Se presentó,
con el primer resplandor de la alborada,
sin previo aviso, apresurada,
me sorprendió, abrazado a mi almohada.
Su actitud…
imperturbable, inexpresable.
Su mirada…
fría, eterna, impenetrable
recorrió mi humanidad, de modo inquietante
como escudriñando mi alma,
sin solicitarlo, se acomodó en mi cama,
susurró mi nombre.
Su voz…
Atractiva, aunque de multiplicada
y sola soledad,
supo llamar mi atención.
Así, robamos éste instante al presente,
Instante de eterna brevedad,
Como un suspiro, profundo, lejano.
Por ese instante,
fuimos pasado y futuro,
un instante, que antes parecía distante.
Apenas un instante,
duró mi encuentro con la muerte.
Como te he comentado en tu anterior poema, “la víspera”, otra vez aparecen tus temas y estructura “particular”.
El retrato de la muerte es muy sensual y, diría, hasta erótico.
En este caso, el aire del poema es Allanpoeiano.
Esos instantes duran una eternidad…
Nos narras una danza con la muerte casi placentera.. yo hubiese salido de huida en cuanto le vislumbrase la palida cara.. Un abrazo 😉
Un instante de muerte escudriñando el alma… hay un sentir de distancia en la cercanía y un abrazo con el frío para luego surgir el futuro. Me gustó.