… son estas mañanas frías y el cigarro en la mano, el camino siempre recto y sin desvíos, la misma calle durante toda la semana, las que hacen nacer nostalgia, más como sentido que como palabra. Como si borradas ya las ansias de soñar tan sólo quedara esta palabra sola. Simple y mal usada. Gastada. Nostalgia.
Algo me detiene siempre, eso sí. Como si la palabra -delicada en el fondo- no quisiese ser conducida a un destino menos gris y se quedase en la lengua, o en la profundidad de la vista, o en la sensación de una voz ajena y querida de entre tantas en la cabeza. Entonces, una vez en el baño dan ganas de vestirse de valor y salír corriendo por la puerta un poco mas temprano que siempre… Conseguir un arma que me libre del apego de un solo tiro… ordenar los recuerdos como lo hacía “tía Daniela” aplicando el ritual del bisturí. Pero conservar las ansias… No corromperlas porque nunca serán suficientes. Una vez libre hay tantas opciones fuera de esta calle larga. Tomar el bus ausente. Buscarte entre la gente aunque apenas te recuerde tras el rito. Convertirme en una roca firmemente atada a la caída. Ser el libro que se entrega al mar o sonreirle a la extraña soledad de nuestras vidas. Valparaiso se haría inmensa sin su compañía… los cerros se volverían de noche a mi rostro y las luces serían el trazado camino que recuerda las ansias.
Ese torpe afán de llamar ^ostalgia a todo lo nuestro.
Como0si olvidarnos fuese precisamente precisar en esa palabra que me recuerda a ti.
Rucordarte en nostalgia. Olvidar |a nostalgia para recordarte.
. Cómo me gustaba imaginarte en Valparaiso .
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Más allá de la Calle de la Nostalgia está el Paseo de los Recuerdos. En tu texto veo ambas nociones como avenidas por dónde pasear el discurrir del tiempo hablado con nosotros mismos al ritmo de un recóndito reloj de libertades. Olvidos para recordar y recuerdos para sentir… Un abrazo por tu hermoso texto.