Según Fernando de Rojas, el autor de “La Celestina”, “del pecado, lo peor es la perseverancia”. Advertimos en esta frase-pensamiento algo así como un “aviso a navegantes”. ¿Quiénes son los navegantes que naufragan en estos casos? La cuestión es que el pecado carnal no sólo existe sino que es; porque algunos piensan que al no ser (lo cual es totalmente falso) no se puede descubrir (lo cual es totalmente equivocado). Eso es un error de interpretación tan enorme como querer tapar la conciencia con un “si lo hacen los demás yo también lo hago”. ¿Dónde queda, entonces, la personalidad? Tener que hacer lo que otros hacen es como no ser más que una nulidad, un cero a la izquierda, una manera de no tener valor alguno como persona porque se limitan a imitar y las imitaciones siempre son peores que los originales en el tema del que estamos hablando. Fernando de Rojas lo dejó bien claro y sin duda alguna.
Miedo al mal. ¿Quiénes tienen miedo al mal salvo los que se introducen en el infierno del mal y se dan cuenta, demasiado tarde para sus desgracias, de que ya no pueden vivir sin ello? Tras las marchas de los condenados, quizás el viaje termina en lo desconocido, pero quienes conocemos las rutas por donde caminamos sabemos que siempre, tras el camino, debe haber alguna meta; porque, en caso de que no la hubiera, caminar no serviría para otra sino para fallecer, desfallecer y perder la identidad propia. Todo es cuestión de tener amor propio o no tener ninguna clase de amor. Ya lo dijo Fernando de Rojas. Yo añado que “el pecado carnal no sólo produce un vacío final sino, ante todo, un abismo mental”.
Ayer hubo hogueras encendidas. Hoy sólo hay cenizas apagadas. Por ejemplo.