Me reclamas de nuevo,
como si fuera la presencia que constata
tus afanes: defines mi terquedad en los
confines finales de la palabra anterior.
Te escucho de nuevo,
y una vez me recreo en la mirada
con la que aprender a medir el verso blanco,
la rima desdoblada y el olor a poema.
Alma serena que ansía volver,
o sofá delator de un instante de amor.
Insistes en que regrese hacia espacios siderales,
vertebraciones opacas y claridades finales
de una selva de nadas.
Pero si tú no existieras
el verso moriría lentamente.
Vaguedad. Coriente.
N
Simplemente….
no hay poesía.