Una mujer de ojos claros y piel morena deambulaba entre callejuelas abandonadas, cuando de un maltrecho callejón, alguien salió de allí como si la estuvieran esperando. Era un muchacho desaliñando por fuera, pero con unos ojos que trasmitían la limpieza de una mirada trasparente y pura que pedía a gritos un segundo de compañía, pero a la joven mujer de ojos claros se le volvieron turbios presa del miedo por no saber las intenciones de aquel alma en solitario. Quiso echar a correr todo lo lejos que sus piernas la llevasen pero su cuerpo no reaccionó y el pánico dejó a sus pies clavados en el suelo.
– No puedo moverme —se atrevió a decir—. ¡Qué me has hecho!
– Nada, ni siquiera me he movido del sitio
– ¿¡Y por qué me quedo quieta!?
– Porque el miedo calza tus pies y con tanto peso en ellos no puedes levantarlos.
– ¡Vete! ¡He dicho que te vayas!
Sin mediar palabra y cabizbajo, el muchacho se dio media vuelta y caminó hasta perderse por aquellas calles habitadas de silencio y pesadumbre. Calles dónde no había espacio para el ruido y los ecos provocados por los pájaros que sobrevolaban la zona se ahogaban en el mismo viento. El sol podía incluso tiritar de frío, pues debido a la anchura y largura de cómo estaban construidas, el invierno campaba a sus anchas aún cuando la primavera ya se había instalado. Las casa eran contiguas e iguales de tamaño, forma y color, solo podían diferenciarse unas de otras por los números asignados que se hallaban colocados justo al lado de la puerta principal. Por alguna extraña razón, ninguna de ellas estaba ocupada ni cobijaba a nadie en su interior, era de fácil deducción cuando todas las persianas se encontraban bajadas.
Pronto empezarìa a anochecería y el joven siguió rumbo a ninguna parte mientras que no podía dejar de pensar en esa mujer y quién le había despreciado su presencia. No quería dejarla allí, sin saber si le había ocurrido algo o si de lo contrario finalmente pudo echar a correr como tanto deseó momentos después de aquel encuentro. De algún modo se sentiría responsable si algo le sucediera y ante la improbabilidad de encontrarla de nuevo justo dónde la dejó, volvió sobre sus pasos, hacía el mismo lugar.
Cuando en la distancía podía divisar el pequeño barrio formado de callejones y recovecos escondidos que él tan bien conocía, observó a lo lejos una confusa silueta hasta dónde su vista alcanzaba, y aunque la escasez de luz le dificultaba más adivinar aquella silueta, solamente cuando estaba a su misma altura pudo comprobar a quién pertenecía.
– ¿Sigues aquí?
– ¿ No te dije que te fueras? ¡Lárgate de una vez!
– Dime, ¿por qué no te has marchado aún?, hace mucho que me fui creyendo que eras a mí a lo que temías.
– Tu apariencia me asustó pero fueron mis prejuicios los que ataron a mis pies. No te conozco, no sé quién eres y me puse en lo peor pensando que querías hacerme daño.
– Tampoco te conozco ni sé quién eres, pero te vi algo perdida y quise ofrecerte mi ayuda a la que no me diste opción.
– Sé dónde estoy, por dónde vine, pero sin embargo no sé cómo salir.
– Muy fácil, mira, sigues todo recto hasta el final y cuando estés allí solo tienes que marcar tú la dirección.; continuar hacia adelante, girar hacía la derecha o hacía la izquierda, quedarte quieta o irte por dónde has venido recorriendo el mismo camino que te trajo hasta aquí.
– ¿Vienes?
– No, este es mi lugar y yo no quiero salir sino quedarme dentro, es lo que ya conozco y lo de fuera no lo quiero conocer.
– También tienes miedo,¿eh?
– ¡Claro que sí!, no quiero ver otro mundo, quiero seguir en mi mundo.
– ¿Y qué mundo es ese?
– El de los sueños.
Mirá!.. me gustó mucho. Es una historia que parece real, después tiene como cierta magia o superstición que la hace ficción, hasta que nos damos cuenta que pasa como en los sueños. Lo disfruté mucho. Gracias, seguí escribiendo, para seguirte leyendo! Saludos a la distancia.
Perfecto, mmt_85. Sabemos que lo perfecto no existe según los que hablan de la Razón pero también sabemos que lo perfecto sí existe según los que hablamos del Corazón.