Nadie como tú, creyendose un dios sobre la tierra,
has fulminado libertades y aplastado con tu bota reluciente
la dignidad de mil pueblos.
Nadie como tú, Señor Presidente, conoce lo innoble de las
oscurares mentiras que la verdad esconde.
Frente el mundo desgarras con el fuego las tierras originales,
abrasas con tu palabra lo que no te impide ser la misma Mediocridad,
y te dispones a desafiar al Universo, simplemente porque rezas.
La vida se inclina ante el mazazo inexorable de tu orgullo,
y sabe bien,que los hijos muertos jamás regresan,
que las madres se asientan como árboles fecundos ante tus puertas,
y la desolación te acorrala en tu reclinatorio de ovales formaciones.
Todo sucumbe en la inesperada carcajada de la Tierra.
Tu dios se ha escondido entre bambalinas para que no le llamas nunca más,
para que tu mezquindad crezca como la hierba de tus pastos tejanos.
Y aun así, una lágrima se derramará algún día, suponiendo que trataste
de ser, en verdad, un padre digno y noble: Señor Bush, Presidente.