Noches de bohemia con luna menguante (Teatro) -8-

Escena Octava.

Personajes.- Dieguito, La cerillera, Don Camelo Vela, El ministro.

Escenario.- Noche cerrada. Café Gijón del Paseo Recoletos, en Madrid. Se han citado tres personajes para celebrar una reunión. Sentado, ante una mesa, se encuentra esperando Dieguito. También está en el local la cerillera. Al fondo del escenario, y colgado del techo, hay una luna menguante.

Dieguito (razonando para sus adentros).- ¡Qué nervios! ¿Cómo será Don Camelo Vela en persona? Por la tele, desde luego, se le ve cara de bruto. Me conozco muy bien todas sus obras así que no tendré ningún problema a la hora de hablar con él. Mientras espero tomaré unas cuantas notas para saber qué temas tocar. Pero no… no… no y no… nada de notas… me atreveré a hablar cara a cara con él sin tener que recurrir a ninguna clase de apuntes. ¡Al carajo las notas! ¡Sin ellas puedo dejarle a la altura del betún! A mi ya no me asusta nadie.¡Qué nervios! Pero quiá… quiá… quiá… como él se atreva a venir yo no voy a estar callado…

(Aparece, de repente, Don Camelo Vela en el Café Gijón. Rostro duro, pálido, huraño, altanero y un poco embrutecido. Le saluda la cerillera)

La cerillera.- ¿Qué tal Don Caramelo? Esto… quiero decir Don Camelo… ¡Le veo con muy mala cara! ¿Es por la mala leche de siempre o porque le ha sentado a usted algo mal? ¿Ha editado usted ya otro porrón de libros? ¡Ea, esa, no se enfade conmigo! ¿Una cajetilla de Camel como siempre Don Camelo?
Don Camelo Vela.- ¡Una cajetilla de Camel como siempre pero no me toque las manos porque vengo muy cabreado!
La cerillera.- ¿Y cuándo no está usted muy cabreado, Don Carmelito.. quiero decir Don Camelo? No se enfade usted conmigo. Sólo quiero ser cariñosa con su insigne persona porque veo que está usted necesitado de piropos positivos para suavizar esa cara de estreñimiento que siempre lleva por ahí.
Don Carmelo Vela.- No tengo buen humor ni lo he tenido jamás… así que nada de chistes fáciles ni bromas para conmigo… porque espero la visita del Ministro de Cultura.
La cerillera.- ¿Le van a nominar para algún otro suculento premio? ¡Vaya gusto que le ha entrado a usted con los premios y eso que usted decía que no le importaban ni un pimiento cuando no se los daban y que los rechazaba de plano porque eran para escritores de ínfima categoría! ¡Cómo cambiamos de palo, jilguero! ¡Usted siempre tan importante y servilleta siempre para servirle! ¡Es usted ya una gloriosa figura de la Historia de Madrid! ¡Es usted más popular que Esparteros! ¡Qué digo yo Esparteros! ¡Es usted más popular que el caballo de Esparteros! ¡Vaya par de huevos que tiene ese caballo! ¡Pues usted los tiene más grandes! ¿No es cierto, grande de España?
Don Camelo Vela.- Lógico. Totalmente lógico.
La cerillera (entregando una cajetilla de Camel a Don Camelo).- ¡No se lo digo yo por hacerle la pelota porque lo que es servilleta nunca le ha hecho la pelota ni a ese tal Ernesto Jeminguay tan guay con todo eso que escribe sobre los toros! ¡Usted es más importante que todos los Jeminguays del mundo entero! ¿Verdad que es cierto, Don Camelo Vela para servirle y mande usted que yo estoy para ser mandada?
Don Camelo Vela (cojiendo la cajetilla con cuidado de no tocar la mano de la cerillera).- Lógico. Totalmente lógico.
La cerillera.- ¡Aquel jovencito tan atractivo le está esperando a usted, desde hace una hora, en aquella mesa con una jarra de agua y un vaso! ¡No para de beber agua el pobre! ¿Va a tener usted el gran detalle de invitarle a un café con leche o va a seguir siendo usted tan tacaño como siempre? No se me enfade pero todos y todas ya sabemos que es usted más agarrao que el judío del chespire. Claro que el chespire a su lado es un don naide… o se dice don nadie… usted corríjame siempre que yo meta la pierna… perfectísimo escritor de la lengua española…
Dieguito (saludando desde su mesa como si estuviese citando a un toro para ponerle un par de banderillas).- ¡Aquí, Don Camelo Vela! ¡Estoy aquí!
Don Camelo Vela.- ¡Me cago en la madre que le parió! ¡Cuánto me cabrea a mí hablar con neófitos que intentan torearme! ¡Esperaba a alguien más maduro que yo y resulta que es una criatura! ¡Espéreme un momento, jovenzuelo, que ya voy para allá!
Dieguito (sin dejar de sonreír).- ¡Venga muy despacio y tenga cuidado con los escalones, señor estrellado de todos las estrellas del rutilante universo literario y digo rutilante por no decir rocinante y usted ya me entiende! ¡Es usted más popular que el papá del Pepe! ¡Por aquí! ¡Por aquí yo siempre viví! No venga muy deprisa no vaya a caerse toda su humanidad al suelo y se produzca un corrimiento… de tierra por supuesto… no vaya usted a pensar tan mal como cuando escribe… jejeje… ¿no le hago ni tan siquiera un gramo de gracia?
Don Camelo Vela (llegando hasta la mesa y sentándose frente a Dieguito).- ¡Lamento encontrarme con un bebé como usted! ¿Quién cojones es el Pepe?
Dieguito.- ¿No es usted del Real de Madrid?
Don Camelo Vela.- ¿El Real de Madrid? ¡Se dice el Real Madrid y no el Real de Madrid! ¡Y el Real Madrid me importa menos que un carajo! ¡De Real sólo me interesa la Academia que tanto añoraba aunque bien que lo disimulaba pero cuando me dejaron entrar me entró una cagalera del gusto que me entró!
Dieguito.- Hablando de carajos… ¿me va usted a invitar a un carajillo o debo seguir con la dieta de agua para que haya distancia entre un genio de la lámpara como usted y un jornalero de la literatura como yo? ¿De dónde saca usted tanto lustre señor ilustre? ¡Ande, dígame que sí al carajillo aunque muy bien sé yo que va a decir que no! No importa, pero le cuento que el Pepe es el defensa central de los merengues, Don Camelo Vela. ¿No le parece fantástico para un argumento de novela costumbrista de las que usted tan bien escribe para seguir la costumbre academicista? ¿Qué tal va todo por la Real? No me refiero a la Real Sociedad a la que usted tanto ansía pertenecer sino a la Real Academia de la que usted tanto pertenece y a la cual tanto usted odiaba. ¿Se ha cagado ya encima de todos o le falta alguno todavía? Le cuento que estoy escribiendo “El avispero” que es mucho más que una colmena porque quiero que pertenezca al surrealismo del sur. ¿Qué le parece el surrealismo del sur a un señor realista del norte como usted?
Don Camelo Vela.- ¡Qué cojones es el surrealismo del sur!
Dieguito.- Le cuento que es algo así como describir la situación en que se encuentra el Betis Balompié que, aunque usted no lo sepa, es de Sevilla. Estoy intentando adaptar toda la novela, que es un verdadero avispero de líos continuos. No de ríos continuos como usted describe tan bien en sus viajes sino de líos continuos como describo yo. ¿Qué le parece mi idea? Ayúdeme a poner un subtítulo que sea sorprendente. Estoy dudando entre “Viva er Beti manque pierda” o “Viva er Beti manque empate”. Debo de ser muy simple pero es todo lo que hay. Sí. Es un lío donde aparecen dos mujeres. Usted ya lo sabe por propia experiencia. La buena y la mala y el burro delante para que no se espante. Usted que tiene tantas fanáticas seguidoras aunque sean de la época de la polichinela, ¿me podría ayudar dándome un taller sobre caracterización de mujeres y cómo tratar a las mujeres en una novela ejemplar? Es que quiero que mi avispero sea ejemplar y como usted es un verdadero ejemplo engañando a las mujeres… esto… no… quise decir describiendo a las mujeres… además le cuento también que voy a comenzar, una década de estas, un Ensayo titulado “Las mujeres de Don Camelo”. ¿Qué le parecen todas mis ideas juntas? ¿Podría yo ganar algo con esto de la Literatura o tengo que ser de la Falange como usted? No se me ofenda. Me refiero al conjunto de las falanges de sus manos. ¡Vaya manos que tiene usted! ¡Qué gruesas! ¿Es por eso por lo que escribe tantas groserías? No se ofenda pues quise decir grueserías.
Don Camelo Vela.- ¡No puedo ni quiero ayudarte! ¡El fúbol es un camelo! ¡Lo digo yo, Don Camelo, que soy todo un camelo en esto de las escrituras!
Dieguito.- Entonces… ¿el futbol es un camelo como eso de La Dama de las Cameladas del hijo súper jovencísimo de Alejandro, el famoso pastor de Murcia que anda liado con las ovejas extraviadas y resulta que le cuento que la Damas no se me dan mal del todo porque sé muy bien jugar con ellas y estoy pensando en hacer una película sobre una que es azul? ¡Jajaja! ¿Le gusta mi juego de palabras o se da cuenta de que estoy hablando en serio? Lo hago sólo para que se aumente su ego si es que su ego se puede aumentar más todavía.
Don Camelo Vela.- ¿De qué coño me estás hablando?
Dieguito.- ¡No! ¡De la Bernarda ni he escrito ni pienso escribir nada porque ya es un argumento muy usado en todo el Siglo XX y yo soy del siglo XXI y prefiero dejar a la Bernarda en paz! Porque ha de saber usted que James Joyce… ¿se lo cuento o está usted empezando a dormirse ya ahora que empezaba lo más interesante de la temática literaria de escritores más o menos cerdos?
Dan Camelo Vela (dando un respingo y despertando del todo).- ¡Cállese, mozalbete, que llega el Señor Ministro de Cultura!

(El Excelentísimo Señor Ministro de Cultura se presenta ante los dos con la bragueta de su pantalón completamente abierta)

El ministro.- ¡Hola Vela! ¿Quién es este jovenzuelo?
Dieguito.- Diego para servirle a usted, para servir a Don Camelo y para servir a la cerillera si es necesario! ¡No piense mal pero lleva usted la bragueta abierta y por eso de la asociación de ideas usted me comprende!
El ministro.- ¡Dios mío, que escándalo! ¡Vengo así caminando desde mi despacho privado de los Nuevos Ministerios¡ ¡Me he corrido por medio Madrid con la bragueta abierta! ¡Qué escándalo, Dios mío, qué escándalo!
Don Camelo Vela.- ¡Cálmese, Señor Ministro! Los tiempos actuales son heroicos.
El ministro.- ¡Claro! ¡Claro! ¡Claro! Lo que pasa es que no tengo cuidado con lo que hago y ando ciego…
Don Camelo Vela.- ¿Cómo el del Lazarillo de Tormes?
El ministro.- Mucho más ciego, Don Camelo…
Don Camelo Vela.- ¿Y qué hay de sus promesas?
El ministro.- Por supuesto que no las olvido. ¡Usted se las merece porque es una gloria nacional, internacional, mundial y universal!
Don Camelo.- Lógico. Totalmente lógico.
El ministro.- Vayamos a lo práctico. He decidido otorgarle un premio más.
Don Camelo Vela.- ¿Un premio más? ¡Qué ilusión! Estoy como viejo con zapatos viejos… esto… no… no… quiero decir como joven con zapatos jóvenes.
El ministro.- ¡He decidido hacerle más glorioso todavía dándole La Flor de la Palmatoria!
Dieguito.- ¡Le recomiendo que se siente y se abroche ya la bragueta no vaya a ser que se le escape el pajarito! Hablando de pajaritos… ¡qué pajarita más bonita lleva usted, Señor Ministro de Cultura! ¿Es de verdad o se la han pintado en la camisa por eso de ahorrar en tiempos de crisis? Le cuento que estoy pensando en escribir un relato sobre pajaritos y pajaritas viviendo en un pajar. No se preocupe usted que no tiene nada que ver con un argumento ministerial ni ningún otro misterio de su ministerio sino de ciencia ficción. ¿Qué le parece a usted, Señor Ministro, si mezclo las churras con las merinas y escribo sobre un braguetazo entre un famoso y muy viejo escritor que recibe el Premio Nobel y se lía con su muy jovencísima secretaria abandonando en la miseria a su vieja esposa que le lleva aguantando toda su vida diciendo y haciendo marranadas pero que, después, la secretaria le pone los cuernos con otro mucho más joven y el del Premio Nobel va y se marcha hasta las Canarias y liga con una canaria pero aparece el novio de la canaria, que es un canario, y le agarra del cuello al muy viejo escritor? Lo que no sé es cómo terminar la historia. ¿El canario ahoga al Nobel? ¿El Nobel se salva porque la canaria amenaza al canario con echarse a llorar? ¿Qué otro final emocionante puedo darle a este argumento? Ayúdeme usted, Señor Ministro, porque el genial escritor que está aquí, medio dormido por cierto, se niega a echarme una mano… claro que si se le ocurre intentar echarme una mano pues resulta que sé artes marciales y entonces podría ser un buen argumento para otro relato, muy breve, que por ejemplo dijera así: “Y el Nobel desapareció del mapa de los clientes por arte de magia potagia”. ¿Qué tal ando de imaginación, Señor Ministro de Cultura de los Nuevos Ministerios?
El ministro (ya sentado después de haberse abrochado toda la bragueta de su pantalón).- ¿De qué manicomio se ha escapado este ejemplar de jovenzuelo?
Dan Camelo Vela.- ¡No lo sé! ¡Pidió una cita conmigo pero o esto es la pera o ya me ha dejado loco del todo! ¡Lo mejor es no hacerle caso, de momento, a ver si hay suerte y se calla proque si no se calla se van a enterar todos de lo que queremos ocultar! Es lo más razonable para poder disimular.
El ministro.- ¡Cómo me gustaría viajar a Praga hasta que escampe y se acabe la tormenta que se va a desatar!
Dieguito.- ¿Ha dicho usted Praga o ha dicho usted Braga?
Don Camelo Vela.- ¿También quiere usted conocer Braga, Señor Ministro?
El ministro.- ¡Para la cultura española es un alto gallardón… digo galardón… y una hemorragia de satisfaccíón más una hemorragia de felicidad más una hemorragia de alegría que usted acepte, Don Camelo Vela, La Flor de la Palmatoria!
Dan Camelo Vela.- ¿Y qué más? ¿Qué más puede ofrecerme?
El ministro.- ¡El Premio Sancho Panza! ¿Le apetece también el Premio Sancho Panza teniendo en cuenta la enorme barriga que posee usted muy bien poseída?
Don Camelo Vela.- Todo lo que sea comer me interesa mucho. Soy un verdadero tragaldabas, Señor Ministro. ¿Va a haber dos banquetes en esos dos grandes premios?
El ministro.- No faltaría más, Don Tragaldabas… esto… quiero decir Don Camelo Sesto… no… no… Don Cemelo Vela que no es Sesto sino Primero… pero es que estoy muy nervioso…
Don Camelo Vela.- Se dice sexto y no sesto. ¿Ha dicho usted nervioso? Se me viene a la memoria un pequeño canturreo que dice así: ¡Por el río Nervión bajaba un nervioso; por el río Nervión bajaba un nervioso, y en nuestra Madre España hacemos siempre el oso viva que viva que viva que viva el cañón!
El ministro.- ¡Por favor, no me haga usted tanto el oso, Don Camelo! No se deshonre a sí mismo porque eso es un imposible. Usted se merece toda la honra porque toda la honra es usted. ¿Me ha comprendido?
Don Camelo Vela.- Lógico. Totalmente lógico.
El ministro.- Lo que más le maravilla a todos sus lectores y a todas sus lectoras es la gran cantidad de tacos que emplea usted. Ha batido el récord de la Literatura Moderna tanto de la pasada como de la futura. Actualmente nadie escribe más tacos que usted, lo cual es merecedor de otro premio que vamos a pedírselo ipso facto al Libro Guinnes de los Récords. Dice y escribe usted tantos tacos que quizás por eso sea tan tacaño. Es usted todo un taquillero.
Don Camelo Vela.- Lógico. Totalmente lógico.
El ministro.- ¿Y los demás escritores? ¿Qué hacemos con los demá escritores? ¡Hay muchos que están casi tan enchufados como lo está usted y están enchufados con personas tan influyentes casi como yo!
Don Camelo Vela.- El olvido es la mayor gloria que se les puede dar a todos los demás escritores y escritoras menos a mí. Publican un millón al año pero el viento vendrá y borrará a novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve quedándome yo solo. Todos los demás y todas las demás sólo se merecen el olvido y la indiferencia porque no escriben tantas mierdas como yo y a eso no hay derecho porque vivimos de lo que comemos y comemos de lo que escribimos y de ahí lo de escribir de las mierdas. Con seguir diciendo continuamente ese camelo de que yo, Don Camelo Vela, soy el mejor escritor de todos los tiempos usando la lengua española ya está todo solucionado.
El ministro.- Lo tendremos en cuenta a la hora de elaborar los textos escolares. ¡Usted ocupará unas diez páginas completas mientras que para los demás sólo les dedicaremos un par de líneas a cada uno de ellos y de ellas! Total; poner sus nombres, sus lugares de nacimiento con el año si lo sabemos y nada más. ¿Contento, Don Camelo del padrón de los padrones y patrón de los patrones?
Don Camelo Vela.- Lógico. Totalmente lógico.
El ministro.- ¿Está contento su ego con lo de La Flor de la Palmatoria y lo de El Sancho Panza o le propongo también para que le otorguen La Copa de la Champions?
Don Camelo Vela.- ¡Pero eso es fútbol! ¿No se va a notar demasiado?
El ministro.- Da igual. El caso es igualarle a Don Alfredo.
Don Camelo Vela.- ¿Yo al lado de Hithcock? ¡Qué enorme ilusión formar parte de la novela de suspense! Aunque de suspense lo que es de suspense pues yo la verdad es que…
El ministro.- ¿Pero qué está usted chocheando, Don Camelo? ¡Me estoy refiriendo al gran Don Alfredo Distéfano que es muchísimo más popular que usted con perdón de usted! ¿Se figura usted conquistando la Copa de la Champions y entrando también en Historia de Las Leyendas del Real Madrid?
Don Camelo Vela.- ¡Cuánta ilusión! ¡Pero que cuánta ilusión! ¿Y Don Alfredo Distéfano qué novela de suspense ha escrito?
El ministro.- ¡Y dale con la novela de suspense! ¡Don Alfredo no ha escrito nada de suspense! ¡No desbarre usted más, Don Camelo!
Don Camelo Vela.- ¡No se me vaya usted a echar para atrás, Señor Ministro
El ministro.- Nunca jamás, Don Camelo. ¡No sabe usted la gran cantidad de majaderías que hago desde que soy Ministro de Cultura! Por ejemplo voy a fomentar El Año de No Leer Nada excepto las Obras Completas de Don Camelo Vela. ¿Qué le parece?
Don Camelo Vela.- ¡Qué ilu! ¡Qué ilu! ¡Qué ilu!

(Don Camelo Vela ensancha su enorme tripa y suelta un sonorísimo pedo maloliente)

El ministro.- Por favor… conténgase Don Camelo… contenga un poco su felicidad…
Don Camelo.- ¡Es que yo a mis triunfos, victorias y premios ganados por todas partes, los celebro siempre tirándome pedos muy explosivos! ¡A las de Acción Católica, digan lo que digan, siempre les ha gustado mucho! ¡Son mis mejores fanáticas seguidoras! ¡Doña Pilar Primo, la prima de su primo, me leía a escondidas y me felicitaba con cartas escritas a mano sin que primo de su primo se enterara! ¿Comprende usted las encrucijadas de la literatura de posguerra y la guerra que dimos con todo eso de la censura cuuando todos sabíamos que pasar lo que era pasar no pasaba nada con los que vivíamos de gorra?

(Don Camelo vuelve a ensanchar su enorme tripa y se lanza otro pedo todavía más sonoro y maloliente que el anterior)

El ministro.- ¡Cómo se nota que está usted totalmente contento! ¡Qué contento está usted y qué contento me pongo yo porque usted está contento! ¡Si usted está contento yo tambíén estoy contento de que usted esté contento lo mismo que yo estoy contento de que usted lo esté y todos contentos de que usted esté contento!
Don Camelo Vela.- ¡Cuendo suelto un sonoro y pestífero pedo me encuentro conmigo mismo y soy feliz!
La cerillera (hablando para su interior).- ¡Buenos aires suelta el barragán! ¡Y qué barriga, válgame Dios, qué barriga! ¡Este tío es capaz de cortar a Cortázar que mira que Cortázar corta! Pero quiá de quiá y de quiá… Don Camelo corta más y da más cortes que El Corte Inglés en épocas de verano. Aquí el que corta no es Cortázar ni el que liga es Lizagamón, sino este tirapedos que o le dices que sí o te llama… bueno… me callo lo que te llama si le dices que no…
Don Camelo Vela.- ¡Con su permiso, Señor Ministro, voy a soltar un tercer pedo para mostrar mi felicidad completa con los tres nuevos premios que me va usted a otorgar! ¡Y que sepa usted que soy capaz, y ya lo he demostrado, que tomo agua por el culo hasta quedarme satisfecho del todo!

(Don Camelo Vela vueve a repetir lo mismo pero todavía más aumentado tanto en lo sonoro como en lo olorífico)

¿El ministro.- ¡Tiene usted todo un amplio repertorio, Don Camelo!
Dieguito.- ¿Puede decirme a qué estilo literario pertenece esta clase de literatura que se celebra con pedos y tomando agua por el culo?
El ministro.- ¡Yo no lo sé, pero no interrumpa al genial genio, jovenzuelo! ¡El angelito se ha quedado dormido! Sería lamentable despertarle y que comenzara otra vez con sus pedorretas o exigiera que trajeran una palangana llena de agua para demostrar lo que dice que ha demostrado en varias ocasiones.
Dieguito.- Señor Ministro… ¿podría yo conseguir alguno de esos honoríficos y suculentos premios tan enormemente bien pagados pero escribiendo “Lamentos de seres de medio pelaje”, una verdadera tragedia social pero sin escribir ninguna clase de marranada ni de suciedad alguna y sólo para despertar la conciencia de mis lectores y de mis lectoras?
El ministro.-¡Mire, jovenzuelo, la literatura social ya no está de moda y mucho menos si sirve para despertar la conciencia!
Dieguito.- ¿Entonces tengo que escribir tal como escribe Don Camelo y camelar a los lectores diciéndoles que es necesario escribir toda clase de marranadas, cochinadas y hasta cerdeces diciendo que es literatura realista a tope cuando todos sabemos que sólo es porquería nada más y que se puede escribir sobre la realidad de la vida sin ser para nada escatológico y haciéndolo mucho mejor que él y los que le siguen porque le admiran cuando se tira pedos en la Academia?
El ministro. Hay que seguir el camino de los grandes y viejos maestros, mozalbete.
Dieguito.- Me llamo Diego pero piede llamrme Dieguito.
El ministro.- ¿Lo comprendes todo ya, Dieguito?
Dieguito.- Sí. Parece absurdo pero quien quiera alcanzar un gran premio literario en nuestro país, tiene que ser un completo cerdo o un cerdo completo. ¿Y eso es ser el mejor de los mejores de todo el idioma español?
El ministro.- ¡Ese es el futuro que nos ha abierto Don Camelo Vela! ¡No lo olvides nunca, chaval! ¡Puedes escribir como los ángeles pero no te darán la oportunidad si no escribes como los cerdos tanto en Literatura como en Medios de Comunicación de Masas!
Dieguito.- ¿Ese es el futuro, Señor Ministro? ¿No le apetece a usted que los dos nos levantemos y huyamos de este mal sueño yéndonos hacia el pasado para poder leer y escribir algo que sea bello de verdad y que se merezca un Nobel de verdad y sin ninguna clase de sucia moda ni estafa de ninguna clase?
El ministro.- ¡Muy bien! ¡Me convences! ¡Vámonos los dos hacia el pasado donde la Literatura era Literatura y olvidemos esta pesadilla de hombres fétidos escribiendo cosas de tan mal olor!

(El ministro y Dieguito se van del café sin haber tomado nada más que agua mientras Don Camelo Vela queda durmiendo y roncando de forma mas estruendosa que la de un jabalí)

SE BAJA EL TELÓN.

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