Las palabras se han ido para todos,
las hadas primorosas que han bordado contenidos,
la enseñanza de las cosas,
los verbos repetidos.
Corazones a los que no conociste,
pero viste pasar,” enmochilados”.
Que nadie diga que el silencio no les llama,
que nadie se siente mejor,
que entre enseñar y aprender,
lo humano se hace memoria,
la medida de la historia.
El verano es la sirena de los mares,
agua y caminos bifurcados.
El tiempo ya de dejar de ser tiza y palabra.
El aula se ausenta a su vez
y es menos aula.
En un hecho prodigioso,
un libro olvidado aparece.
Dibujos con rotulador;
libro deshecho con palabras escondidas.
La medida de las cosas.
Quizá, cerrando los ojos,
uno piensa que logrado poder
ver unos ojos leer,
algún oído escuchar,
y todo un coro, ya no infantil,
que se ha vuelto a marchar.
(Dedicado a Aguirregabiria por su presencia
contínua en esta págica. Saludos)