La imaginación al poder es siempre frase simbólica y emblemática desde que se puso de moda a finales de los 60 del pasado, y a veces ya añorado, siglo XX. Pero antes de esos años, allá por 1934, la imaginación tomaba el poder en los escenarios teatrales de Madrid y España gracias a la pluma del asturiano Alejandro Rodríguez Álvarez. Quizás este nombre, dicho así, apenas le haga recordar a casi nadie… pero si señalamos que Alejandro Rodríguez Álvarez pasó a la historia del teatro español y mundial con el sobrenombre de Alejandro Casona ya es otra cosa. Todos los aficionados al teatro lo recordarán. Es aquel Alejandro Casona que nacido en 1903 en la aldea mágica asturiana (porque tenía su propia bruja) de Besullo (muy cerca de las minas de carbón y caolín de la villa de Cangas de Tineo y también muy cerca de los pastos y la cuenca hullera de Cangas de Narcea) terminó por aposentarse en Madrid tras haber pasado por otros lugares como la ciudad de Murcia.
En aquel año de 1934, Alejandro Casona estrenó en Madrid su obra titulada La sirena varada. Llamó poderosamente la atención esta obra de teatro (ganadora del Premio Municipal matritense) que ahora he podido leer y que en su día fue un verdadero éxito de público justo en el mismo momento político-histórico en que el ascenso de la derecha republicana al poder, apoyada por la CEDA (Confederación Española de Derecha Autónoma de José mMría Gil Robles), provocó precisamente la revolución de Asturias y Cataluña. Inmediatamente después de estos hechos (dos años más tarde) se inició la Guerra Civil en España.
Pero entonces, en 1934, Alejandro Casona elevó a la imaginación a la toma del poder con su Sirena. Encerrado en una casa con un grupo de amigos, el protagonista principal funda una república con la imaginación como máxima autoridad. Allí los espectadores pudieron ver cómo la sinrazón se aleja del mundo donde siempre impera el sentido común que es el más manipulado y manipulador de los sentidos. Por estas y otras razones, Alejandro Casona se exilió de España al terminar la Guerra Civil y anduvo por París y numerosos países de las Américas (sobre todo por México y Argentina) escribiendo obras de teatro para la imaginación. Mas su Sirena quedó varada… hasta que en 1962 vuelve el dramaturgo a España y se revaloriza su teatro, que vuelve a prender la llama del éxito, junto a otros autores como Edgar Neville y Víctor Ruiz Iriarte.
Con Alejandro Casona y La sirena varada el teatro abandona espejismos y dioramas rancios para volcarse en la valoración de conceptos y elementos humanos, aunque todavía sea muy apreciable una cierta carga de simbolismo anterior. Así cuando el protagonista principal está iluminado con la ensoñación de una república idealísticamente ácrata aparece Sirena, un personaje femenino del cual se enamora rápidamente. Comienza entonces la parte más esencial de la dramática histórica de los allí reunidos, porque cuando alguien se enamora es necesario conocer la verdad según dicen los grandes pensadores (cosa con la que yo no estoy enteramente de acuerdo) y el mundo originario de Sirena se ve enmarañado de metáforas: o volver a la dura realidad o quedar sumergida en el sueño.
De esta manera, podemos observar a la Sirena varada como un esqueleto de acción con sólo una piel de palabras pegada a los huesos. Las referencias fantásticas de la imaginación convierten a la vida en un teatro andante donde se escucha que la noche es todo magia para invitarnos a inventar realidades nuevas. Pero la realidad es dura y Sirena se queda varada en ella. En la roca muere una sirena por el amor a un hombre…
Junto con las probabilidades de imaginaciones surgidas en nuestras primaveras existe siempre un árbol de vida en pie (dichosa juventud de sueños y conquistas utópicas) que dan homogeneidad temática y estructura dramática a nuestras primeras existencias. Imaginación juvenil como estilo y significación de vida. Pero surge luego ese inmovilismo interior que frena la ilusión. Irrealidad, fantasía e imaginación son el prototipo de una cierta etapa en la vida humana; prototipo de brillo y acción. Pero es en la realidad donde los hombres y mujeres quedamos varados y en su verdad se plasma la humanidad adulta que consiste en ir uniendo pequeñas realidades hasta ahogar por completo a la Gran Irrealidad.
No es la Sirena varada una concepción completa de escapismo sino una esencia sentimental por la que todos hemos pasado alguna vez. Vaya entonces un saludo a la Sirena de Alejandro que tan buenos momentos me ha hecho pasar al leerla.