Hoy día apenas cosemos. Sólo cuando es por afición al bordado, o cuando se nos cae un botón o si se escapa algún punto de una costura, por ejemplo. Además, han proliferado las casas de arreglo de ropa, a lo que ahora se dedican mujeres que antes eran modistas: al parecer, sacan mucho más dinero así, aparte de que la ropa confeccionada sale más barata que la hecha a medida y presenta la tremenda ventaja de que puedes salir del comercio con ella puesta.
Los hombres, salvo honrosas excepciones, no parecen haber entrado nunca en la dinámica de coserse un botón. Al suprimirse el servicio militar, incluso se ha perdido la oportunidad de que no tuvieran más remedio que aprender temporalmente. Ya sé que quizá esto dicho en una reunión alzaría un coro de voces masculinas que protestarían de que ellos, siempre, se cosen sus botones.
Pero lo que más terrible de los tiempos dejados atrás, tiempos de mi abuela, creo yo que sería la necesidad de estar siempre zurciendo. Las ropas se utilizaban al máximo, no como ahora, que hay montones tirados a los cubos de basura y que ya ni siquiera queda el recurso de regalarla a la parroquia del barrio porque ni allí la quieren.
Creo que la servidumbre del zurcido es algo de lo que mi abuela se alegró muchísimo de poderse librar. Con cinco hijos, además del marido, debió de ser una pesadilla estar siempre a vueltas con aquellos huevos de madera que por lo visto (nunca los he llegado a ver utilizar) se introducían en los calcetines para poder zurcir con comodidad. Y, sin embargo, como las mujeres solían coser en grupo por la tarde, una vez terminadas las demás faenas de la casa, qué cantidad de buenos ratos pasarían charlando, mientras charlaban y sus manos incansables, pero con toda placidez, zurcían…
!No me acordaba de los huevos de madera!. !Me lo has hecho memorizar!. !Claro!. !Mi abuela tenía un huevo de madera que metía dentro de los calcetines para zurcirlos!. Es verdad. Gracias Carlota.
¡Qué bonito!¡Qué pena que no podamos poner fotos aquí. Os pondría una de mi bisabuela costurera cosiendo con las mujeres en el patio de su casa.
Imaginad, las mujeres sonrientes, el patio claro y vegetal, y mi bisabuela, matriarcal, con la singer a un lado.
Pocas mujeres cosen ahora, pero aún tengo el placer de ver a las de mi familia haciendo alguna labor, aunque hoy en día es por gusto y por ocio.