Volviendo de Jumilla he entrado, en esta noche fresca y lluviosa, en la cafetería de Blanquita. Mientras tomo asiento oigo conversar a dos hombres de ya avanzada edad. Hablan de cómo pasa el tiempo, de que hace sólo apenas un poco más eran dos niños jugando a hacerse mayores. Y de que de niños pronto pasaron a ser hombres a través de mucho sacrificio por ganarse la vida. Uno de ellos es taxista y le cuenta al otro que podría escribir todo un libro con las anécdotas vividas en treinta años al frente de su automóvil. Es cierto. Treinta años de oficio público dan para un libro o más…
Me pongo a ojear el periódico. Mi vista tropieza con el crucigrama e intento rellenarlo. Lo dejo nada más empezar. Una definición de él me hace desistir. Dice así: “problema que no se puede solucionar”. Pienso en si la vida tiene solución alguna o sin la solución consiste simplemente en ser niños y pasar repentinamente a convertirnos en hombres como esta pareja que habla a mi lado.
Al echar el azúcar en el café tomo el sobre y leo un pensamiento que viene escrito en él. Es del pintor Monet. Dice: “El hombre nunca mira al cielo porque siempre lo tiene a la vista”. Sin embargo, y no sé si ocurre lo mismo con los demás, yo recuerdo que de niño siempre miraba al cielo antes de salir de casa. No era por otra cosa sino para ver a los gorriones de la arboleda que había en frente. Y por ver también si el tiempo me iba a acompañar durante toda la jornada; por ver si el tiempo iba a ser mi amigo o mi consejero. No sé qué ocurre pero siempre que hablamos del tiempo miramos los hombres al cielo. Sí. Miramos al cielo mientras nos convertimos, en un santiamén de treinta años, de niños a hombres.
Hoy ha llovido incesantemente por estos lares. Tomo mi primer sorbo de café y medito sobre un relato que escribió, hace unos días, nuestro amigo voremista Onlythebestones. Se llama “El hombre que llovía” y me ha dejado una gran cantidad de recuerdos. No sé que ocurre con los grandes pintores del mundo del Arte (yo solo soy un aficionado a la pintura que intenta, de vez en cuando, pintar poemas en la tela blanca de mis sueños) pero bajo mi propio punto de vista Monet, que es uno de los grandes del Impresionismo francés, quizás miraba muchísimas veces al cielo para plasmar después sentimientos con su pincel. Yo al menos, cuando necesito sentir, siempre miro antes al cielo reteniendo la vista tantas veces como tengo necesidad de volver a ver a los gorriones de mi infancia.
Bueno. Son sólo filosofías de café (como dice mi amigo El Relojero de Manila cuando hablamos de estas cosas) pero quizás después de tomarme esta taza suavemente, despaciadamente, vuelva a mirar al cielo… no sé bien por qué… quizás solamente porque lo mismo están haciendo los dos amigos que hablaban a mi lado y que ahora salen a la noche envueltos en sus recuerdos de niños convertidos de repente en hombres.
Buen texto Diesel, que me carga del sentimiento del momento, la lluvia, los recuerdos, el café y reflexiones guiadas por un viejo pintor francés. Se da a disfrutar de la lectura, como siempre, recordandonos que todos fuimos niños y nos convertimos en hombres. Un gran saludo a distancia.
!Qué bien escribes, Diesel!. !Qué texto más profundo dentro de una sencillez tan pasmosa y tan natural!. !Eres un verdadero artista de las memorias de café con lluvia y pintor incluido!. !Bohemia de la buena, compañero!.
Está claro que la vida se vive, en parte, como uno quiere vivirla, haces de tus momentos, intensidades, es fantástico…
Yo también he pensado mucho en “el hombre que llovía”…
Un abrazo
Me encantan tus filosofias de café. Me encanta sentarme al lado tuyo,oir que dices y me alegro de que todo el mundo llueva un poquito…Tiene que llover a cántaros. Asi que mirémonos un poco al cielo, al de fuera, al de dentro, al de los ojos.
Repaso una y mil veces este fantástico texto de tu Diario y, como siempre que leo algo tuyo, descubro infinidad de sustancias talentosas. Una crónica de café que se eleva por encima de lo vivido para hacerse entrañablemente amigo del recuerdo vivificador y las metafóricas presencias de una gran filosofía natural y muy humana por lo que tiene de hondura y brillantez. !Un gran acierto de tu pluma que es un placer releerlo una y mil veces!.