Llegamos a la frontera, allí donde los rebeldes zahorís se reúnen en la taberna de Moe para ver a la niña de los ojos rojos en plena convulsión recordando a su Alburquerque mientras baila rock con su perro flauta siempre al lado. Mientras tanto, entre los sonidos del tam-tam, la bruja roja intenta hacerme sentir alergia por Dhina.
Bajo la metralla que quería impedir mi visita nocturna al desván del duende (el duende morao) ayer hablé con la luna y monté sobre Bucéfalo con quien, tras el genocidio de tábanos que zumbaban sus orejas, logré cruzar la línea mortal.
Y ahora estoy aquí, con Ferreira, Respalinda, Cukinho y Albertucho (los cuatro jinetes de la ayahuasca) superando el “sincope del sonido cárnico” y escuchando a menos cuarto (siempre a menos cuarto de alguna hora de la madrugada) a los buzos del navío Nor que saludan a las chicas siempre con su cruz por delante y queriendo pimienta en sus vasos de ron. En este bar (especie de cajón de sastre) llamado Arroyorock, estoy esperando a Christine. Y es que todos nosotros somos inlavables.
Sé que has atravesado tantas fronteras como imaginariums tiene la Tierra. Aquí, el texto se sobre dimensiona, como si los caminos de la comprensión terminaran girando sobre sí mismos. Un gran saludo.
Felicitaciones, Sergio Sánchez, por vuestra idea de celebrar un festival de rock en Valdeacentenera (Cáceres) para los días 17 y 18 de agosto, con idea tan sublime de aportar una parte de la recaudación al desarrollo económico y social del distrito Banch de Etiopía. Me encantaría poder vivir esos dos días en Extremadura. Como homenaje a los jóvenes grupos del rock extremeño (tierra donde nací aunque me crié siempre en Madrid) he imaginado este breve relato.
!Que tengáis éxito en vuestro festival!. Adelante y un abrazo amistoso.
Yo también conozco, a través de este ilimitado Vorem, la gran cantidad de fronteras que has atravesado con tu indisoluble presencia. Otro gran saludo en la distancia y que sigas adelante, compañero de mil viajes…