Tropezones de oscuridad

Creo ya haber sentido la esperiencia anteriormente. Divisé los resabios de quien yo era cuando llegué a este lugar, o a este cuerpo sin límites. Nada pudo ser estático, nada quiso existir del todo y nada me devolvió lo que antes parecía pertenecerme.
Y allá -muy lejos- caminaba sola, evadiéndome de las mil lunas que me observaban tímidas, dueñas de un enorme mutismo.
No me escapaba de nadie, mas que de mi misma. No me alejaba de nada, porque lo poco que tenía estaba dentro mío, taladrándome las ideas que se convirtieron en sorpresas o en derrotas.
El pasado no encontró su lugar -¡cómo entenderlo!- el pasado no quiso ser hipócrita, el pasado tampoco quiso quererme ni que lo quisiera.


Lunas, solo lunas recorren a tropezones mis noches de exaltada melancolía, mis palabras inventadas, mis augurios mas recónditos y menos posibles.
Aún no descubro de donde nace esta agonía que me devuelve cansada a la realidad, solo la dejo fluir, tranquila y apaciguada, reseca, somnolienta y casi muerta.
Renace mientras muere, grita mientras calla, odia mientras ama. No pude encontrar su nombre, sólo algunas sombras corrieron a mi encuentro, mientras teñían de sangre los minutos escurridizos y componían gustosas las mas hermosas canciones de mi funeral.

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