Mis padres llegaron a casa y otra vez incineré la casa con ellos adentro, conmigo adentro, con el mundo entero adentro, una procesión de humanos haciendo cola para entrar a la casa que se incineraba con ganas.
Los vecinos siempre atentos fueron los primeros en llegar.
Con el esplendor de la hoguera llegaron los amigos, saludaron y de a uno fueron pasando a las llamas de la purificación.
El niño bandido del barrio aprovechando la confusión reinante pidió permiso argumentando que buscaría algo intacto que rescatar.
Los animalitos, criaturas del barrio, siguiendo a sus amos con admirable fidelidad penetraron decididos el fuego que todo lo devoraba.
Con todos dentro de casa, salí apagando las llamas que me consumían, cerré la puerta, pasé llave y ahora si, con la ciudad en calma estaba decidido a conquistar el mundo.
Mario Pires
http://maldicionpoeta.blogspot.com
Muy bueno, compañero. Excelente cuento. Quemar todas nuestras causas para dejar aprisionadas las incertidumbres y poder resurgir de las cenizas. Me gustó mucho esa clase de “tragedia del renacimiento”.
Gracias, diesel, siempre presente con tus comentarios, te mando un gran saludo
Sigue adelante, Eupires, más allá siempre de los comentarios y las críticas. Nunca dejes que nadie te robe la sensación de ser y sentirte escritor.