparecer, ante la vista de todos, la hermosa Diana.
– ¿Desea algo, jefe?
– Sí. Sirve otro café a Alison.
– Eso está hecho, jefe.
Cuando Diana salió a cumplir con la orden, el director de la CNN entró de lleno en el tema.
– ¿Cómo te va con el reportaje sobre los elefantes blancos de Tailandia?
– Todavía tengo mucho por trabajar. Escuche bien, señor Morris, no soy una máquina y, además, quiero hacerlo excelente… tan excelente que pueda ganar el Pulitzer.
– Está bien… está bien… veo que eres extraordinaria cuando te propones algo y eso siempre lo he admirado en ti.
– Gracias pero no merezco halagos hasta que lo haya conseguido.
– Frena un poco tus impulsos. Verás. Estos caballeros y yo hemos estado hablando de tu reportaje. Te los presento. A mi derecha está el sensacional periodista Emilian Morrison de “National Geographic” y a mi izquierda el no menos sensacional periodista Maxime Morrow del diario “Times” así que… elige a uno de ellos para que te ayude a terminar el trabajo. Te hago saber que son los mejores.
– Gracias, pero no necesito ayudas. Prefiero hacerlo a solas.
– Alison… ¡en este mundo del periodismo es necesario saber ser agradecidos! Lo mismo que yo agradezco al director del Daily News de Bangkok que nos haya prestado sus oficinas para trabajar con toda comodidad es necesario que tú estés agradecida a estos dos magníficos reporteros.
– Yo estoy agradecida y les veo muy satisfechos y alegres por hacerme compañera de trabajo pero insisto en que prefiero hacerlo sola.
– Escucha, Alison. Te conozco desde que eras niña y sé que no has tenido que esforzarte nunca en conseguir lo que querías porque tuviste toda clase de lujos pero es necesario que sepas también ser un poco más humilde. Los primeros habitantes de lo que ahora es Madrid se instalaron en 1801 y tuvieron que luchar bastante para sacar adelante la bella ciudad. Madrid fue una de las cuatro primeras ciudades fundadas originalmente en el condado en 1802. La parte sur de su territorio fue utilizada para formar la ciudad de Potsdam. Igualmente, Madrid perdió territorio en favor de la nueva localidad de Waddington en 1859. Durante la Guerra Anglo-Estadounidense de 1812, Madrid, debido a su proximidad con Canadá, desarrolló una milicia local, la llamada “South Madrid Militia”. Si bien en un principio la economía de Madrid tenía cierta diversidad, incluyendo la tala o la minería, con el tiempo la agricultura se convirtió en la principal actividad económica de la localidad. El sector terciario o de servicios, fundamentalmente comercio, únicamente sirve para prestar servicio a los residentes. ¿Crees que todo ello lo realizó un solo hombre o fue labor de todo un equipo?
– Escuche, señor Morris, me sé de memoria la historia de mi ciudad pero eso no tiene nada que ver con mi reportaje sobre los elefantes blancos de Tailandia. Recuerde que soy una periodista “freelance”.
– Sí. Ya lo sé. Sé que te encanta trabajar de manera independiente… pero también te recuerdo que ahora estás contratada por la CNN y si quieres ganar los 500.000 dólares prometidos debes hacer lo que yo ordene.
– En ese caso guárdese donde quiera los 500.000 dólares porque yo presento la dimisión. ¡Aquí tiene todas mis notas escritas sobre los dichosos elefantes blancos de Tailandia!.
Alison Lilian lanzó las notas sobre la mesa y se levantó de su silla justo en el mismo instante en que Diana, la secretaria privada de Boniface Morris, entraba con la taza de café sobre un platillo y todo ello en una bandeja.
– ¡Espera, Alison, por lo menos ten la galantería de tomar con nosotros el café ya que te lo han servido!
– Está bien. Solamente por no ofender a Diana me sentaré mientras les escucho.
Diana dejó el café sobre la mesa y Alison volvió a sentarse frente a Boniface.
– ¿Algo más, jefe?
– Está bien, Diana. Puedes ya marcharte. Necesitamos hablar a solas con ella.
Diana salió del despacho y cerró la puerta cuidadosamente.
– Así que… ¿usted quiere ser la próxima Premio Pulitzer con su reportaje sobre los elefantes blancos de Tailandia? ¿No cree que es usted demasiado joven todavía como para poder hacerlo sola?
– ¿Y usted quién es?
– Como ya le ha dicho mi amigo Boniface, me llamo Emilian Morrison y trabajo para el National Geographic… ¿de verdad no ha oído hablar nunca de mí?
– Un poco. Solamente un poco. Pero no le conocía personalmente.
– ¿Y qué le parezco ahora que me conoce en persona?
Alison Lilian tomó la taza de café y bebió despacio, muy despacio, un pequeño sorbo mientras Emilian quedaba, un poco nervioso y retorciéndose las manos, esperando la respuesta. Ella volvió a dejar pausadamente la taza sobre el platillo que había en la bandeja y contestó tranquilamente mientras miraba a Emilian Morrison.
– Muy interesante. Me parece usted muy interesante.
– ¿Lo dice en serio?.
– Yo, cuando se trata de asuntos de trabajo, siempre hablo en serio.
Maxime Morrow, que hasta entonces había permanecido en silencio, tosió para llamar la atención de Alison mientras se atusaba ligeramente su cabello pelirrojo.
– ¿Y usted?
– Yo soy Maxime Morrow, el mejor periodista del “Times”. ¿Qué le parezco yo en persona?.
Ella volvió a repetir la misma acción con la taza de café.
– También muy interesante.
– ¿De verdad?.
– Cuando hablo de cosas de trabajo siempre digo la verdad. Con la verdad por delante se llega siempre muy lejos.
– ¡Está bien! ¡Basta ya de presentaciones! ¿Quién deseas que sea tu compañero de trabajo en esta ocasión?
– Si le digo la verdad, señor Morrison, no estoy todavía segura de que sea una buena idea. No sé cuánto saben sobre el tema y eso es para mí fundamental por muy guapos e interesantes que sean los dos.
– ¿Acaso dudas de mis conocimientos?.
– No es eso, señor Morrison… sino que deseo aprender…
– Está bien. Me parece muy sensato por tu parte. Un elefante blanco, también elefante albino, es un tipo poco común de elefante. Aunque a veces se describe como blanco níveo, su piel es normalmente marrón-rojiza, volviéndose rosa cuando está mojada. Tienen pestañas rubias. En la antigua Siam, ahora llamada Tailandia, los elefantes blancos son sagrados, siendo un símbolo de poder real, ya que todos los descubiertos han sido regalados a reyes; normalmente es ceremonial porque no son capturados y cuantos más elefantes tenga el rey, mayor será su estatus. El actual rey Bhumibol Adulyadej tiene diez. Esto es considerado un gran logro aunque posiblemente se deba a las comunicaciones modernas. La expresión elefante blanco, en inglés white elephant y en francés éléphant blanc, es atribuida a posesiones que tienen un costo de manutención mayor que los beneficios que aportan, o a aquellas que proporcionan beneficio a otros, pero que únicamente ocasionan problemas a su propietario. Su origen viene de que antiguamente los reyes de Tailandia, cuando no estaban satisfechos con un súbdito, le regalaban un elefante blanco. El súbdito debía darle comida especial y permitir el acceso a aquellos que quisieran venerarlo, lo cuál tenía un costo que muchas veces arruinaba al súbdito.
– ¿Todo eso se lo sabe de memoria?
– Tengo una memoria prodigiosa; es cierto… pero yo soy de talante muy democrático y entiendo que cuando alguien es tan joven como tú puede cometer algún error que otro. Lo entiendo. Sé comprender a quienes trabajan por un ideal. En realidad yo soy un completo idealista y, como podrás comprobar con el tiempo que pasemos juntos, si es que me eliges como pareja… de trabajo por supuesto… soy sencillo, amable, comprensivo y, sobre todo, un caballero de la cabeza a los pies.
En esos momentos sonó el celular de Emilian Morrison.
– Esperen un momento, por favor… no continúen hablando en mi ausencia. Voy a salir al pasillo para atender la llamada.
– Estás disculpado, Emilian. Tanto Alison como Maxime y yo mismo aguardaremos a que vuelvas. No te entretengas demasiado porque tengo prisa de que ya elija quien la debe acompañar.
Emilian Morrison salió al pasillo y cerró la puerta para no ser escuchado.
– ¿Quién eres?
– Perdona, Emilian, soy Peter Gordon Pitt.
– ¿Y se puede saber por qué me llamas ahora? ¡Te tengo dicho mil veces que cuando esté concentrado en una tarea no me molestes absolutamente para nada! ¡Eres tonto o no llegas a comprender algo tan sencillo!
– Perdona, Emilian, pero es importante.
– Lo único que me importa ahora es la opotunidad de tener a mi lado a la periodista más bella y sexy que jamá he conocio… ¿entendiste?… así que o es algo realmente grave o te mando a que vayas a sacar fotografías al Kilimanjaro.
– Precisamente de fotografías se trata el asunto. Pero no del Kilimanjaro sino de los elefantes blancos de Tailandia y su hábitat natural.
– ¿No me digas que no las tienes porque te ahorco?
– No, Emilian, lo que sucede es que se han velado todas. No he podido evitarlo.
– ¿Qué me estás contando?
– Que no sirve ninguna de las fotografías.
– ¡Inútil! ¡Inepto! ¿Qué le digo yo ahora a esta joven que tanto las necesita? ¡Te juro que hago que te despidan de inmediato del National Geographic!
– Pero yo…
Emilian Morrison cortó de inmediato la comunicación, estuvo por un momento tomando aire y cambió su rostro por otro mucho más amable cuando entró de nuevo en el despacho de Boniface Morris.
– ¿Tan rápido, Emilian?
– Sí. No tiene ninguna importancia. Ha sido un pequeño fallo de uno de mis ayudantes pero, como dije antes, sé comprender los errores que se cometen durante un trabajo.
Elison se le quedó mirando admirada antes de hablar.
– Luego… ¿es verdad que usted es tan comprensivo como dice?
– Y mucho más cuando trabajo al lado de una joven tan linda como tú.
Con mucho dominio de sí mismo y con gran parsimonia, Emilian Morrison se sentó de nuevo en su sitio.
– Entonces ya no hablemos más del asunto y sigamos con la reunión. Emilian Morrison nos había dado una verdadera lección de conocimientos sobre los elefantes blancos de Tailandia. ¿Y tú, Maxime Morrow? ¿Qué dices para dejar convencida a Alison?
Maxime Morrow volvió a atusarse su pelirrojo cabello.
– Yo… esto… soy bastante tímido… sobre todo cuanto estoy delante de alguien tan espectacular e inteligente como esta jovencita…
– Perdone que lo dude, señor Morrow.
– Pues es cierto, preciosa.
– Pues no me cuadra del todo.
– ¿Por qué dices eso? Te prometo que soy muy tímido.
– Imposible. Del todo imposible. Quizás sea que es usted demasiado humilde.
– Bueno… eso también… lo que sucede es que…
– Escuche, señor Morrow. Es imposible que el mejor periodista del Times sea tan tímido como usted dice. Así que digamos que es, en verdad, humilde. ¿Qué me puede enseñar usted sobre los elefantes blancos de Tailandia?.
– No sé si debo hablar después de haber escuchado a Emilian Morrison… pero… en fin… allá voy con mis conocimientos. Yo mismo fui testigo presencial de cómo un raro elefante blanco fue capturado en la selva del noroeste de Mianmar, un país de mayoría budista donde estos animales son considerados un buen augurio. Funcionarios forestales encontraron en las selvas del poblado de Maungdaw donde yo me encontraba entonces, al noroeste del estado de Rakhine. El elefante era como de 38 años de edad medía y 2,2 metros de altura; o sea, 7 pies y 4 pulgadas. Los elefantes blancos, en realidad albinos, son venerados en Mianmar, Tailandia, Laos y otras naciones asiáticas. Por lo general son cuidados por monarcas y considerados símbolo de poder y prosperidad. Los elefantes no son necesariamente blancos. Pueden parecer similares a otros elefantes excepto por ciertos rasgos, como pestañas y uñas blancas, pelo de color claro o una tonalidad rojiza en la piel. Es el cuarto elefante blanco en cautiverio en Mianmar. Los otros tres se alojan en el parque Mindhamma Hill, en Yagon, donde viven en un confinamiento con pabellón incluído.
– ¿Todo eso lo vivió usted en persona?
– Tal como te lo estoy contando.
– ¿Vé cómo usted no es tan tímido como dice serlo?
– Vale. Ya está bien de charla, Alison. Ahora que te han demostrado que son los mejores compañeros que puedes tener para desarrollar un reportaje que sirva para que obtengas el Pulitzer… ¿a quién eliges de los dos?
En esos mismos instantes volvió a sonar la puerta.
– ¿Qué ocurre ahora, Diana?
Pero en vez de entrar Diana, lo hizo un joven periodista haciendo a un lado a la hermosa secretaria privada de Boniface Morris.
– Perdonen por mi forma de entrar sin aviso previo pero tengo prisa y la cortesía, en estos momentos, sobra ya que es un asunto urgente.
– ¿Quién es usted?
– Perdone un momento, señor Morrison.
El joven periodista cogió la única silla que quedaba vacía en la sala y se sentó, sin pedir permiso alguno, junto a la bellísima Alison Lilian quien se le quedó mirando muy enfadada.
– ¿Es usted siempre tan grosero?
Entonces fue cuando el joven periodista la miró a ella.
– Perdone… ¡no sabía que usted era una chavala tan encantadora!
– ¡Oiga, más repeto, por favor! ¡No es una chavala sino una periodista!
El joven periodista miró al señor Morrison de frente.
– Presento mis disculpas.
– ¿Quién le ha mandado sentarse ahí?
– Que yo sepa nadie. Ha sido un impulso solamente natural.
– Pero… ¿usted quién demonios es?
– Un periodista español.
Alison Lilian volvió a hablar.
– Yo siempre he creído que los periodistas españoles eran mucho más corteses, educados y finos en sus maneras.
Él volvió a mirarla ahora con más detalle.
– De verdad que es usted preciosa, pero preciosa de verdad.
Todos los asistentes quedaron mudos porque no salían de su asombro.
– ¿Eso es lo que ustedes los periodistas españoles entienden como cortesía, educación y finas maneras?
– En este caso sí.
– ¡Ya está bien! ¡Aquí tenemos una reunión de suma importancia y no estoy dispuesto a que ningún bárbaro venga a molestarnos!
– ¿Desea que mande que le echen los guardias de seguridad, señor Morris?
– Espera un momento, Diana… yo creo que es mejor, en primer lugar, darle la oportunidad de que se disculpe y diga a qué ha venido.
– Gracias linda… pero me disculparé solamente cuando haya terminado.
– Pero… ¿se puede saber quién es usted y cómo se llama?
– Repito, señor Morris, que soy periodista español pero me llaman Joseph.
– ¿Y cuáles son sus apellidos?
– No tienen ninguna importancia ahora. Así que llámenme simplemente Joseph.
– ¿Y se puede saber en qué revista o periódico trabaja usted?
– Se puede saber…
Se produjo un tenso silencio mientras Alison Lilian sentía un poco de rabia ante aquella nueva complicación con la presencia de aquel intruso.
– ¿Y a qué espera para decirlo?
– A que dejen todos ustedes de mirarme como a un bicho raro.
– Yo, como sigan las cosas así, me marcho de inmediato.
– ¡No, espera, Alison! ¡Si alguien se va a marchar de inmediato de este despacho es este desvergonzado!
– Está bien… discupen todos ustedes… me llamo Joseph y trabajo para el periódico español Cerros Verdes.
Otro profundo silencio se adueñó del despacho… hasta que Morris, rojo de ira, pudo hablar.
– ¿Nos estás tomando el pelo a todos? Conozco todos los grandes periódicos del mundo y jamás he leído ni he visto ese tal Cerros Verdes.
– Quizás porque no sea precisamente uno de los grandes sino de los pequeños. Pero le aseguro que algunos lo han leído.
– ¿Estás loco? ¿Es que no te han enseñado, en donde hayas estudiado periodismo, que la tirada es muy importante para triunfar?
– Espere, señor Morris, no corra tanto y hable más despacio para entendernos todos mejor. El asunto es que sé muy bien la gran importancia que tiene, tanto para el Periodismo en particular como para la Literatura en general, un gran número de lectores… pero resulta que, a veces, aunque sea sólo a veces, es mucho mejor una pequeña cantidad de lectores y lectoras pero de gran calidad. ¿Comprende la diferencia?
– No sé qué quieres decir…
– Que muchos leen pero ni saben lo que leen ni comprenden lo que leen y, sin embargo, pocos son los que leen sabiendo y entendiendo.
– ¡Ya está bien de marear al pato! ¿Qué quieres de mí, Joseph?
– Una oportunidad. Sólo vengo a pedirle una única oportunidad.
– ¿Una oportunidad? ¿Tienes alguna especialidad en concreto?
– No me importa la especialidad. Me da lo mismo escribir de lo que sea. Sólo quiero una oportunidad para demostrarle que estoy suficientemente capacitado como para situarme entre los mejores de la CNN o de cualquier otro medio de comunicación.
– Verdaderamente creo que estás loco pero… ¿has traído algún curriculum donde pueda yo ver qué clase de experiencia tienes?
– Espere un momento. Sólo un momento, por favor.
Joseph sacó cinco hojas dobladas en cuatro partes y escritas, a mano, por las dos caras. Todas ellas cosidas con una sola grapa. Se las entregó a Boniface Morris.
– ¿Te estás riendo de todos nosotros?
– No señor, no me estoy riendo de nadie. Ese es mi curriculum y eso que no he escrito en él toda mis experiencias completas.
– Pero… ¿alguien puede decir, estando en sus cabales, que ésta es la manera de confeccionar un curriculum? ¡Observa los curriculums de Emilian Morrison y Maxime Morrow! ¡Eso son curriculums de profesionales que valen la pena! ¿Cómo te atreves a entregarme estas hojas dobladas en cuatro partes y escritas a mano por las dos caras, diciendo que es un curriculum? ¿Estás bien de la cabeza?
– Yo, la verdad, le veo muy atractivo.
– Muchas gracias, señorita… ¿cómo se llama usted?
– Alison Lilian Osborne Álvarez pero todos me conocen como Alison Lilian Teenager.
– Bonito nombre y bonita cara, si señor, me gusta mucho eso de Lilian.
– Basta ya de idioteces… en el mundo de los profesionales la conocemos como Alison y los amigos también la llamamos Teenager.
– Pues yo prefiero llamarla Lilian.
– ¿Es que no quieres ser como los demás o te gusta eso de los jóvenes rebeldes?
– No. Lo que sucede es que mi padre siempre me dijo que no fuese como los demás sino que siempre fuese tal como soy yo mismo. ¿Le molesta acaso que la llame Lilian?
– ¡Claro que me molesta! Simplemente porque demuestra que no eres un profesional como el Periodismo exige.
– Pero soy un hombre como Dios manda.
Boniface Morris pegó un fuerte puñetazo sobre la mesa e hizo que todas las tazas de café temblasen y estuvieran a punto de caer.
– ¡Basta ya! ¡¡Basta ya!! ¡¡¡Y basta ya!!! No puedo seguir atendiéndole jovencito. No tengo nada para usted ni usted tiene nada que hacer en la CNN. Siga con su Cerros Verdes para pequeños. No quiero oírle más veces que me pide una oportunidad aunque solamente sea una. Y tú, Alison… ¡decide ya entre Emilian y Maxime! Son los mejores y están esperando tu respuesta.
– No quiero ser desagradecida ni mucho menos insolente… pero quiero pensarlo bien esta noche; así que necesito los curriculums para poder estudiarlos a fondo.
– Está bien. ¡Aquí tienes los extraordinarios y completísimos curriculums de Emilian Morrison y Maxim Morrow!
– No… no solamente esos dos… ¡quiero también el curriculum de este joven que se hace llamar Joseph!…
– ¿Pero si eso no es un curriculum?
– Señor Morris, debo volver a advertirle que soy periodista “freelance” y como tal, aunque ahora me haya contratado la CNN para este trabajo sobre los elefantes blancos de Tailandia, sigo trabajando de forma independiente. Seré yo quien decida si eso es un curriculum o no. Debo elegir a mi mejor compañero porque me estoy jugando el Pulitzer a todo o nada.
– Espera un momento, Alison.
– ¿Y ahora qué sucede, Emilian?
– Solo una cosa, Boniface, solo quiero preguntarle una cosa a este tal Jospeh.
– Pero rápido que ya no tenemos más tiempo que perder.
– Rapídisimo. Vamos a ver Joseph… ¿qué sabes tú sobre los elefantes blancos de Tailandia?
– ¿Y qué sabe usted, señor Morrison, de las hormigas negras de Tanzania?
Otro silencio sepulcral se adueñó del despacho mientras Elison Lilian miraba, asombrada, a aquel extraño periodista español… hasta que fue la primera en reaccionar.
– Ya estoy harta de esta situación. Necesito meditar largamente esta noche… así que ¡venga acá los tres curriculums porque me voy al hotel!
– Está bien. Toma los dos curriculums y estas hojas que no sé cómo llamarlas… pero te advierto que mañana por la mañana quiero verte aquí mismo para que me digas quién quieres que sea tu compañero de trabajo.
– Lo siento. No puede ser mañana por la mañana sino mañana por la tarde.
– ¿Pero es que no te das cuenta de que se nos agota el tiempo? ¡No podemos seguir abusando de la hospitalidad del director del Daily News de Bangkok!
– ¿Pero no se da cuenta usted de que yo no soy una máquina ni tampoco un cronómetro? Soy una mujer de carne y hueso. Un ser humano. Y como ser humano también tengo que hacer otras cosas más aparte de escribir sobre los elefantes blancos de Tailandia.
– Está bien… está bien… que sea mañana por la tarde.
Y todos salieron del despacho de Boniface Morris camino hacia sus distintos destinos.