1 de agosto de 2104 después de Jesucristo. Vuelvo a “comunicar” con Jaime Fernández Garrido: “Charles Chaplin, no sólo interpretaba las películas, también era el director, el guionista, el productor, componía la música y muchas cosas más. “El chico” (1921), “Luces en la ciudad” (1923),”Tiempos modernos” (1936) fueron algunos de sus films más famosos. El conocido “Charlot” era un defensor del cine mudo. Decía que el cine moderno destruía la belleza del silencio. No sé lo que sir Charles diría hoy si viese nuestro mundo: El silencio parece ser el enemigo de muchos. En la calle todo son sonidos estridentes. En los grandes almacenes ponen música y anuncios para que puedas comprar más cosas. Mientras todo esto sucede, perdemos la belleza de la comprensión, del silencio, de interesarse por lo que otra persona puede estar pensando o sintiendo sin decir nada”.
Y, sin embargo, yo no necesito el silencio. Lo necesitaba pero hace tiempo. Ya no lo necesito más. No sé si alguien habrá pensado sobre lo que fui y lo que sigo siendo. No sé si alguien descubre en mis palabras ese silencio escondido. No sé para qué sirve esconder la verdad. Si el silencio se llena de palabras obtenemos algo muy singular: somos lo que pensamos porque pensamos lo que decimos. ¿Verdadero o falso?. ¿Somos o no somos la Palabra misma? Sí. Somos la Palabra misma. Entonces vienen las preguntas esenciales: ¿por qué tenemos que callar, quiénes quieren que callemos, a quiénes beneficia el silencio y cómo decir verdades si no podemos hablar?
Recuerdo. Permítanme recordar. “No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente? Hoy, sin miedo que, libre, escandalice, puede hablar el ingenio, asegurado de que mayor poder le atemorice. En otros siglos pudo ser pecado severo estudio y la verdad desnuda, y romper el silencio el bien hablado. Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda, que es lengua la verdad de Dios severo, y la lengua de Dios nunca fue muda”. Nuestras vidas serían totalmente diferentes si todos habláramos lo que otros no desean escuchar porque se cobijan en nuestro cómplice callar. ¿Y si callamos? ¿A quiénes beneficiamos si callamos? Lo que puedo afirmar es que al necesitado no le beneficia el silencio; porque cuanto más callemos más necesitado estará de nuestra Palabra.
Comprender es muy diferente. Para comprender es necesario escuchar. Y no nos pueden escuchar si no somos capaces de transmitir lo que necesitan escuchar. Es Ley fundamental del Periodismo. Me pregunto algo muy puntual. ¿Si he pasado años enteros estudiando la Comunicación Social cómo puedo guardar silencio? ¿Para qué entonces haberme tragado miles de horas escuchando lo que otros me han estado diciendo? Llega un momento en que el silencio es Palabra y la Palabra es la Verdad de nosotros mismos. Recuerdo los años del silencio. Era la prisión de nuestras necesidades. Y a esa prisión ya no quiero ni debo regresar. Con el título bajo el brazo no tiene sentido callar. Los mimos valen para distraernos durante un momento de nuestras vidas pero llegan a cansar, a aburrir, a desilusionar. Todos necesitamos saber que podemos hablar mucho más allá que guardando silencio. Bien. Estoy de acuerdo con que el silencio alimenta nuestra personalidad. Pero me sigo preguntando. ¿Para qué queremos tener personalidad si no podemos decir que la tenemos?
Si es cierto que debemos comprender a nuestros amigos y a nuestras amigas y si es cierto que debemos enfrentarnos a nuestros enemigos y a nuestras enemigas… ¿quién o quiénes pueden dudar que necesitamos romper el silencio para hacerles saber qué es lo que sentimos de verdad hacia todos ellos y hacia todas ellas? El silencio acumula sabiduría pero si esa sabiduría no la hacemos Palabra viva entonces hemos perdido el tiempo, hemos perdido la vida y nuestra existencia ha sido una simple inexistencia. ¿Cómo hubiésemos podido entender a Jesucristo si Jesucristo hubiese guardado silencio después de haber aprendido lo que de otros escuchó? Si Jesucristo hubiese guardado silencio nunca hubiésemos aprendido a ser Palabra. Esto es algo que muchos cristianos y muchas cristianas debería aprender del todo. Si guardas silencio nadie te escucha y si nadie te escucha no comunicas con nadie. Es tan sencillo de comprender y entender que parece hasta de perogrullo. ¿Guardar silencio cuando ya has aprendido a escuchar a los demás? ¿A quién o a quiénes aprovecha eso? Hay muchos seres humanos que necesitan nuestra Palabra y yo no conozco ningún silencio que sea capaz de emitir nuestra Palabra. En todo sistema de comunicación el emisor se comunica con los receptores porque habla, porque dice, porque emite…
No es un juego de palabras que me invento para rellenar una más o menos declarada reflexión. No es escribir por el simple hecho de escribir. Es escribir para hablar. Es escribir para romper el silencio. Y es escribir para enseñar al que no sabe que la Palabra viva reside en Jesucristo y Jesucristo nunca es silencio. Vamos a ver si dejamos de ser falsamente humildes y aprendemos a decir las cosas por su verdadero sentido. Si hemos escuchado durante años es para que durante años estemos hablando. Lo contrario sería una necedad. Leo un pensamiento que me encuentro de paso: “Callando es como se aprende a hablar, y luego, hablando es como se aprende a callar”. Lo cual yo lo interpreto como que “si no te decides a hablar siempre serás desconocido cuando muchos necesitan saber quién eres y qué les quieres decir”.
Él nos dijo a todos y a todas: “Id por el Mundo y predicad mi Palabra”. Observad con atención que no dijo “guardad mi Silencio” sino “predicad mi Palabra”. Me parece que está más claro que la luz del sano pensamiento. Así que no necesito el silencio sino hablar sobre la Gran Verdad de quien me eligió para representarle ante ese Mundo al cual me ha enviado. Así que todos los días despertamos para poder expresar la Palabra o, en sentido opuesto, ya no estaríamos vivos para Él. En definitiva: no necesito el silencio… sino la Palabra… y la Palabra es hablar…
Jaime Fernández Garrido puede entenderlo a su manera y puede preferir el silencio. Yo no. Yo soy diferente. Y no por eso me vence la vanidad.