El océano convertido en el panteón del polizón.
Leemos con esa mezcolanza de supuesta superioridad europea e indignación innegablemente hipócrita la enésima historia de polizones arrojados al mar. En este caso ha sido el estremecedor relato de un marinero chino del pesquero ‘Wisteria’, un buque de una armadora japonesa bajo pabellón de conveniencia panameño, procedente de Senegal que iba a descargar atún en A Coruña.
El pasado 27 de mayo, al llegar a la ría de Arousa, uno de los 14 tripulantes chinos bajo las órdenes de un capitán y dos oficiales coreanos, deslizó una nota al práctico del puerto, en la que -en mal inglés-, podía leerse: “Cuatro hombres fueron arrojados al mar, por orden del capitán, el 23 de mayo”.
La prensa recoge en sus páginas interiores el dramático diálogo de un piadoso tripulante que se encara con otro, el cocinero que sigue ciegamente las inhumanas órdenes. “Son seres humanos”, suplicó el dotado de alma; “lo ha ordenado el capitán”, replicó el desalmado. El cruel capitán aún tuvo la desfachatez de declarar que al alejarse el Wisteria hacia Europa, los africanos cuyas cabezas apenas asomaban del mar, agitaron sus brazos desde el agua en señal de despedida.
La inmoralidad de estas muertes quedará impune, a pesar que un patrón ordenó abandonar en el mar a unos polizones sin más asidero que unas tablas, en imposibles condiciones de supervivencia. Aunque inicialmente se abrieron diligencias en el juzgado correspondiente, ahora se nos informa que la causa ha sido archivada tras dictaminar la fiscalía que los tribunales españoles no tienen jurisdicción sobre unos hechos ocurridos en aguas de Mauritania o Marruecos.
El barco ha seguido su curso, sabiendo su capitán Cho Che Joo que la improbable denuncia del delito de abandono en el mar no representaba ningún trastorno en su singladura, mientras que llegar a las costas europeas con polizones a bordo suponía un interminable problema burocrático. La legalidad internacional ha dado nuevamente muestras de insensibilidad ante uno de los crímenes más atroces y reiterados de nuestra era contemporánea: la muerte de quienes huyen de la indigencia en busca de los paraísos opulentos.
Dos reflexiones finales: 1ª Los polizones siguen siendo seres humanos dotados de todos sus inalienables derechos, a pesar de su dramática situación de especial vulnerabilidad y riesgo, derivada de su casi absoluta indefensión ante el fuero internacional. Los países desarrollados reaccionan ante el fenómeno de los polizones con un egocentrismo inicuo: su única política ante este fenómeno es la del “rechazo en frontera”, es decir la política de “que se los lleve el que los ha traído”, rehusando el desembarco en puerto de los polizones lo que alienta conductas bárbaras.
2ª Europa es un inmenso y despiadado barco que se escandaliza fugazmente de estos aberrantes hechos, pero que -con la aquiescencia de su ciudadanía- se comporta de modo comparable al capitán del Wisteria, con injustificable insolidaridad hacia personas de otros orígenes y culturas, a quienes tilda de “ilegales” (¡como si una vida pudiera ser ilegal!), pretendiendo que nuestra deliberada ceguera nos libre de una culpabilidad tan compartida como cierta.
Mikel Agirregabiria Agirre. Getxo
www.mikelagirregabiria.tk
Artículo ilustrado en: http://www.geocities.com/magirregabiria/polizon.htm