Leyendo los relatos de CONEC me vienen a la memoria hechos importantes que no deberíamos de olvidar nunca, tanta hambre enfermedad y muerte como se ha padecido en este país, hace tan relativamente poco y por motivos tan conocidos y de nuevo inatentando explotarlos como si no hubiera memoria histórica. Yo no he vivido la guerra directamente, aunque sé lo que es pasar hambre, miedo de muerte y sufrir. Tengo varios sucesos familiares que por lo extensos os los paso en fascículos, CONEC no se como se pasaría en Valencia seguro que mal, pero en Madrid, tras soportar bombardeos sobre la población civil e impedir durante meses que entrara ningún tipo de alimento, la tuberculosis y la miseria campaban a sus anchas, sin embargo las personas se respetaban y ayudaban, mi madre era la pequeña de 6 hermanos la mayor mi tía pilar tan solo contaba 12 años, mi abuelo zapatero artesano ya preparaba el traslado de sus hijos a Francia eran las navidades más frías que se recordaban en Madrid, y no había carbón, llegó la noche vieja y lo único que tenia la familia López Moreno para “celebrar”
mas bien matar el gusanillo continuo del hambre, eran unos mendrugos de pan negro un tanto duro, y solitario y nada más, ni aceite ni azúcar nada. De pronto desde el patio se oyeron voces las vecinas anunciaban que un tendero abría para despachar miel, mi abuela desatando el latiguillo y tendiéndole a pilar unas monedas la dijo.
Vamos apresúrate, al final verás que bien lo pasamos cantando y tomando una compita de anís Mi tía Pilar presurosa fue corriendo hasta la tienda, cuando llego había una cola tan larga que daba la vuelta a la manzana, no nos va a llegar la miel exclamaba pesarosa.
De pronto un estallido, comenzó el ensordecedor aullido de las sirenas anunciaban otra terrible sesión interminable de destrucción muerte y carreras de personas que tropezaban con pánico en los ojos para ponerse a salvo en el metro y en el caso de mi familia y su bajo, acogían a todos los pudientes vecinos de los pisos superiores en nuestro tétrico y largísimo pasillo, acurrucándose un os contará otros con algodones en los oídos para prevenir la sordera, mi tía con tan solo 12 años no se lo pensó dos veces, de pronto vio que la cola había desaparecido. –“Y si me quedo en la puerta, aquí acurrucadita” cuando acaben los bombardeos seré la primera y así mi familia podrá comer pan negro con un poco de miel. Cayeron muchos obuses a su alrededor, durante muchísimo tiempo, pero la tienda y la vivienda continuaron en pie cuando todo acabo, en mas de una ocasión le he pedido a mi tía Pilar que me cuente el suceso con muchos detalles y no puedo evitar que salte una lagrima pensando en como han cambiado algunas sensibilidades en los niños, en nosotros, por supuesto por nuestra culpa.
Un comentario sobre “Mi tía el hambre y el bombardeo de Madrid”
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Estas son las historias más verdaderas de la recuperación de la memoria. Besos, Alexis.