Algo se cruzó por mi mente logrando apenas distraerme del recto perfil de tu mirada. Dos ojos pálidos se estremecieron en el contacto con el abismo que te obligó a doblarte en un solo movimiento mirando el piso.
El aire reseco de la habitación atestó a vaciarte, profundamente llano, intensamente solo.
Si mirabas hacia arriba, no había mas que un techo liso que te aislaba del mundo y te absorvía en tu propia conciencia.
Si te mirabas en tus ojos, reflejabas el olvido del silencio y la resignación. El paso cansado de un presente de rojizas intenciones. El tiempo estancado en la llama del dolor que todavía duele, que todavía quema.
Debió cruzarse algo mas que una simple idea por mi cabeza, algo mas que la tumba que sellaba tu dolor, el que transmitían tus ojos.
No estabas enfermo, ni estabas loco.
No eras nada mas que lo que quisiste quererte.
Tampoco eras una sombra. Jamás. Tu cuerpo maravillosamente mío fue un cuerpo entonces.
Tu cueva. Tu muralla. Tu cuerpo.
Un comentario sobre “Tu cuerpo”
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!Excelente, Celeste!. !Qué limpieza de sentimiento para expresar con hondura!. Cueva… Muralla… Cuerpo… Todo un recuadro de magnífica representación. Te felicito. Un beso.