Esta noche he caminado, por una ciudad iluminada que ya no se acordaba de mí, la misma ciudad que tantas veces me vio caer y levantarme para intentar llegar más alto. Sus calles ya no son las mismas, o tal vez es mi cabeza que trata de olvidar lo que antes era otra vida, otra persona que vivía aquí y que tenía mi cuerpo mi cara y mi mente, pero que no era yo; no tenía el pensamiento de tenerte.
Durante mi paseo he visto como algunos negocios cerraban dando paso a otros nuevos, cómo la gente sigue encerrada en casa los domingos, mientras veía lugares que no soy capaz de recordarme de pequeño jugando en ellos. Cuando pasas demasiado tiempo sin pisar un lugar, ese lugar intenta sorprenderte, te hace sentir distinto y tal vez ese sentimiento te nubla, te pierde; sabes donde estás, cuales son sus calles y monumentos porque en el pasado pasaste por allí mil veces; pero pierdes algo que te dice que ese lugar te tuvo durante un tiempo. Y mientras el sonido del cigarro hace inútil el silencio, sigues caminando, esperando tal vez lo que nunca pase, porque ya no perteneces a ese sitio, porque hace tiempo que dejaste de hacerlo.
Y entonces afloran los recuerdos de la infancia, del barrio donde te criaste y que te hacía sentir intocable, del miedo que daban algunas zonas que nunca lo debieron dar, de la gente perdida en el camino y de la nueva que vas encontrando. Y aquí es donde te das cuenta que no tienes nada que ver con el niño que desde aquella foto te sonríe feliz mientras coje su vaso de leche, bueno me sigue gustando la leche. Ahora en vez de un vaso te enciendes otro cigarro y mientras escribes van surgiendo recuerdos olvidados, de los buenos y malos momentos y de cómo has llegado hasta donde estás. Los planes de futuro que tenías tan serios entonces, ahora son sólo pedazos de papel amarillos en un cajón lleno de cosas inservibles. Llegado ese momento lo único que puedes hacer es mirar hacia delante, averiguar quién eres y en lo que te has convertido. Planes de futuro siempre habrá y con diversos finales, algunos se cumplirán y otros quedarán en ese cajón junto a modas pasajeras y objetos con cierto valor sentimental pero ninguno económico.
Después miras el mapa y te preguntas dónde estarás la próxima vez, cual será la ciudad que te acoja entre sus calles y edificios, y no sientes miedo; tal vez la incertidumbre propia del tiempo que debe pasar, y en ese momento recuerdas a tus amigos, a aquellos que dieron algo por ti y a aquellos que te dieron la espalda, piensas en los que conservas, y en qué pensarán cuando les digas que te vas, que volverás alguna vez que otra pero que perderéis el contacto, los amigos de verdad, los que estuvieron ahí en los malos momentos, los mantendrás, no es la primera vez que te vas a otro sitio y ahí siguen, cada uno en su lucha particular, empezando una nueva vida sin vuelta atrás; pero siguen contando contigo, el teléfono sigue sonando con sus nombres en la pantalla, y sabes que cuando lleguen de nuevo los malos ratos, cuando vuelvas a caer, que caerás; ellos estarán ahí, como siempre, ayudándote a subir más alto; y sabes que eso, estés donde estés, no lo perderás, siempre os tendréis para lo bueno y para lo malo.
*Escrito el 26 de junio de 2006, lo publico sólo para agradecer los comentarios de ánimo que he recibido, es bueno saber que siempre que tenga algo que decir habrá alguien con el mismo amor que yo por la escritura dispuesto a leerlo, sinceramente gracias por el animo recibido.