Con el mismo temor que ocultamos al nacer, con ése y no otro, acusamos el paso de los años o perdemos los sentidos en favor de un Mundo donde cada vez Todo es diferente. No me asusta reconocer que la palabra va siendo superada por el gesto o la imposición ahoga los sentimientos y las creencias. La dignidad con la que nacimos está en venta. ¡Qué más nos dará si todo este juego de sociedades acaba regalando el pan y ofrenciendo los estruendos de un mundo Infeliz!.
Me siento víctima de mi propia conciencia, al igual que otros presumieron que el futuro del ser humano comenzó a cambiarse con su propia capacidad para el progreso. Me aturden las crónicas de una catástrofe tras otro. Nadie puede negar que la vida es un derecho de todos y para todos.
España arde, como una Roma incinerada en favor del orgullo y la prepotencia. Hemos de dar muestras de generosidad con quienes llegan a nuestras playas y somos ejemplos, imágenes que impactan la nutural tendencia de lo humano a dar cuidado a quien lo necesita. Pero ¿por qué razones desconocidas se nos va devaluando el sentimiento de la vida, el ser razonable, el pedir lo justo, el comprender que la memoria Histórica no debe ser sólo patrimonio de los Vencedores?
Y llega a su máximo exponente el cerco de nuevos herejes, el gran bastión de un politiqueo entre la católica clase privilegiada de los obispos, dispuesta a negar al propio dios su voluntad de perdón, amor y comprensión. Vuelvo a repetir que me siento víctima por cuanto siento.
La pérdida de esta conciencia en el pasado y el presente se acristala en pensamientos poco acertados. La memoria histórica está grabada en el corazón de los dos bandos. No existen clases de muerte, ni ejecuciones que sean asistidas por la nobleza; las heridas de la Tierra acogen los cuerpos de cuantos fueron privados de su Memoria y Derecho a seguir viviendo. Vayamos hacia atrás o hacia adelante, un ligero dolor se percibe en esas doce rosas que Madrid guardó para siempre.