En 1624, la ciudad noruega de Oslo sufrió un pavoroso incendio y quedó muy destruída. Después de su reconstrucción por el rey Cristian IV de dinamarca, la ciudad pasó a ser llamada Cristianía hasta que, en 1924, el Parlamento noruego decidió volver a designarla con su antiguo nombre de Oslo. En los célebres años 60 del siglo XX existió en la ciudad la muy famosa Comunidad Hippy de Cristianía…
Visito Oslo. Y en una de las salas del Museo de la Galería Nacional veo, presencio, oigo, siento El Grito… El patético Grito expresionista de Edvard Munch. Es el más célebre símbolo del paso del siglo XIX al siglo XX, la más representativa obra de Munch y del Expresionismo del Die Brucke alemän: y ese Grito en mitad del puente (con una diluida pareja de amantes en el extremo del fondo deträs del angustioso personaje que grita) sigue estando presente en este paso del siglo XX al XXI: Parece que todo cambia y, a la vez, todo sigue igual…
La persona grita mientras se tapa sus oídos… y todo su contorno se difumina y se diluye desparramándose en una línea continua, ondulante, que envuelve las cosas como un abrazo sofocante del que no es posible escapar. El hombre grita y se tapa los oídos para no escucharse a sí mismo. Grita ante la lejanía de la pareja humana que va a iniciar el paso por el puente y, mientras tanto, un expresionista ocaso enciende los colores, alternando los tonos naturales en una atmósfera dramática, angustiosa, incluso ensordecedora (quizá por eso se tape los oídos el hombre…).
Hay una atmósfera enrojecida, unos veleros atracados/tragados por el amarillo de un río que se desparrama en torrente azul bajo el puente. Y esos temibles tres colores (rojo-amarillo-azul) de la angustia de fines del XIX ¿no recuerdan acaso al mismo rojo-amarillo-azul de la angustia de los republicanos de España a mediados del siglo XX?). Efectivamente. Es así. El hombre grita y se tapa los oídos para no escuchar el fragor de las batallas existenciales.
Y Eduard Munch (pintor noruego nacido en Loten, 1863, y muerto en Oslo, 1944) dice: “El Sol se estaba muriendo, las nubes estaban teñidas de rojo sangre. Oí un grito que atravesaba la naturaleza”.
Salgo a la calle. Es de noche. Llueve en Cristianía. Los hipppys hace muchos años que se fueron… y mientras como una salchicha en el pub escucho atentamente las suaves palabras de ella, la tomo de las manos y me quedo pensando… pensando… atrapado en el negro de sus ojos y en la garganta se me queda apagado El Grito de la Cristianía… del Oslo en esta tarde-noche tricolor donde la agonía humana me lleva a introducir mis sensaciones en la secreta angustia de los hombres y sus almas y en los ojos negros de ella… Un expresionismo universal me guía del simbolismo y el art nouveau a la obsesiva expresividad de los colores… mientras en la tele del albergue una periodista con glamour entrevista al glamouroso Schumacher que ya ha ganado 6 veces el Campeonato Mundial de Fórmula 1 y va a por su séptimo… (Menos mal que Michael habla en alemán y no lo entiendo… porque todavía me dan ganas de gritar que hay un puente para la vida y un puente para el suicidio, un puente para las parejas y un puente para la soledad y más allá del puente… ¿qué hay más allá del puente?.. Ah, si… ya me acuerdo… un rojo, un amarillo y un azul gritando por alguna causa perdida… entre el sol, las barcas y el torrente…