Un árbol puede tener muy diversas formas pero siempre lo dibujamos tal y como nuestros ojos lo ven ( en la mayoría de los casos).
Siempre lo dibujamos con su respectivo tronco, sus ramas y hojas y el color (a veces) apropiado a su estación. Pero esta mañana al clavar nuevamente mi mirada en uno de ellos pensé: Está claro que yo no puedo cambiar el mundo mas sin embargo si puedo cambiar su aspecto en mi cuadro visual.
Entonces aquel árbol empezó a cobrar formas insospechadas, formas totalmente irreales para la razón y totalmente posibles en nuestro mundo imaginativo.
A ver…mi árbol siempre tiene un tronco y una corteza marrón, unas ramas abiertas al exterior y unas hojas cayendo de estas. Ahora voy imaginar dicha corteza rugosa y azul….Y como no la razón preguntaría: ¿Una corteza azul?. –Sí, claro que sí… una corteza azul y más resistente de lo habitual.
Sigamos por sus ramas. Hay unas ramas que miran hacia abajo, otras totalmente en horizontal y las más altas hacia el cielo. Cada una podría tener un color diferente pero yo las haré de la siguiente manera:
las que miran hacia abajo tendrán forma de espiral, las horizontales serán flechas indicando ambas direcciones y las superiores serán ramas rectas con flores blancas en el alto.
Las hojas podrían seguir siendo verdes dado que es uno de mis colores favoritos así que unas pueden estar en verde claro, otras en verde oscuro, otras en rojo, morado, amarillas.
En definitiva …haría de mi árbol el árbol más disparatado e irreal de la ciudad. Supongo que montones de personas acudirían a ver su enigmático aspecto pero en mencionado cuadro visual esto no sucedería debido a que ver un árbol disparatado y creado bajo nuestra traviesa imaginación es lo más normal del mundo.
Mi viaje diario al trabajo y esta estancia mía en la vida empieza a entrar en un lado lleno de luz y de simpatía.