Cuarto M.

Permíteme que te diga que distraerse es siempre la peor ayuda
Para un pobre hombre como tú, perdedor de últimos trenes.
La denegación de auxilio justificada puede llegar a ser un placer,
En verdad se goza con el mal, y el diablo no suele hacer planes,
Antes de salir de casa sólo fuma un cigarrillo y enciende la mecha,
La tuya reventó hace más de un quinquenio.
Las palabras ya no sirven para nada, despojo de la cesación más pútrida,
Son aves muertas para ti,
Y tu físico, nunca hermoso, es la molleja del tiempo.
Siempre pensando en el mismo fin,
Siempre acostumbrado a decir ante otros medias verdades,

O mejor, sólo medias mentiras, mentiras destiladas,
Sorprendiendo a tus interlocutores, pareciendo la pura realidad.
A pesar de eso, con mirada cintilada, por si nos aparece de repente,
Esperamos…, y volverá a ocurrir, y no sabremos qué hacer con ella.
De nuevo.
Nunca estaré a tu altitud, me mareo sin ti, lo que no sea todo es nada,
Para mí es el no ser, mi pequeña marta cibelina.
El sol nos decoloró.

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