Hay una larga serie de cuentos e historias sobre hombres solitarios, viejos gruñones que odian a la sociedad y se encierran en lúgubres mansiones a las que hay que acercarse con miedo y pavor porque te sueltan un escopetazo. Y de ancianas que rechazan a escobazos a todo el que pisa sus sembrados o son capaces de envenenar manzanas para dárselas a las ingenuas blancanieves que sólo buscan ser felices. El caso es que Don Ricardo es un vecino que siempre marcha solitario por la calle. Todos los días le saludo y él nunca jamás me contesta.
Ya cansado de Don Ricardo pregunto a mi suegrita qué ocurre con el citado señor… Te equivocas, José, me contesta ella. Don Ricardo es muy sociable y le gusta hablar con la gente. Lo que sucede es que está completamente sordo. Es más sordo que una tapia.
Es completamente natural y propio de la especie humana -y también de todos los animales- convivir los unos con los otros. Sociabilizar nuestras emociones es una gran terapia. Los lobos solitarios no existen porque da la casualidad que los lobos son animales muy solidarios. Sus manadas viven en plena comunicación social. Félix Rodríguez de la Fuente lo sabía con total franqueza. Y siempre lo explicó mientras estuvo en vida.
Otra cosa es el lobo estepario a lo Hermann Hesse. Pero eso es otra cosa. Eso es una patología antisocial. Y resulta que los divanes de los psiquiatras están llenos de lobos esteparios (hombres y mujeres que te sueltan un escopetazo solo por mirarles distraidamente a la cara). En fin. A mí me entusiasma toda clase de comunicación. Hace pocos meses participé de un grupo que se reunía para desarrollar el amplio tema de la Comunicación Interpersonal. Fue sensacional. Descubrí grandes cosas cotidianas y descubrí que las personas anhelan la comunicación.
Iren hizo una propuesta realmente interesante. Algunos estiman que sería excelente hacer alguna “kedada” entre los voremios y voremias que puedan tener la oportunidad de conocerse. Por eso de la comunicación social. Hay quienes hemos recogido la propuesta con gran entusiasmo pero también hay muchos que no podríamos acudir en un principio por lo que explicó grekosay y por lo que expuso Alberto (ver esquemas de la participación de los voremios) pero ellos, juntos con otros muchos como Estrella, Vanesita y un largo etcétera todavía silencioso plantean que hay alternativas y que es una buena idea la propuesta por Iren. Frutodelanada, sin embargo, descarga un desatinado comentario hablando de “volver loca a la luna” sin darse cuenta de que la luna hace muchos años que está loca desde que Armstrong puso un pie sobre ella. No, compañero, no. Iren hace una propuesta muy interesante y no es lo que tú tan equivocadamente expresas. La libertad de opinión existe pero es injustificado hablar de alguien expresando definiciones sin conocer en nada a esa persona.
Por mi parte yo, que gracias a la vida, no estoy sordo como Don Ricardo, ni me gusta pegar escopetazos a quien se acerca por mi vivienda ni tampoco regalar manzanas envenenadas, estoy seguro de que si en alguna ocasión se puede producir un encuentro entre voremios y voremias estaré allí presente. Porque me entusiasma escribir, leer y sobre todo compartir y escuchar… Sólo compartiendo y escuchando llegamos a sentirnos bien. Muy pronto regreso a España y si da la casualidad de que algún posible encuentro de voremistas (los que escriben y los que leen aunque no escriban) está al alcance de mis circunstancias (o sea que pudiese estar en el lugar geográfico donde se realizase) iré con mucho gusto. Porque me encanta la tertulia y me agradan los seres humanos (sean quienes sean) en cualquier parte del mundo.
Libertad para acudir o no acudir. Libertad para aceptar o rechazar. Libertad para conocer o no conocer. Pero, sobre todo, libertad para poder comprendernos los unos a los otros. Ahora resulta que cambiando de táctica puedo comunicarme todos los días con Don Ricardo, que es sordo como una tapia pero profundamente sensible y humano cuando se lograr empatar con él.