Desencarcélame y déjame elegir,
que hasta de ti quiero huir,
hasta de la tierra misma,
de la rivalidad y del asco,
del hambre de mi nación.
Nací dichoso en un hogar sin futuro,
y el agua es sucia como el barro.
Las tuyas son de manantial,
hasta que la lluvia deje de caer.
Mi complejo es el auxilio
en mi corazón roto de
heridas abiertas vendidas
por armas y fusilajes.
Alzamos la bandera por no tener,
pero el blanco ya no es blanco
mientras el hombre no lo quiera ver.
Matas a la vida
y dices que por Dios
y ni siquiera tienes sangre.
Mis hijos son tus armas,
mis mujeres tus murallas
y mi honor tu rencor.
Y de mí no queda nada,
ni a los soldados de tu batalla
que por saber no saben nada.
El mundo romperá en dos,
y esa será la venganza.
Quedará el desapercibido
y por tú, por suerte, te habrás ido.
El verdadero honor está “dentro” de tus verbos. Me llama la atención tu defensa incólume de algo que me suena a dignidad humana. Verdades muy hondas.