Hay momentos en los que la mente se evade de la realidad, donde los pensamientos vuelan allá donde la imaginación es el resguardo y descanso a la calma. Desconectar los oídos y no oír más que silencio que mantenga alejado a todo ruido no bien allegado, sin voces, sin gritos, sin ecos. Tan solo silencio y escuchar simplemente la carcajada de un niño, que devuelva el placer del sentido que da estar oyendo, cuando no se quiere oír.
Un comentario sobre “Oyemente”
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Oír puede doler,pero no hemos de olvidar la cantidad de carcajadas de niños que podemos escuchar, un abrazo