“A los amigos de partidas de cartas y de futbolín por las tardes felizmente hurtadas al estudio”
——————————————————————————-
Le llaman tonto porque anda siempre despacio (soñado por un “no sé qué habrá sucedido con éste guacho”) y con las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Le llaman tonto porque lleva en el interior de su casaca “montonera” (no de insurgencia querrillera precisamente sino más bien de “montón de deslustres y lamparones”) un poema. Pero él anda lento y cabizbajo (“!Ten cuidado Marcelo que se te va el santo al cielo!”) porque siente miedo de dañar a las piedras del camino. De hacerlas daño mientras pasea recordando el verso que culmina con un “Veréis lucir tras la tormenta oscura, un rayo de esperanza y de ventura”.
——————————————————————————-
A Marcelo le gusta jugar con los perros que ladran a la luna y con los gatos que luchan panza arriba y es por eso, sólo por eso y a pesar de los maldecires de comadres y cotillas, por lo que sufrió mucho cuando “Boby” murió de puro viejo que era -“que ya ni veía ni oía el pobrecico animal señá Obdulia”- y cuando a “Pirracas” le recortaron las felinas orejas -“en forma de triángulo de las bromudas señá Obdulia por la moda es la moda”-.
Por lo demás, Marcelo sólo ha jugado una vez al fútbol con los otros chicos del arrabal -“!Un ocho de enero fue mi señora… y le empusieron de defensa y la primera vez que engavilló la pelota, se envolvió contra el guardameta de su mesmo equipo y estampilló gol en su empropia portería!”-. Entonces los chicos del arrabal le sobaron de lo lindo con tortazos y puntapiés -“Pero él dijo que, en cuando tuvo la pelota en sus pies el portero de su empropio equipo empezó a chincharle “!Despieja, despieja, tonto, despieja!” mientras que el portero del equipo contrario no le endecía naida y que piensó que su enemigo era el portero de su empropio equipo, que le insultaba y que por eso pasó lo que pasó… que se ennubó su cerefelo y que se envolvió contra del y le metió gol!”. Los chicos del arrabal le llamaron otra vez tonto y le volvieron a zumbar la badana…
Desde entonces no le han permitido jugar más veces al fútbol.
¡Pobre chico! Recuerdo cuando jugué en un equipo en que todo el mundo me eran indiferentes, y meter en propia puerta fue un pretexto para discriminarme…
Tonto, soñador, y algo “zorrillo”…
Yo una vez metí un gol en mi propia portería de manera totlamente involuntariamente… pero viendo cómo reaccionó el entrenador que era unpercebe… !cuánto me alegro de aquel gol en propia meta cuando los rememoro!. Fue un gol grandioso por muchas cosas dignas de ser contadas en un texto de reflexiones. Quizás lo haga muy pronto. Un abrazo, amigo.