El Paseo de las Bellotas era un verdadero laberinto de estrechos senderos abiertos entre una vastísima extensión de belloteros por entre los cuales caminaban, lentamente, Katy Monroe y Charles Pardue.
– ¡Está loco, Katy! ¡Está totalmente loco!
– Ya sé que ese tal Emperador Gritón I de Orangina está loco del todo, Charly.
– No me refiero a ese energúmeno de emperador sino a nuestro capitán.
– ¡No te permito que vuelvas a decirme eso de Thierry! ¡Si quieres seguir comunicándote conmigo deja de decir esa estupidez! ¡Eso se lo cuentas a alguna ignorante de las muchas que existen, por desgracia, sobre la Tierra! Y bajemos, por favor, el volumen de nuestras voces
– Escucha, Katy… nuestro capitán Thierry Terry no solamente está completamente loco sino que nos está volviendo locos a ti y a mí. ¿Tú crees que tenemos alguna probabilidad de salvar nuestras vidas?
– Según los matemáticos cálculos de probabilidades no tenemos ninguna, Charly.
– Entonces… ¿por qué no permitió que nos auto destruyéramos para evitar ser devorados por estos monstruosos y abominables seres?
– ¿Y quién te dice a ti que son carnívoros? ¡Quizás sólo se alimenten de ese repugnante soma!
– De todas formas nos van a liquidar. ¿Crees que es normal lo que hace nuestro capitán sabiendo que nos van a liquidar de un momento a otro?
– No lo sé, Charly… pero quizás es porque resulta ser demasiado grande…
– ¿Demasiado grande cuándo sólo nos ha conducido a este desastre?
– Charly, no sigas hablando tan mal de Thierry. Él no tiene ninguna culpa de que Will sufriese averías en sus generadores de energía y que fallase todo el sistema de comunicación con los de Tierra. Si quieres buscar a algún culpable hazlo entre los científicos e ingenieros que construyeron nuestra nave. ¿No crees que sería lo más justo?
-¿Lo más justo? ¿De qué nos sirve ahora a nosotros saber lo que es má justo o lo que es más injusto? La única verdad es que mañana ya no existiremos…
– Mañana… mañana… ¿qué sabes tú de nuestro mañana?…
– ¿Pero no te das cuenta de que ese monstruoso ser que se llama a sí mismo Emperador de Orangina ha engañado por completo y lamentablemente a nuestro capitán que, dicho sea de paso, se ha dejado engañar?
– Estoy segura de que Thierry sabe que Gritón I le ha engañado.
– Entonces… ¿por qué no eligió la mejor opción de todas?
– ¿Cuál hubiese sido la mejor opción te todas según tu opinión?
– Auto destruírnos para no tener que vivir este sacrificio del cuál nosotros vamos a ser las víctimas ante el jolgorio de todos los oranginos.
– No lo llego a entender bien del todo.
– Ni yo tampoco, Katy. Menos mal que coincidimos en algo. Ni tú ni yo podemos entenderlo luego ya tenemos algo en común. ¿Te das cuenta ahora de que nuestro capitán está loco del todo? Cualquier ser humano que esté en su sano juicio habría elegido auto destruírse en lugar de entregarse él y de paso entregarnos a nosotros como corderos sin ninguna clase de salvación.
– Quizás sea porque Thierry Terry no es un cualquiera.
– ¿Quién se cree que es para jugar con nuestras vidas de esta manera tan lamentable?
– Sabe que sólo es un capitán; pero yo le considero mucho más que un capitán. Para mí es un gran capitán y no un capitán simple. El mejor capitán que he conocido en mi vida.
– Le admiras demasiado, Katy, pero la Historia de la Humanidad nos ha demostrado una y mil veces ya que los terrícolas hemos llegado hasta a adorar a demasiados locos. Si estudias a fondo toda la Historia de la Humanidad resulta que sus páginas están llenas de famosos líderes que estaban totalmente enloquecidos y llevaron a sus pueblos al desastre.
– Thierry no es un líder como los demás.
– Hablemos en serio, Katy. Vuelvo a la misma pregunta de siempre. ¿Cuántas probabilidades tenemos de seguir con vida cuando el pueblo de los oranginos ya ha dado su veredicto y nos van a matar sin ninguna clase de remordimientos y sin ninguna clase de razón?
– Vuelvo a repetir que, según el matemático cálculo de probabilidades, y tal como está la situación en estos momentos, no tenemos ninguna posibilidad de virvir más allá de unas pocas horas, pero Thierry es diferente.
– ¿Qué le hace diferente a los demás? Yo no veo en él más que a un loco que no sabe ya ni dónde se encuentra ni lo que hace…
– Razona un poco antes de hablar, Charly. Mientras nosotros dos hemos rechazado por completo beber y comer de esa apestosa bazofia de bellotas él está bebiendo y comiendo de ella y guardando un total silencio. ¿Tú hubieses hecho lo mismo?
– Por supuesto que no. Ni por todo el oro del mundo.
– ¿Entonces qué deduces tú?
– Que no tiene ningún sentido alguno salvo hacer que Gritón I siga sintiéndose superior por aceptarlo. Lo más valiente es renunciar a cumplir los caprichos de ese monstruoso animal que sólo sirve para gritar su enorme importancia.
– Ni tú ni yo lo aceptaríamos, pero él sí. ¿Por qué nuestro capitán Thierry está aceptando ese tan grande sacrificio?
– Explícamelo tú que tanto confías en él aunque ya esté todo perdido. Yo no puedo entenderlo. Si sabe que Gritón I le ha engañado y le sigue engañando porque no tenemos ninguna posibilidad de salvar nuestras vidas no comprendo por qué lo está haciendo.
– En el silencio de Thierry exsite alguna razón impenetrable. De un billón de probabilidades no encuentro ni tan siquiera una para salir vivos de esta aventura pero él la sigue buscando…
– ¿Y no es eso estar loco del todo? ¿No es una locura buscar una probabilidad que no existe?
– Durante nuestro viaje ya logró encontrar una cuando no existía ninguna. ¿Por qué no puede suceder otra vez un milagro como ese?
– ¿Dos milagros en un sólo día? No me hagas reír, ingenua teniente, porque el asunto es demasiado trágico y hasta patético del todo.
– De momento ya ha conseguido algo increíble. Ha logrado que no nos cortasen la cabeza y que podamos vivir unas cuantas horas más teniendo la oportunidad de conocernos mucho mejor tú y yo. Yo a eso lo llamo grandeza por la cantidad de generosidad que representa tal acción.
– Entonces hablemos de nosotros dos, Katy. A mí me pasa lo mismo que a él. No entiendo por qué estás trabajando en este peligroso oficio de ser teniente de cosmonautas cuando podrías estar trabajando de modelo o como artista de cine o simplemente vivir sin ninguna clase de sufrimiento por ser multimillonaria. No lo entiendo.
– Para entender a una mujer como yo es necesario fijarse en algo mucho más profundo de lo que se ve con los ojos de los demás. ¿Te has preguntado alguna vez a ti mismo qué puede suceder en el interior de una jovencita que se niega a aceptar el conformismo social?
– No me digas ahora que eres una incoformista.
– ¿Es que para ser incoformista hay que ser alguien como tú, Charly?
El cosmonauta Pardue quedó por unos segundos en silencio…
– ¿Puedes contestarme a eso, Charly?
– ¿Cuál es la causa de tu rebeldía?
– No tengo ninguna causa ni defiendo ninguna causa como haces tú.
– Entonces lo entiendo menos si es que se puede entender menos.
– Porque siempre ves la vida desde tu propio punto de vista personal e individual, Charly, pero no te preocupas nunca en verla desde el punto de vista de los demás que no somos como tú.
– Katy… yo no he salido de la miseria para perder el tiempo…
– ¿Ver la vida desde el punto de vista de los demás que no son como nosotros es una pérdida de tiempo?
– Cuando no sirve para otra cosa sino para introducirse en un callejón sin salida sí que es perder el tiempo.
– Volvemos otra vez a la misma cuestión. ¿Thierry está perdiendo el tiempo mientras bebe y come de esa bazofia de soma en completo silencio?
– ¡Por supuestísimo que está perdiendo el tiempo!
– ¿Dices por supuestísimo porque eres incapaz de comprenderle?
– Antes dijimos que íbamos a dejar de hablar de él y hablar solamente de ti y de mí.
– Por supuesto, Charly, por supuesto. ¿O prefieres que diga yo también pos supuestísimo para ponerme a tu misma altura?
– No estoy para ironías, Katy.
– Ni yo tampoco. Pero el pan es el pan y se le debe llamar pan, y el vino es el vino y se le debe llamar vino.
– Por favor, hablemos de ti y de mí solamente.
– Eso estoy intentando hacer, pero tú no haces más que referirte, de manera oculta, a cuestiones que me hacen pensar en Thierry y en su sacrificio.
– Hablemos entonces de nuestros sentimientos propios, Katy.
– Yo no quiero hacer daño a ningún hombre, Charly.
– ¿Hablar de nuestros sentimientos propios es hacerse daño?
– Puede que sí o puede que no. Es como lanzar una moneda al aire. Puede que salga cara y podemos ser felices. O puede que salga cruz y alguien tenga que terminar sufriendo. Así que piénsalo mucho antes de hablar, Charly, porque tienes la mala costumbre de hablar demasiado antes de haberlo pensado con la suficiente calma. ¿Por supuestísimo que sí o por supuestísimo que estoy equivocada y no es por supuestísimo sino solamente por supuesto?
Charles Pardue prefirió no hablar de eso sino de ir directo al asunto…
– No tenemos tiempo para pensar ahora, Katy. Nos quedan solamente unas pocas horas de vida y no tenemos tiempo para pensar.
– Por supuestísimo, Charly. Está bien. Acepto ese argumento. ¿Por dónde quieres empezar?
– ¿Tienes novio, Katy?
– ¿Tú crees que a mis 18 años de edad tengo ganas de tener novio?
– ¿Eso quiere decir que estás libre todavía?
– Eso solamente quiere decir que todavía no tengo novio, lo cual no significa que no pueda enamorarme totalmente de un momento a otro.
– Me alegro porque así todavía hay alguna esperanza…
– Vuelvo a indicarte que no quiero hacer sufrir a ningún hombre por mi culpa.
– Por supuestísimo, Katy, pero es que yo…
– ¿Quieres dejar de conversar conmigo y nos dedicamos a pasear tranquilamente los dos sin molestarnos el uno al otro?
– No. Quiero decirte algo muy importante.
– ¿Muy importante para ti o muy importante para mí?
– Muy importante para los dos.
– No quiero defraudar a nadie y mucho menos a ti, Charly, porque te estimo demasiado tanto si te lo mereces como si no te lo mereces.
– Eso es lo que yo quería oír…
– Pues no te confundas.
– ¡Te lo voy a decir, Katy! ¡Ya no puedo seguir ocultándolo por más tiempo! ¡Te quiero desde que te eligió Thierry para formar parte de la tripulación de Weill!
– Lo siento, Charly, por supuestísimo que lo siento.
– ¿Me estás diciendo que es imposible que te enamores de alguien como yo?
– Te estoy diciendo que ya estoy súper enamorada.
– ¿De alguien que yo conozca?
– ¿Para qué quieres saberlo?
– ¡Para poder competir con quien sea y demostrarte que yo soy mejor!
– Yo también te lo voy a decir con total claridad ya que te crees tan sincero. Estoy perdidamente enamorada de Thierry desde que se fijó en mí y me eligió como su compañera de viaje. Y, además, no solamente estoy enamorada de Thierry sino que estoy totalmente segura de que él se ha dado cuenta y lo sabe. Guarda silencio pero lo sabe.
Charles Pardue se sintió como un verdadero pardillo. Acostumbrado siempre a vencer en todos los retos que le planteaba la vida, no quiso aceptarlo sin luchar hasta el final.
– ¡Estás enamorada de él solamente porque él es un gran capitán y yo solamente un cosmonauta cualquiera! ¡Él es grande y yo sólo soy un número! ¿No es eso?
– Pues no, Charly, no es eso y está muy lejos de ser eso.
– ¡Estoy seguro de que me ocultas la verdad porque no quieres reconocer que estás deslumbrada por él y por su valentía!
– ¿De qué deslumbramiento y de qué valentía me estás hablando, Charly? Él ha demostrado, y así lo ha dicho, que no está luchando por ser un valiente, aunque para mí sí que lo es, sino porque está cumpliendo con su responsabilidad.
– ¿Para ti eso es ser valiente?
– Por supuestísimo que si. O si lo prefieres digamos que sólo por supuesto para no ser demasiados estrambóticos como les pasa a algunos que sólo viven llenos de envidia.
Otra vez Charles Pardue volvió a sentirse como un pardillo pero quiso seguir luchando…
– Pues yo sigo afirmando que estás enamorada de él sólo porque es capitán y no un número cualquiera como lo soy yo.
– ¡A eso se le llama envidia, Charly! ¡Le tienes envidia y no sabes ni disimularla!
– ¿Y por qué no puedo sentir envidia de él? ¡Por supuestísimo que le tengo envidia!
– Digamos solamente por supuesto, Charly. Es mucho mejor no exagerar en nuestros sentimientos diciendo por supuestísimo para disimular aparentando ser más importantes de lo que somos.
– ¡Cómo no le voy a tener envidia si él ya es todo un gran capitán con tan sólo 25 años de edad y yo, que ya tengo 35, no soy nada más que un simple cosmonauta sin rango alguno?
– ¿Y entonces por qué no me tienes envidia a mí que sólo tengo 18 años de edad y ya soy toda una teniente?
– Tú eres de otra categoría muy especial.
– ¿Qué entiendes por tener rango o por tener categoría?
– ¡No me vengas ahora con filosofías baratas, Katy! ¡A él le tengo envidia porque tengo razón!
– Si crees que tienes razón… ¿has consultado bien su curriculum?
– Sí. Lo he consultado muchas veces y he comprobado que, en el Departamento de Personal del Centro de Capacitados, existen miles de curriculum mucho más brillantes que el suyo.
– ¿En qué consiste, según tu opinión, tener un curriculum brillante?
– En que corresponden a verdaderos genios.
– ¡Ahí has dado en el clavo, Charly! ¡Esa es la clave!
– ¡Menos mal que me das por una vez la razón en tu preciosa vida!
– Te equivocas. No te estoy dando la razón esta vez sino todo lo contrario. Tú has confirmado que hay miles de curriculum más brillantes que el suyo pero… ¿de verdad crees que eso es cierto?
– Por supuesto que sí. Repito que corresponden a hombres geniales.
– Geniales en las especialidades de cada uno de ellos; pero si los sacas de su especialidad son hasta casi inútiles; mas el curriculum de Thierry demuestra que, dentro de sus cualidades intelectivas y laborales, domina a la perfección toda clase de trabajos que se le piden. ¿Dónde está la brillantez de todos esos hombres geniales cuando ves a alguien tan completo que es capaz de llevar a la perfección incluso trabajos que salen fuera de sus capacidades intelectivas y laborales? Los demás, por muy genios que sean, se hunden y son incapaces de llevarlos a cabo. ¿Tú crees que algunos de esos miles de hombres que tú calificas de genios estarían todavía, cuando todo está perdido, intentando salvarnos la vida o todos ellos habrían elegido la fácil tarea de auto destruirnos porque claudican ante una labor que les exigiría tan grande voluntad que serían incapaces de soportarlo? ¿Comprendes ahora por qué los Altos Ejecutivos del Programa Will le han nombrado a él como capitán en esta aventura que es la más osada, atrevida y costosa de nuestra Historia hasta la fecha de hoy? Quiénes han confiado en él es porque saben que solamente él, de entre esos miles de genios que citas, es capaz de conseguirlo; así que mucha menos envidia y mucha más humildad, Charly.
Charles Pardue se quedó embarazado…
– Esto… yo…
– Antes de decir otras cuantas tonterías más de las tuyas, productos de tus complejos de inferioridad, ¿por qué no echas una ojeada a la Hoja de Servicios de Thierry Terry para que puedas hablar con más propiedad y sabiendo lo que dices?
– ¡La he visto y no me lo creo! ¡Alguien le ha ayudado para conseguir llevar a cabo esos trabajos tan geniales! ¡No me creo que los haya realizado él solo!
– ¡Tus envidias no te dejan ver la realidad, Charly! ¡La Hoja de Servicios de Thierry Terry se merece todos mis respetos porque no la pueden ni tan siquiera igualar ninguno de todos esos miles de genios a los que tanto adoras como si fuesen tus dioses!
– ¡¡Ya está!! ¡¡Ya sé por qué estás enamorada de él y no de mí!!
– Vamos a ver que nueva tontería dices ahora, Charly.
– ¡¡Estás enamorada de él porque él es blanco y no estás enamorada de mí porque yo soy negro!!
– Me das pena, Charly…
– ¿Te doy pena porque soy negro, Katy?
– No. Me das pena porque no sabes ser persona. ¿Tú crees de verdad que yo amo a un hombre por el color de su piel o por la grandeza de su corazón?
Charles Pardue no se esperaba esta sabia respuesta de Katy Monroe y quedó en silencio…
– Si no tienes nada más que contarme y si no sabes contestar a mi pregunta es mejor que acabe aquí nuestras amistosa charla. Él no se plantea ningún asunto sobre el color de la piel de las personas que elige como compañeros y compañeras de trabajos. Y siempre lo ha demostrado cuando los ha tenido que elegir. ¿Crees que si él fuera racista te habría elegido a ti, que eres negro, como compañero de aventura en lugar de haber elegido a Tony Leblanche o a Johny White que son íntimos amigos de él y de piel blanca? ¿Crees que si la racista fuese yo habría aceptado compartir esta aventura con un compañero de piel negra como tú? Deja ya de decir tonterías, Charly. Te pido que, al menos, seas lo suficientemente agradecido, tanto con Thierry como conmigo misma, por haberte elegido como el tercer tripulante de la nave Will y así darte la oportunidad de alcanzar la fama y entrar en los libros de la Historia Humana. ¡Aprende ya a ser, de una vez por todas, persona en vez de estar arrepintiéndote en todo momento por tener la piel de color negra!
– ¡No hablarías así si hubieses vivido la infancia y la adolescencia en un asqueroso arrabal como en el que yo me crié!
– ¡Siempre estás con la misma excusa de siempre de todos los que son como tú! Vamos a hablar con total tranquilidad.
– Hablemos con tranquilidad, Katy.
– ¿Es cierto o no es cierto que gracias a un cazatalentos de piel de color blanca, llamado Florent Lukacs Rouge, saliste desde muy joven del arrabal en dónde eras solamente un perdido descarriado y te abrieron mil y una puertas por todas partes para que triunfaras en todos tus estudios y llegaras a ser lo que eres hoy?
– Sí… esto… tengo que reconocerlo… tuve suerte…
– ¿Qué sucede con la inmensa mayoría de los adolescentes con los que conviviste desde tu infancia hasta que te hiciste un joven de provecho?
– Muertos, encarcelados o desaparecidos…
– ¿Reconoces que, aún siendo un hombre de piel de color negra, en todas partes en las que quisiste entrar se te abrieron todas las puertas sin que tú te esforzaras lo más mínimo por abrirlas?
-También eso es verdad.
– Pues antes de seguir quejándote sin causa justificada de ninguna clase recuerda a todos los muertos, encarcelado o desaparecidos…
– No tuvieron suerte.
– No. La verdad del asunto es que no quisieron tener suerte y decidieron, por su propia voluntad, ser unos perdedores toda sus vidas porque era mucho más cómodo para ellos ser unos perdedores que luchar para dejar de serlos.
– Otra gran verdad, mi teniente.
– Pues aprende ya de una vez por todas a agradecerle a Thierry Terry el detalle de haberte elegido e ti en lugar de hacer elegido a algunos de sus más grandes e íntimos amigos de piel blanca; porque si supieras bien la verdadera historia personal de nuestro gran capitán sabrías que, mientras que a tí te abrían las mil y una puertas a donde acudías a él le cerraban esas mismas mil y una puertas.
– No sabía ese dato…
– Hay que saber investigar antes de hablar demasiado porque es verdad que, muchas veces, te pasas tanto hablando de lo que no conoces que te pareces a tu antepasado el emperador bocaza de Centroáfrica dirigiendo un discurso a los pavos reales del parque de atracciones de los Hermanos Payasos y Compañía.
– Es que yo… no lo sabía… de verdad que no…
– Para, para ya de excusarte tanto y escúchate a tí mismo por una vez en tu vida. ¡Thierry Terry no sólo tuvo que superar las mil y una puertas que a tí se te abrían y a él se las cerraban sino que, solamente por su propio esfuerzo y sin la ayuda de nadie, supo abrir dos mil dos puertas gracias a sus trabajos! El odioso comparar y no quería, por nada de este mundo, compararte a ti con él pero no me has dado otra alternativa. La diferencia entre los muchos y a veces inhumanos esfuerzos que ha tenido que hacer él y los pocos y humanitarios esfuerzos que has tenido que hacer tú es un abismo. A tí, el pobre negrito que no tenía ni para comer todos los días, te ofrecieron toda clase de oportunidades y te hiciste tan cómodo con tu feliz vida que te consformaste con ser solamente un cosmonauta nada más; pero al blanco Thierry Terry, a pesar de ser de piel blanca, no le regalaron absolutamente nada y, por eso, jamás se conformó con lo que iba logrando poco a poco hasta que llegó a triunfar, por fin, como capitán. El mejor y más grande capitán que yo conozco. No te estoy echando ningún reproche, Charles Pardue, pero quiero que sepas que soy totalmente imparcial cuando os comparo, porque yo no me fijo jamás en si un hombre es de piel blanca, o de piel negra, o de piel roja, o de piel amarilla, o de piel verde o del color que tú pienses que es su piel, para amarle o no amarle. ¿Entendido, Charles Pardue? ¿Algo más que añadir a tus quejas?
– Esto… nada… sólo que no lo sabía…
– ¡Vuelvo a repetirte que cuando hables de él tengas en cuenta lo que debe de estar sufriendo mientras bebe y come, en total silencio, de esas asquerosas bazofias que le han servido los oranginos y que lo hace sólo para intentar salvarnos la vida buscando una solución inexistente! ¡Esa es su grandeza!
– La verdad que sí… que esa es su grandeza…
– O quizás esa no sea su grandeza sino su eterna esperanza para poder conseguir lo imposbile. Quizás él no se haya rendido del todo mientras nosotros dos ya nos hemos rendido. Estoy segura de que nos matarán sin compasión alguna pero moriré dedicándole a mi gran capitán mi más bella sonrisa por tan descomunal esfuerzo. ¡Y deja ya de considerarte solamente un número para empezar a considerarte Charles Pardue, por favor! ¡Si no lo quieres hacer por ti mismo hazlo en recuerdo de los muertos, encarcelados o desaparecidos que conociste en tu infancia y en tu adolescencia!
– ¡Es la primera vez que una mujer guapísima me hace callar!
– Por supuestísimo que, además de envidioso, hasta eres machista…