eso te pasa cuando te quedás quieto, tirado en la cama o en el piso mirando el techo. no entendés si lo que ves es algo nuevo o si ya lo habías visto antes y no te habías percatado, entonces, en ese tiempo interminable y mezquino que ofrece la noche, uno descubre donde hay humedad, que parte de la pintura se descascaró y cuantos días creyendo que todo estaba igual. que mal sacamos las cuentas, sí, ni siquiera había pensado en eso. no le vendría mal un poco de color a este lugar, mis ojos lo admiten. el problema continúa cuando el portarretrato mantiene intacta aquella fotografía milenaria, que nos sacamos en aquel lugar remoto durante aquellas vacaciones y qué diferente me veo, si hasta parecía contenta y todo.
entonces te quedás ahí tirado esperando lo que nunca llega y pensás en cosas que no tienen lógica, y es lógico que así sea porque vas entendiendo el ritmo que se tiene ahora, aunque sepas que no pertenecés, intentan llevarte sí, a rastras, da lo mismo, cueste lo que cueste y te enterás por casualidad (causa) que existe algo nuevo y supuestamente mejor que supera la luz solar y entonces te quemás mucho más rápido y en menos tiempo. pero te perdés de nuevo y quizás la historia te la hacés vos mismo, que obsoleto el tiempo cuando uno no interviene, que culpable sos cuando te das cuenta que el juez no es el que te enseñaron, no es el que está arriba, sino el que está abajo y te mira a los ojos y lo ves, sí, lo estás mirando fijate, claro que sí, tan cerca que se confunde contigo y se acopla a tu contorno. y te persigue da vueltas, retorna, revive, correte de ahí. entonces encontrás un vericueto de la historia que dejaste sin terminar y es como caer al vacío pero duplicado por vos mismo, dos veces o más, y por el intento de comprender que si no te caes no podés cambiarlo. pero te das vuelta, te tocan la espalda y ahí empezás a ceder. y te gusta el color rojo no por semejanza con el infierno ni con el mal o tu sangre, te gusta porque es mas fuerte que el otoño y retumba, porque arde así como la franja en el pecho del que se asfixia y cuando revive reconoce que ya no es él. pero al fin, un par de colores más pueden darle matiz a ese rojo, claro, y probás. entontes te reecontrás con la pantalla, sí, la conocés, y vos no querías escribir, no, no querías, pero lo hiciste lo hacés y volvés a preguntarte cual es el sentido de todo eso y aunque nadie te responde ya terminás creyendo en que sos vos el único de la historia pero la compartiste, sí, y también el otro puede crear(te), de hecho lo hace, lo hizo, fue principio sería final, o no. y cuando querés elegir un color para pintar ese lugar se te ocurre que no lo querés hacer solo y ahí viene la otra gran pregunta, que no te la hacés porque sabés que si estás solo sin duda estarías contigo, y te das cuenta que te observa de reojo aquella sombra que intentaste dejar tirada, que quisiste matar, pero que aún está y se acuesta en tu cama y se mete en tu espejo y se apoya en tu hombro y lee tu libro y se enfrenta a tu voz, aunque a veces no pueda escucharla, sí, y se acopla a tus ideas sin pedirte permiso ni darte la razón. que molesto, pensaste, hiciste una mueca sí, allá estás, es como caminar sobre la cuerda floja bajo la lluvia rojiza a treinta años luz del suelo, ese que tanto querés abrazar, pero te gusta, entonces seguís enfrascado en tu propio artificio y se torna mas roja la lluvia al pasar y la vuelta de la esquina te queda cerquita pero ya no querés regresar, claro, no querés bajar, lo sabés, y se te da por cantar allá arriba mientras alguien te acompaña, abajo y arriba, mientras alguien decide por vos, vos; que suerte.
Un comentario sobre “Mas detalle”
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Otro relámpago de estilo literario, Celeste. Cambias la voz y la intoroduces en una búsqueda de tu memoria. Me encantó. Este y el texto anterior que es preámbulo de este. Nota curiosa: me llamó la atención lo de los puntos suspensivos porque yo también suelo usarlos en mis reflexiones. Un besote, Celeste.