– No puedes hacerme esto… no puedes… enseñarme a volar como has hecho y luego cortarme las alas…
– Tus alas no desaparecerán, solo yo.
– Pero…
– Adiós, Angie…
Dió media vuelta y empezó a caminar. Angie lo observó alejarse por el sendero, caminar por entre los árboles caóticos y escarpar por entre las piedras rayadas por el sol, mientras en sus ojos una sonrisa se desfiguraba, como un retrato reflejada en el agua que ha de turbiarse, transformándose dulcemente en una lágrima húmeda, áspera flr de las penas pasadas y la melancolía, negro ramo de espinas sin flor, alegre cantar de la desdicha y la muerte.
Echó a correr tras él, no podía dejarlo marchar. Era su guía, su tren, su… amor. Las viejas, llorosas, observaban como el cielo abierto no dejaba luz a aquella princesa que había de internarse a solas en el bosque.
Al perderse de vista la niña, les recorrió un escalofrío al ver como una bandada de cuervos alzaba su vuelo, a lo lejos.
Un comentario sobre “Despedida (1)”
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Hola ismael. Muy interesante tu diálogo. Se supone que tendrá una segunda parte… pero antes de ella yo opino que por tu texto se refleja una pequeá congoja con mucho de esperanza supeditada al futuro. Hoy es una despedida. Mañana quizás sea la ocasión de una bienvenida escalofriante, tan escalofriante como una bandada de gaviotas que nos hace rememorar presencias y vidas.