Los extremos siempre han sido complicados de llevar. El “botellón” nació cómo una pequeña reunión de amigos desnudando sus almas entorno a un vaso algo pequeño, familiar, casi íntimo en aquellas ciudades de principios de los 80, cuando nacia en cada acera la inquietud y la cultura. Entonces no estaba mal visto (salvo por las mentes retrogradas que torturaron éste país durante 40 años), eran sólo “esos modernos que beben en la calle”.
Ahora, por desgracia, todo ha cambiado: ya no hay inquietud ni cultura, sólo síndrome de abstinencia. Ya no se desnudan las almas, se destruyen. Ya no somos “modernos que bebemos en la calle”, somos bárbaros injustos con nuestros vecinos….
Que nadie piense que estoy a favor de la prohibición del botellón, la solución nunca es prohibir, pero tampoco estoy dispuesto a luchar por mi libertad etílica a cualquier precio, si tengo que luchar prefiero saber por qué lucho, y lucho por la libertad, no por el deseo…
Demostrad que os importa algo diferente y lo diferente dejará de importar, que nos tachen de locos, pero no de beodos…