Corría un tiempo diminuto
que inesperadamente terminó.
Dos líneas paralelas, al costado
del camino que llega hasta lo dicho
de lo no dicho.
Un pedazo de tiempo oscuro
recorrido a tientas,
a medias por la mitad.
El sonido que avisa
de un perfume,
de una presencia,
de un latir irresistible
de un corazón estrepitoso
y escondido.
Los resabios de una palabra tan simple,
de un encuentro con el azar.
Las verdades de todas las mentiras
juntas,
las respuestas de un millón
de preguntas retóricas,
la agudeza de una nota musical
iluminada por la sutileza de una
sonrisa, de una sombra claroscura.
Lo inesperado de la desesperanza,
el asombro de un destino
sin puerto, sin ancla,
sin mar ni marineros.
La belleza de la soledad
cobijada por un recuerdo
esbozado en el apuro
de tres puntos suspensivos. La quietud.
Dos líneas paralelas, en el encuentro,
dibujaban el desencuentro de la insensata realidad.
Dibujaban el ayer
y el hasta luego.
Dibujaban el ayer
y el ‘no existíamos’.
2 comentarios sobre “La quietud”
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Nunca dejan de fascinarme las posibilidades de la escritura, de la expresión, los diferentes sentidos que le damos cada uno, tu texto me sugiere tantas cosas, mucho movimiento, algo lejos de la quietud. Me ha encantado lo de las respuestas de un millón de preguntas retóricas y eso del apuro de tres puntos suspensivos…, un abrazo
¡Qué tierna soledad! ¡Qué dulce este mar sin habitantes! ¡Qué quietud, qué desencuentro tan lindo! Dan ganas de correr hasta el poema y zambullirse en las letras, pero entonces estropearíamos la quietud de este mar de desencuentro.¡Splash! (Lo siento Celeste, estoy nadando en tu poema y con mucho gusto);-)